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miércoles, 27 de octubre de 2021

INVENTOS DE LA PANDEMIA

Encontré a una señora, bastante entrada en años, caminando y buscando, desesperadamente un café internet, por una de las callecitas aledañas a la Universidad de Cartagena.

 

Llevaba en la mano un papelito que mostraba gesticulando y quejándose, a quienes se detenían a escucharla. De puro metido me detuve y observé el papel, que en realidad era un cartoncito con instrucciones, sobre la forma como debería interactuar con una página web, para conocer los resultados de unos exámenes de imágenes, que se había realizado en un conocido sitio de la ciudad. 

 

Se informaba la dirección de la página web a la que debería entrar, lo que significaba que debería tener un computador o un equipo inteligente, internet y, lo más exótico de todo, se solicitaba que debería estar dotado del buscador Mozilla Firefox para, finalmente, acceder a los resultados e imágenes. Se daban, además, instrucciones de entrada, usando usuario y password. Toda una verdadera hazaña cibernética para la señora, que se notaba por su desconcierto y desazón, no tenía conocimientos sobre el espinoso tema, que, a veces, es complicado hasta para verdaderos come pantallas.

 

Para hacerle el favor completo, la acompañamos al sitio, en la calle del porvenir, donde han sacado sus fotocopias, las tres últimas generaciones de egresados de la Universidad de Cartagena. La señora, que ya se sentía un poco más tranquila, no demoró en comenzar a ampliar la información y las quejas: “antes uno iba a buscar sus resultados, pero ahora con la cosa del covid, se han inventado este sistema para ponerlo a uno a loquear y a pasar penas.”

 

Tenía razón: alegando precauciones para evitar el contagio y la propagación de la pandemia, algunos prestadores de servicio se han desmontado, por las orejas, de su responsabilidad de entregar unos resultados físicos al cliente y se han ideado el peregrino y enrevesado procedimiento, de poner a las personas a escarbar en páginas web los resultados de estudios, generalmente  ordenados y pagados por las  EPS´s, a cuyos médicos, en realidad, se les deberían enviar, para ser incluidos en las historias clínicas de los pacientes.

 

Estos cambios, inconsultos y arbitrarios, no solo olvidan que hay clientes y pacientes que no tienen acceso a las nuevas tecnologías y procesos en línea, sino que rompen la cadena de custodia de información de carácter privado y confidencial, en la relación médico paciente y que, por demás, revisten entre otras cosas, la categoría de documentos con contenido e importancia jurídica probatoria, de gran relevancia cuando las circunstancias lo exigen.

 

Estos hechos, aparentemente triviales, y otros subproductos de la pandemia, han venido a complementar la ya larga lista de calamidades que, cada día, amargan más y más la vida de los cartageneros: ya no extraña ver en plena calle, a sol y agua, largas colas de clientes de bancos, EPS´s, notarías, laboratorios clínicos, consultorios médicos, odontológicos y todo tipo de actividades, donde la atención al cliente exige algún tipo de espera. Esto, que era muy normal en lo público, es hoy prácticamente la regla general y, con el pretexto del distanciamiento social, se ha oficializado el, de por si, ya aceptado y consentido, pésimo servicio al cliente que identifica a la ciudad.


Especialmente grave, la situación de los consultorios médicos, donde desde hace ya tiempo se inventaron el absurdo e irracional procedimiento de decirle que: “su cita es a las dos, pero por orden de llegada”. Es decir, si usted cumple si cita a la hora indicada, pero cuando llega ya hay 20 personas en la sala, usted será atendido en el número 21 a las 8 de la noche. Esto, por supuesto, convierte una cita médica en un complejo protocolo de todo un día. Las malas lenguas dicen que todo esto se inició, desde cuando comenzaron a “pagarles a los médicos con papelitos”.

 

Esta barbaridad, que no se si la sabrán nuestros queridos médicos, y que desafía las más elementales reglas de la planeación y del sentido común, es una práctica administrativa aceptada y reconocida en la Heroica, dentro de nuestro culto al absurdo y a la falta de lógica y ha venido a ser reforzada por las leyes acomodaticias de la pandemia, en las que el maltrato al cliente goza de muy buena aceptación y se soporta exitosamente, en la dictadura de los recepcionistas y los vigilantes.  Mientras tanto, y cuando ya en el mundo entero el Covid, con todos sus perendengues, es cosa del pasado, aquí seguimos en un limbo de suposiciones, elucubraciones y divagaciones, en las que el “por favor me colabora con el tapabocas”, surge como solución mágica para la prevención, el control y la cura del maldito bicho.

 

Hay informaciones de entero crédito que dan cuenta de que, aun hay empresas en las que el salario continúa reducido a niveles de pandemia, a pesar de haberse reiniciado labores normales desde hace rato. Obviamente ya ustedes comprenderán que les pasa a aquellos que se atrevan a reclamar.

 

Por supuesto que una de las obligaciones perentorias de los gobiernos, al menos en las ciudades y regiones donde este existe, será la de entrar a hacer revisiones de todo tipo, pero muy especialmente de cánones, mensualidades y precios, pues parece que los avivatos de siempre ya comienzan a aprovecharse del desorden y a recuperar el tiempo perdido.

 

Por mi parte tocará seguir la recomendación del maestro Billo Frómeta y que ya muchos vienen poniendo en práctica: Pa Barranquilla me voy.


Cartagena 27 de octubre de 2021

domingo, 17 de octubre de 2021

EL DESASTRE QUE SOMOS

Hace algunos días un muchacho paseaba, despreocupadamente, por el Centro Histórico y, al tiempo que apreciaba la exuberante belleza de nuestro Mar Caribe, se entretenía mirando las variadas piruetas de los pocos transeúntes que, resignados, intentaban cruzar la vía en medio de los huecos y charcos, dejados, a la sazón, por el único y esperado proyecto que se desarrollaba en la ciudad: La tan cacareada reconstrucción de la Avenida Santander.

 

El joven, que en realidad era un turista del interior del país, había llegado a La heroica en compañía de su familia a festejar el grado de su hermana e, inadvertidamente, se puso en contacto con un cable de alta tensión, tirado de cualquier manera en el suelo del oscuro y abandonado Parque de la Marina, recibiendo una descarga eléctrica de alta intensidad, que produjo se deceso inmediato. Se cuenta que otra persona que, igualmente, se encontraba cerca del lugar resultó herida.

 

Este desproporcionado, inaceptable y bochornoso episodio que, aparte de ser destacado en medios locales, no tuvo mucha trascendencia nacional, quedó prácticamente sin calificación y muy pronto fue olvidado, después de algunas declaraciones altisonantes de los implicados, según las cuales: “se harán exhaustivas investigaciones para determinar responsabilidades y aplicar todo el peso de la ley a los culpables”. Mientas tanto, en forma descarada, se calificaba el desastre de, “desafortunado accidente” y sanseacabó. Como si fuera muy accidental tener cables de alta tensión aéreos y que estén por ahí tirados, para que la gente los pise, cual trampas mortales.

 

Seguramente ya habrá por ahí algunos defensores oficiosos de causas perdidas, diciendo que, en una ciudad turística, donde vienen tantos turistas, lo más normal es que, de vez en cuando, a alguno de ellos le ocurra alguna fatalidad o un accidente. No tenemos nada en contra de esa afirmación, siempre y cuando se trate en realidad de accidentes en su sentido estricto: hecho imprevisible, repentino y ajeno a la voluntad. Pero, seamos serios: no es imprevisible, ni ajeno a la voluntad, instalar redes aéreas de alta tensión y, mucho menos, dejar que colapsen, quedando los resultados de esta acción al azar. 

 

Desde el día en que el Pinturero, cayó en su paracaídas en el Mar del Cabrero y no se había previsto esta eventualidad, para evitar la tragedia, hasta este último episodio en el parque de la Marina, son muchos los mal llamados accidentes, que han ocurrido a turistas en la ciudad y que hablan muy mal de nuestra  capacidad real de organización y control, de una actividad de la que nos jactamos, es uno de los pilares de nuestra economía, generadora de desarrollo y empleo digno para nuestros conciudadanos.

 

No es uno ni dos, son docenas de turistas, los que se han caído en alcantarillas destapadas en el centro y en los registros eléctricos, instalados a manera de trampas en los andenes. Son muchos los turistas, que recién bajados del avión, se meten al mar Caribe para no salir más, sin que, por una u otra razón, seguramente siempre justificable, haya aparecido la mano amiga de un salvavidas a ayudarlo. Son muchas las familias de visitantes que han padecido el horror, y el dolor, al volcarse el coche en el que se movilizaban, al desplomarse, de físico agotamiento, el pobre caballo que lo tiraba. Debe ser verdaderamente trágico regresar a la casa a llevar la noticia de la mala hora.

 

Que más necesitamos que ocurra para actuar: ¿Que los turistas y los cartageneros sigan siendo atracados y asesinados, siempre “en hechos aislados”, por las cuadrillas sucedáneas de los Tropojanos o de la Ndranghetta, que atacan a la vista de todos, a plena luz del día y en cualquier lugar de la ciudad? Parece que, al contrario de lo esperado, en lugar de protección y apoyo por parte de la policía, la ciudadanía y el turismo sienten cada vez más miedo de una institución, cuyas actuaciones, a veces equívocas y contrarias al sentido común, dejan mucho que desear.

 

El caso de una turista tirada del cabello y revolcada por varios agentes, que luego “tomaron las de Villadiego”, cuando la ciudadanía reaccionó airadamente en su contra, es apenas una muestra del tamaño del problema. Igualmente, preocupante sigue siendo la pasividad mostrada por este supuesto equipo de defensa de nuestra honra y bienes, frente al bochornoso y perverso tráfico y acoso sexual, a que son sometidos los turistas y cualquiera que se les parezca, en cualquier rincón de nuestra noble e ínclita ciudad.

 

Es obvio, que ya la gente se mamó del alcalde, y solo la sostiene la esperanza de que este martirio ya durará poco. De acuerdo con ese sincretismo perverso, es igualmente obvio, que ya el alcalde se mamó de la ciudad y solo lo mantienen la expectativa de seguir pasándolo bien, por cuenta del erario público y su afición a la burla, el perrateo y al abuso, ante la mirada complaciente de autoridades y entes de control mamasantones y blandengues.

 

Los cartageneros tenemos la palabra: Sin importar como termine este gobierno de pesadilla, tenemos la obligación ciudadana y humana de la reflexión, del derecho a cambiar y de hacer las cosas bien. Elegir inteligentemente a personas con comprobada capacidad de gestión, ejecución y compromiso con la ciudad, será nuestra tarea. No podemos volver a fallar.

 

Parafraseando al célebre presidente ecuatoriano del terremoto de Ambato: Quien quiera derramar lamentos por Cartagena, que lo haga en billones de pesos.

 

P.D. Es obvio que, con esa catadura astrosa y esos ademanes disparatados y atolondrados, no lo reciban en los despachos del poder de la Avenida Pensilvania, en el corazón de Washington, 


Cartagena, octubre 17 de 2021

 

 

PAPERS Y MAS PAPERS

Recuerdo que cuando jóvenes, que leíamos novelitas de vaqueros de Marcial La Fuente Estefanía, Silver Kane y Keiht Luger, nos encontrábamos con el interesante fenómeno de un bandido que, perseguido por un Sheriff o un Marshall, hacía grandes esfuerzos para cruzar la frontera de un estado y ponerse a salvo en otro, donde su perseguidor no tuviera jurisdicción o, peor aun, su actuación no fuera delito.

 

Tanto el Sheriff perseguidor, como nosotros, entusiastas lectores, sufríamos la frustración y el desencanto momentáneos por la salvada del asalta diligencias, quien, desde el otro lado de la frontera, detenía su caballo y hacía cabriolas de burlas al decepcionado perseguidor, al que solo le quedaba el recurso burocrático de intentar comunicarse con el sheriff del otro lado, a ver si de pronto lo ayudaba.

 

De acuerdo con los famosos escritores de estas historias, había estados y lugares, que eran verdaderos paraísos para los delincuentes, quienes vivían en ellos a sus anchas, alardeando de sus hazañas y sus riquezas, al amparo de gobiernos mamasantones que se hacían los pendejos para, de paso, aprovecharse de las ventajas que significaban estos personajes, gastando y convirtiendo sus estados en verdaderos polos de lujo y desarrollo.

 

Muy seguramente, ninguno de nosotros en esa época, teníamos ni la más mínima sospecha, que, en el futuro, esas trapisondas de bandoleros, vestidas con otros ropajes, otras denominaciones y con otros actores, más sofisticados y poderosos, tendrían lugar en otras latitudes. Nuestro único problema era el de conseguir los 20 centavos que valía, en nuestro puesto preferido en el parque del centenario, el alquiler de una novelita, sentarnos un rato al borde del estanque de las hicoteas a leer y luego emprender el regreso, sentados en la chiva de Torices Crespo, con la cabeza enterrada en los vericuetos y callecitas del Paso Texas o de algún “saloón” remoto de Wichita.

 

Las perrerías de los bandidazos de las novelitas, hoy se han modernizado y se conocen como “Papers”: Panamá Papers y Pandora Papers, ¿será que todos van con P? y, aunque esto ocurre casi 200 años después, el modus operandi es casi el mismo de los ladrones de diligencias de nuestras novelitas de vaqueros: se consiguen grandes cantidades de dinero  en su país, algunas legales y otras  ilegales y luego las sacas y las  ocultas en estados, donde tu país no tiene jurisdicción y, por el contrario, el país receptor facilita el ocultamiento, mediante el sencillo expediente de garantizar secreto absoluto, sobre las cuentas y las empresas fantasmas que se inventan para hacer las jugadillas.

 

De acuerdo con las informaciones el negocio es redondo y se gana por punta y punta, como en la extinta Lotería de Bolívar, ya que no pagas impuestos en tu país, por los dineros legales y de paso, pones a salvo y lejos de toda sospecha, el dinero y bienes introducidos bajo la muy antigua modalidad de trasponer el matute. Parece que la cosa no es nueva ni desconocida y, si bien, permanentemente se habla de nuevas leyes e investigaciones en los países tumbados, lo cierto es que las pesquisas criminales a menudo se ven "obstaculizadas" porque las autoridades que investigan, no pueden saber quién es el dueño de las propiedades escondidas, de correndillas, en los llamados paraísos fiscales. 

 

La vaina hubiese seguido funcionando a lo bien, de no haber sido por la nada despreciable mirada escrutadora de más de 600 periodistas en 117 países que han estado revisando los archivos de 14 fuentes y analizando los datos obtenidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) en Washington DC, que ha estado trabajando con más de 140 organizaciones de medios en una gran investigación mundial.  El Reino Unido, estado que ha resultado bastante “pringado” en el escandalo destapado, ha puesto a trabajar el programa de investigación de la BBC Panorama y The Guardia, a fin de esclarecer los hechos que los comprometen.

 

De acuerdo con las informaciones disponibles de fuentes confiables, en la filtración que los investigadores han logrado de los Pandora Papers, se han podido revisar cerca de 12 millones de archivos, en los que se incluyen 6,4 millones de documentos, casi tres millones de imágenes, más de un millón de correos electrónicos y cerca de  medio millón de hojas de cálculo. Los datos estudiados, señalan como responsables del tráfico,  a algunas de las personas más poderosas del mundo, incluidos más de 330 políticos de 90 países, donde aparecen, por supuesto, algunos colombianos, que hacen la jugada que hacían los antiguos asaltantes del  Oeste Americano, para esconder sus riquezas.

 

Asimismo, han informado los investigadores del Pandora Papers que, aunque es dificil establecerlo  con seguridad, el dinero que se mueve a través de estos paraisos y mediante cuentas secretas y empresas fantasmas, está por los lados  de entre US$5,6 billones y US$32 billones, billetico largo, como dice mi amigo Jorge, que siempre alcanza para comprar unos cien novillos de año y cuarto. Por lo pronto no tenemos por que desvelarnos, ya que los políticos y magnates colombianos involucrados en el negocio, han anunciado que están “tranquilos” porque no han hecho nada ilegal. Menos mal.

 

A lo mejor estamos asitiendo a otro show mediático, cortina de humo, del que pronto, solo quedarán comentarios, ya que según los analistas, los Pandora Papers muestran que "las personas que podrían poner fin al secreto en el extranjero, se están beneficiando de él. Así que no hay ningún incentivo para acabarlo"

 

No han faltado los ociosos que ya se inventaron el Cartagena Papers, que no es otra cosa que el trepa que sube y los movimientos raros que, poco a poco, se anuncian en la elección de mesa directiva del Concejo y en la elección de contralor. Vea pues.

 

P.D. Alguien sabe algo del alcalde? Va a regresar o se queda?


Cartagena, octubre 17 de 2021

 

 

 

 

martes, 12 de octubre de 2021

TRADICIONES Y LEYENDAS

Con frecuencia he escuchado decir que cuando llegan los meses terminados en “Bre”, se acabó el año. Esto ocurre debido, probablemente, a que es en este momento, cuando las emisoras, comienzan a hacer propagandas de las Fiestas de Noviembre y de fin de año.

 

Efectivamente, se trata de unos anuncios con música pegajosa, que lleva ya muchos años siendo utilizada para estos fines y que, seguramente, tienen por objeto preparar el ambiente de fin de año, que, no se porque, pero siempre se supone alegre, festivo y relajado.

 

Conozco gente un poco exagerada que, desde ese momento, comienzan a hacer preparativos e instalaciones de los arreglos de navidad, entre ellos el gran maestro Alejandro Páez, quien, creo que tiene el record de ser, año tras año, quien primero arregla su casa y la llena de luces y elementos decorativos alusivos a la navidad. El defiende este presunto adelanto con un argumento peregrino, pero incontrovertible: “no se justifica tanto trabajo y tanto gasto, para tener que volver a desarmar y guardar todo a los 20 días”.

 

Hay otro bonche de cresperos, encabezados por el Tom Sawyer, más frívolos y mamadores de gallo, que sostienen que: “en Cartagena, desde que entra el mes de octubre, no se trabaja más”. Afirmación estrafalaria y folclórica que, anteriormente, comprendíamos relacionada, con esa sensación de víspera de fiestas, ese ambiente alegre, y esa proximidad de eventos, todos generadores de parranda, y de vacaciones que, uno tras otro, se iban sucediendo sin solución de continuidad, pero igualmente en los que todo se cerraba y dificultaba: semana de receso, Ángeles Somos, fiestas de noviembre, Día de las velitas, Navidad, año nuevo y fin de semana Reyes. Para una ciudad turística, súper visitada, rumbera y desordenada, esta sucesión de fiestas, efectivamente hacían creíble la afirmación de los guasones inmortales del campito de Crespo.

 

Conocí un grupito de recontra sinvergüenzas, liderados por un tal Gaviria, que pretendían pegar la fiesta de Reyes, con las Fiestas de la Virgen de la Candelaria de la Popa y de ahí dar un salto hacia los Carnavales de Quilla y la Semana Santa, para conformar un verdadero pandemónium infinito de recocha y diversión, en el que solo los espíritus mejor dotados y los bolsillos más pujuchos resistirían.

 

La verdad es que, de todos estos rasgos culturales de la costeñidad, el que más me convence y divierte, porque de alguna manera lo he vivido y presenciado como testigo de excepción, es el que dice que “en diciembre se bebe todos los días”: Por alguna extraña e inexplicable razón, el espíritu festivo llega a su punto máximo, la alegría se apodera de todos y no falta el conchudo que, siempre encuentra un motivo, una razón, una terraza y una buena música para armar el grupito y la gozadora de cada día.

 

Pero más de allá de las gratas recordaciones, lo cierto que, de estos tiempos felices ya poco queda: Primero, y sin saber como, apareció el famoso día de las brujitas, importación gringo – cachaca, sustentada en el comercio de disfraces y dulces, que acabo con una tradición cultural religiosa, de solidaridad y trabajo en equipo, que venía desde la colonia.  Después vinieron los aguaceros atravesados y las inundaciones de cada noviembre, que, además de traer tragedia e iniquidad, mermaban el espíritu y obligaban a aplazar y a veces hasta a cancelar cualquier actividad, para dedicarnos al rescate de los damnificados.

 

No hay que olvidarse de las famosas Fiestas de Noviembre, que en una época movilizaron a todo el país y que fueron un punto destacado en la agenda cultural y festiva interna y externa, y que han ido languideciendo a la sombra de unos extraños pero eficientes procesos negativos,  que incluyeron: las  luchas bizantinas entre académicos y directivos, al respecto de la historia y la celebración,  y la disputa feroz  de poderes, alrededor de la realización del Reinado Nacional de la Belleza, evento de alta categoría nacional e internacional, que siempre generó envidias, apetitos económicos y malquerencias.

 

Obviamente, se hizo evidente la pérdida obligada de interés de la ciudadanía, al desaparecer de la agenda el componente popular, reemplazado por unos festejos dietéticos y por la elitización y el alto costo de los eventos, ahora trasladados a exclusivos clubes y hoteles y, por último, la falta de una dirigencia activa y efectiva que, desde el mismo gobierno, liderara con firmeza el tema.

 

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo, llamadas  y cantadas como la tradición del año, donde unos van alegres y otros van llorando, también se han visto afectadas en una ciudad turística y cosmopolita,  por el influjo seductor de las grandes fiestas, en los grandes hoteles, al mejor estilo europeo, en las que lo mejor del jet set criollo y extranjero, comparten con  los colados de siempre, mientras la gente de los barrios abandona la costumbre ancestral de celebrar en su terraza para, sentados en sillas Rímax, observar a la orilla del mar, las celebraciones luminosas de los poderosos.

 

Se ha vuelto repetitivo y aburridor, escuchar a nuestras autoridades decir que: “este año si vamos a rescatar las fiestas”, pero nada pasa. Creemos que esta es otra de las tareas importantes que, un próximo alcalde serio y ubicado, deberá incluir en sus planes estratégicos y de desarrollo, para alegría de un pueblo escaldado por tantos malos ratos.

 

El Coronel solía decir que en diciembre daban ganas de sacarse un retrato. Ojalá y sea pronto, pero un retrato de verdad, no una selfie común y silvestre.


Cartagena, octubre 10 de 2021

viernes, 1 de octubre de 2021

DESCONTROL E INSEGURIDAD

El tema de la inseguridad en la heroica se pone cada día mas teso y descarado y, lo peor, es que ya casi nadie le para bolas.  Comenzando, obviamente, por nuestra primera autoridad, siguiendo por su agente delegado o secretario del Interior y concluyendo, con los comandantes de las armas, para quienes parece que la vaina no fuera con ellos.

 

Creo que ya perdimos la capacidad de   asombro y de preocupación. Las noticias de asesinatos y atracos pasaron a hacer parte de nuestra cotidianidad y es muy fácil y hasta entretenido, hablar de cosas que les pasan a los otros, y que se piensa que a nosotros nunca nos van a ocurrir.

 

Ahora que la tecnología nos dio la posibilidad de conocer en tiempo real, prácticamente todo, nos pasamos recibiendo videos de todas partes de la ciudad, que registran, nítidamente, las actividades de los delincuentes, sus métodos, rutas de escape, formas de movilización y toda esa logística bandidesca. Parece que todos estuviéramos informados, menos nuestras autoridades y, obviamente, la policía, que casi nunca aparece, nunca da cuenta de las acciones que se toman y solo los vemos atrincherados en sus CAI´s, dedicados a la más tranquila y eficiente labor de poner unos conos anaranjados, pedir papeles, vigilar el Pico y Placa y el uso sistemático y extensivo del tapabocas.

 

Hace algún tiempo, por gestión directa de nuestros proactivos y comprometidos ediles, líderes cívicos y comunales, se logró que se expidiera una normatividad que restringía el uso del parrillero en varias zonas de la ciudad, en las que, después de un juicioso análisis, se concluyó que el uso de la motocicleta, como medio de transporte era innecesario, debido al buen cubrimiento del sistema Transcaribe. Todo marchó bien, mientras las autoridades respetaron la medida y la Policía ejerció los controles para hacerla cumplir. La nueva administración en su afán populista comenzó a desmontar esta buena práctica, hasta el punto de que, si hoy existe norma ya nadie la respeta, comenzado por quienes la deben hacer cumplir. Los resultados del desastre saltan a la vista, mientras que, las cifras oficiales, indican que somos un paraíso de tranquilidad.

 

No sabemos que más se necesitará, para que los encargados de cuidarnos en nuestra honra y bienes, según el mandato constitucional, se den cuenta que, en todo atraco, en todo sicariato y en todo hurto con violencia que se comete en la ciudad, están involucrados una moto y un parrillero. Ni hablar de las armas, las cuales por mandato oficial le fueron prohibidas a los ciudadanos, que las adquieren legalmente, como medio de defensa de su vida y la de su familia, y, en cambio se les dejaron ilegalmente a los delincuentes para que, a su antojo, atenten contra una ciudadanía indefensa y abandonada de las autoridades que juraron cuidarlas.

 

Una de las famosas ofertas de la puesta en marcha de Transcaribe, era la de reducir paulatinamente, y en la medida en que el nuevo sistema entrara a funcionar, los medios irregulares y piratas de transporte público que, poco a poco, se habían tomado la ciudad. Hoy, adicionalmente a los grandes problemas estructurales en cuanto a lo técnico y financiero de Transcaribe, continuamos con todos los sistemas ilegales de transporte público, elevados a su máxima potencia y, de ñapa, nos dejaron el problema de la inseguridad y la delincuencia, anejos al uso indiscriminado de la moto y el parrillero, no solo como medio de transporte, sino para otras actividades non sanctas.

 

No hay dudas sobre la crisis en que está metida la ciudad, ante el fracaso de su única opción de transporte público y el crecimiento desbordado de mecanismos ilegales e irregulares, que vienen a suplir las deficiencias del sistema oficial. Es evidente asimismo que los grandes problemas de movilización de la ciudad y el crecimiento exponencial de la inseguridad, están seriamente vinculados al uso descontrolado e indiscriminado de la moto, como medio sucedáneo de transporte. He aquí dos de los grandes problemas, para los que los futuros candidatos a la alcaldía de Cartagena, ya deberían estar estructurando propuestas serias, con soluciones de fondo.

 

Si bien es cierto que el problema de inseguridad, es un monstruo de muchas cabezas, incluyendo, como es evidente para todo el país, las deficiencias estructurales propias de los sistemas oficiales de mantenimiento y control del orden público,  en cuanto a corrupción interna, retraso tecnológico y de gerenciamiento de la seguridad y un  cada vez más alarmante rechazo ciudadano, debido a continuos y comprobados actos de violación de derechos humanos, también es cierto que, a la cabeza del problema encontramos elementos rutinarios y simples, cuyo manejo coordinado y eficaz, serían un efectivo plan de choque para la crisis actual: el control del transporte en motos y del parrillero y el abandonar la zona de confort del CAI, para dedicarse al patrullaje sistemático, inteligente y permanente de las zonas críticas de la ciudad, serían apenas una muestra de lo que está por hacerse. 

 

Vale en estos momentos la célebre sentencia del Abad Galiania: “La serenidad de los pueblos, la verdadera felicidad, que es algo muy diferente de la alegría, sólo se logra cuando  tiene paz en el presente y seguridad en el futuro. ”

 

P.D. Interesantes los nuevos estudios sobre hambre en la ciudad y contaminación en la bahía, pero acaso no sabemos eso hace 30 años? Cuantos estudios más se necesitarán para que comencemos a actuar?


Cartagena, octubre 1 de 2021