De nada nos sirven todas esas
felicidades que nos desean la noche de año nuevo. No han pasado los primeros 15
días de Enero, cuando las malas noticias, los malos deseos y, sobre todo, las
arbitrariedades de nuestros gobernantes, ya han acabado con esa felicidad
efímera y nos han convertido en los mismos fulanos pensativos, preocupados y malhumorados,
a los que solo nos queda la esperanza del
próximo diciembre con las primas, los regalos y la alegría propia de la época.
Uno de los tóxicos que nos envenena
desde bien comenzado el año nuevo, es ese maldito engendro que llaman predial.
No hay un solo cartagenero que lo quiera
y mucho menos que entienda su lógica
torcida y su voracidad de perro
hambriento, que solo nos deja tranquilos cuando nos ha arrancado hasta el
último centavo, o peor, cuando nos ha obligado a endeudarnos y comprometer lo
que no tenemos.
Junto con las alzas en todos los
productos, servicios y los gastos del inicio del año escolar, el predial
completa ese paquete de malas noticias, que hacen que el feliz año que nos dan
el 31 de Diciembre, no sea mas que otra de las tantas mentiras a que nos hemos
acostumbrado y que mantenemos, por el vicio de aparentar que somos alegres y
que, como se lo han comenzado a creer las calvas ilustres del altiplano, somos
el país mas feliz del mundo.
Pero si el predial es
aborrecible, los procedimientos para
generarlo y los funcionarios que se encargan de su administración son
sencillamente diabólicos. Nadie entiende la lógica de los reavalúos fantasmas
que hacen anualmente de los predios, en los que nunca se consulta al
propietario, no se visita el predio y generalmente resultan en aumentos
estrafalarios que nadie explica y que no se compadecen con la realidad
comercial imperante y con la capacidad de pago del contribuyente, que es lo que
finalmente debería contar.
Los funcionarios de hacienda
distrital son los que mas disfrutan de este desbarajuste. Con una risita
“pendeja” y cara de yo no fui, se apresuran a decir que ellos solo se limitan a
aplicar la tabla que envían desde el Agustín Codazzi, y que lo que pasa es que
los avalúos estaban congelados y obviamente que cualquier reclamación se haga
en el Agustín Codazzi. Como si la gente fuera boba y no supiera que son ellos
quienes solicitan los famosos reavalúos, y definen los parámetros que les
permitan aumentar el recaudo, aunque cada vez sea mayor el porcentaje de los
que simplemente no pueden pagar y se someten al tormento el cobro coactivo.
La Desobediencia Civil no es un
delito, es un derecho que tenemos los ciudadanos para rechazar y no cumplir
aquellas disposiciones del estado que consideramos injustas, absurdas o
arbitrarias. Hace un año con un
movimiento serio y ordenado nos opusimos al oprobioso cobro de valorización y
los resultados nos dieron la razón. Existen sobradas razones para creer que los
incrementos anuales del avalúo y los aumentos exorbitantes del impuesto predial,
están direccionados más por actuaciones apresuradas, inconsultas y faltas de
rigor técnico y legal, que por un proceso juicioso que consulte la realidad del
valor de los predios y las capacidad de pago de los propietarios.
Después de varios años de estar
asistiendo impávidos al penoso espectáculo de un cobro arbitrario y sin
respaldo legal, llegó la hora de pararnos firmes y emprender acciones serias y
contundentes que demuestren nuestra disposición de hacer valer nuestros
derechos. Ya comprobamos en una ocasión que
invocando el derecho a la desobediencia civil y actuando unidos y coordinadamente,
es posible enfrentar el desbarajuste y desgobierno de la ciudad, en la que solo
se piensa en cuadrar la tesorería, con nuestros flacos ingresos…..feliz año nuevo!
Artículo publicado el 24 de Enero de 2013
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