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lunes, 11 de marzo de 2013

Un ejemplo a seguir...


Una canción folclórica portuguesa se burla de los curas, porque estos les instalan pararrayos a las cúpulas de las iglesias. Dicen los mamagallistas lusos, que no entienden esta previsión tan terrenal, para sitios que gozan de todas las consideraciones y protecciones del altísimo, además de la ya pregonada infalibilidad de la iglesia. Lo que no saben en Portugal es que en Colombia, además de pararrayos, hay que construirlas con acero sismo resistente y dotarlas con vigilantes armados, para evitar que los ladrones se lleven las custodias, los copones y hasta las limosnas del último domingo.

Así que no hay que extrañarse de que un rayo vagabundo, haya sido atrapado por el potente pararrayos de la cúpula de  la basílica de San Pedro, apenas horas después de que el papa Benedicto XVI anunciara su renuncia al Pontificado. Si bien es cierto, la imagen, que rápidamente le dio la vuelta al mundo, fue mostrada como algo sobrenatural o de origen divino y relacionado con un mensaje celestial por la renuncia recién anunciada, la verdad es que estos eventos son mas frecuentes de lo que creemos, y ocurren por una razón meramente científica: Todas las iglesias tienen altas cúpulas y en ellas hay instalado un pararrayos, cuya función es precisamente la de atraer rayos, para proteger a los ciudadanos de las fuertes descargas eléctricas.

Ahora bien, con todo y la explicación científica, no me parece para nada descabellado el considerar el famoso rayo como el anuncio de algo sobrenatural y milagroso. O es que acaso no es un verdadero milagro, que después de 600 años, un papa, sin más ni más, decida abandonar el cargo mas importante del universo, y anuncie, cómo razón principal para esta renuncia, una que nos sorprendió por su sencillez y humanidad: que está muy viejo, está cansado y no se siente con fuerzas para  hacer el duro trabajo de dirigir espiritualmente a mas de mil millones de personas, muchas de las cuales están interesadas en todo, menos  en seguir sus sabias enseñanzas.

Y no le falta razón a su Santidad. No se entiende como una persona comienza a ejercer uno de los cargos mas difíciles del planeta a la venerable edad de 78 años, 13 años después de que cualquier ser humano ya estaría retirado, ya sea porque nadie le de trabajo o porque tuvo la suerte de ser uno de los que logran pensionarse, después de 40 años de trabajo. Para nadie es un secreto que en los países desarrollados, el retiro y jubilación ocurren a los 65 años y en los no tan desarrollados, como el nuestro, está por los 62 años.

Pero si lo anterior parece  injusto, mas desproporcionado es pretender que un anciano continúe trabajando y realizando viajes transcontinentales,  a la nada despreciable edad de 86 años, un poquito mas de 16 años después de que,  teóricamente, todos los hombres que nacieron en su época ya habrán muerto. No nos olvidemos que, si bien es cierto, que en los países europeos y Norteamérica la expectativa de vida es de cerca de 78 años, en otras regiones del África apenas alcanza los 45 años, siendo la de nuestra región latinoamericana de alrededor de 69 años. En realidad el simple hecho de llegar a alcanzar mas de 85 años es una verdadera hazaña, en un mundo convulsionado y lleno de toda clase trampas, en el que tan solo un 0.4 % de la población, logra este envidiable record.

Así que me parecen faltos de objetividad y de caridad cristiana, todos los que no solo no quieren entender el natural deseo de un viejo de retirarse a descansar, sino que ya han comenzado a inventarse teorías “socio jodidas” y crisis de conciencia, en una grupo religioso que no ha tenido un solo día de tranquilidad, desde el momento en que Jesús dijo que era el hijo de Dios. Mas importante sería recibir con mucha reflexión y responsabilidad el ejemplo que nos deja Benedicto, sobre las veleidades del poder y la necesidad de abandonarlo cuando no estamos a su altura.

Artículo publicado el 14 de Febrero de 2013

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