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jueves, 23 de diciembre de 2021

EPÍLOGO


 

No se porque me acordaba tanto de los habitantes de macondo, cuando, después de 4 años de lluvias eternas, convocadas por la compañía bananera, salieron por primera vez a ver el pueblo arrasado y se encontraron unos a otros, estragados y andrajosos y sobrellevando con estoicismo la catadura triste de sobrevivientes de un naufragio.

 

Me imagino que así nos veíamos ese día cuando, después de dos años de pandemia, encierros y desgracias, salimos por primera vez al centro histórico de la Heroica Cartagena de Indias, todavía espantados y preocupados por la posibilidad de contagiarnos con la peste traicionera. 

 

La ciudad estaba triste, fea, llena de basuras y huecos de alcantarillas destapadas y rebosadas de aguas negras y gusanos rabones. Los pocos transeúntes se movían lentamente, con la mirada perdida y la cara medio cubierta, con unos trapos ridículos, que les daban la apariencia de personajes de película de zombis.

 

Mis hijos, Rodolfo, José Domingo, Ricardo y Luis Guillermo, que habían llegado, secretamente, desde diferentes partes del mundo, habían insistido en que debía salir a dar una vuelta, “para orearme”, pues temían que el encierro prolongado, me estuviera pasando cuenta de cobro y fuera el responsable de mi súbito interés en los vallenatos viejos, las historias de accidentes aéreos y los noticieros en francés, que eran toda mi distracción y ocupaban todo mi tiempo,

 

En una de las callecitas que salen a la Plaza de la Aduana había un grupito de personas, embobadas, observando un miquito que hacía payasadas en un balcón. Lo habían vestido de chaleco y corbatín y divertía a la gente, simulando con la pata, que tiraba de la cadena del pito de un tren. 

 

Luego saltaba y se encaramaba en un tractorcito y se ponía una mano en la nariz indicando que tocaba la trompeta, todo acompañado de sus respectivos sonidos y chillidos. Por último, cuando la gente comenzaba a gritarle “zambiloco”, enfurecía y hacía gesticulaciones y mostraba su intención de orinar a todos.

 

Era una nueva distracción, para una ciudad escaldada y decepcionada por el sufrimiento y el abandono, después de un par de años malditos, en los que se juntaron los efectos destructores de una pandemia imprevista y desconocida, con la improvisación y las locuras de un gobierno sin cerebro y sin corazón, que, más allá de su incapacidad para gestionar y gobernar, estaba poseído de un extraño talento para el mal, la ofensa y el desprecio hacia sus semejantes.

 

No lo conmovieron los cientos de miles de muertes absurdas, de las víctimas del desgreño y los malos manejos de la pandemia. Tampoco se inmutó ante el hambre y las cifras escandalosas, que daban cuenta que, más del 60% de sus electores se acostaban sin comerse las tres balas.

 

Mientras la inseguridad se disputaba los muertos con las pandemias de Covid y Dengue, el pichón de mesías se desternillaba de risa, comiendo salchichas alemanas y sonando un silbato, para espantar a los neo malandrines que invadían los barrios “Tenebrosos”, donde se hacinaban sus votantes ingenuos y crédulos que, ahora conscientes de su destino atravesado, se dormían con la esperanza de despertar en una ciudad mejor, sin el temor con que se despertaron sus antepasados en las mazmorras del sátrapa de turno.

 

En la esquina de la Universidad, comenzaron a aparecer los conocidos: El Vara, el Toñi y el Piolo, trataban de convencer a Juan Diego, que la mejor solución era que los vecinos se armaran de herramientas, para hacerle mantenimiento a los parques, que ya se habían vuelto intransitables y desaparecían bajo la voracidad de la maleza y el terror que producían los bandidos agazapados.

 

Cuando nos disponíamos a entrar a tomarnos el café más caro del mundo, divisamos la figura inconfundible que se acercaba por la Calle de la Soledad. Con su pelambre plateada enredada, su camiseta de preso, a rayas, y su caminadito de sincelejano, se acercaba acelerado y concentrado: El Maestro acuarelista, Cesar Bertel.

 

- Oye gran carajo, ¿Dónde estabas metido? – llevo dos años buscándote- le grité, acompañado por las risas del grupito de perrateadores. 

 

- Compadre, sacándole el quite a la plaga y a los huecos de las alcantarillas- nos contestó, mientras se sentaba con nosotros en el famoso café, en el que la pandemia había dejado vacías, un gran número de sillas de los habituales contertulios.

 

Nos acompaño a lamentarnos de nuestras tragedias, nos contó que había sobrevivido vendiendo acuarelas de pequeño formato a los chilenos, y que ahora se dedicaba a pasar la mojosera, pintando sus espectaculares selvas en un kiosco de Turbaco, mientras podía volver a su ambiente del metemonismo y espantajopismo del altiplano andino.

 

Cuando ya habíamos arreglado el mundo y agotado todos los temas decidí que era el momento de marcharnos. Al menos la catarsis nos había servido para recordar que el momento más oscuro de la noche es antes del amanecer y que pasara lo que pasara, La Heroica no se iba a rendir. 

 

Seguramente de esta desgracia, saldría esa nueva generación de líderes inspirados, comprometidos e incorruptibles que traerían, finalmente, paz y sosiego a nuestra gente.

 

-Vámonos para la peluquería, les dije a mis hijos:

- Eloísa está diciendo que, con este pelo enredado, cada día me parezco más al maestro Bértel.

 

Cuando ya nos alejamos, después de las despedidas llenas de promesas que nunca cumpliríamos, el maestro me grito: 

 

- Oiga compadre y porque no escribe y cuanta todas estas vainas. Dígale al mundo que aquí hay una ciudad que se llama Cartagena de Indias en la que “Se Jodió Pindanga.”

 

Me acordé de la respuesta del Maestro a Enrique Grau y le dije: - no se que es esa vaina, pero la pondré en mi próximo libro-.


Cartagena, 23 de diciembre de 2021

 

 

FIN



sábado, 20 de noviembre de 2021

EL VEREDICTO JUSTICIERO DE LOS TIEMPOS

La expresión “Time Flies”, usada por lo americanos para señalar que el tiempo pasa volando, a pesar de lo simple y evidente, tiene un contenido de filosofía popular incontrovertible y eficaz.  Nada más seguro y arrasador que el movimiento incesante del tiempo, dejando a su paso un reguero de realidades cumplidas, casi siempre, muy diferentes a las promesas, planes, deseos y hasta sueños.

 

Un amigo solía decir que: “no hay nada más bello que un día detrás del otro”, significando, igualmente, que el paso del tiempo es y será, por los siglos de los siglos, el juez universal que, finalmente, se encargará de poner cada cosa en su sitio y, al mejor estilo de Ulpiano, darles a cada quien, lo que les pertenece.

 

Creo que estos infortunados últimos dos años que, ya casi acaban para la ciudad de Cartagena y que también han pasado volando, han cumplido a cabalidad su cometido de entregarnos, a todos, el veredicto justiciero de los tiempos a que se refería Indalecio Liévano y que quedó, para siempre recordado, en la lápida de su tumba.

 

Se encargó el tiempo, en su paso inexorable, de darles la razón a quienes no creyeron en el discurso disruptivo, populachero y grotesco, de un charlatán aparecido, que, mediante maniobras y artificios de carnaval, logró atrapar a un grupo de votantes ilusos e incautos, para hacerse elegir alcalde de Cartagena. Esta situación, por supuesto, no es nada extraña en una ciudad ensimismada y con una triste tradición electoral de torpezas, frustraciones y desengaños.

 

Pero no solo les dio la razón a quienes no le creyeron su discurso embaucador, sino que, además, se encargaron estos dos años de demostrar que, igualmente, tenían toda la razón, en sus análisis, frente a la inexistencia de un Plan de Gobierno serio y estructurado, que recogiera las estrategias para desarrollar los estudios, programas y proyectos que, necesita la ciudad y que, desde hace rato, estamos esperando. 

 

El paso inexorable de los días demostró, hasta la saciedad, lo que se señalaba, tímidamente al principio, sobre su incompetencia para enfrentar un cargo, en el que la formación en temas de gestión pública es cardinal, un cargo para el que hay que prepararse toda una vida, habida cuenta del calibre de la responsabilidad que se asume. Cero formacion en finanzas públicas, en Planeación, en Hacienda y todo esto adornado con un talante pendenciero, irrespetuoso y abusivo, dieron origen a que rápidamente fuera ubicado, descalificado y descartado, por un grueso número de ciudadanos, a los que nunca convencieron sus mensajitos a colores, ni sus payasadas de marioneta empolvada. También a esos, el tiempo les dio la razón.

 

Y muy seguros estaban quienes, al darse cuenta que se trataba de un verdadero fraude, propusieron, pasado el primer año de pésimo gobierno, la revocatoria de su errático mandato, de acuerdo con lo estipulado por la misma constitución y la ley.  Llovieron truenos, centellas y hasta amenazas de muerte. Los sabios de siempre se unieron al corito celestial que, a la espera de retribución, adulaba y apoyaba al descontrolado personaje, que entre más era consciente de su inutilidad, más intentaba agradar con sus maromas infantiloides y sus promesas de cumbiambera, encaramado en un tractorcito ridículo, símbolo inequívoco de su pobre concepción del liderazgo y la gestión seria y eficaz.  

 

Dos años después de iniciada esta tragedia, ya a nadie le quedan dudas del descache monumental que cometimos y, poco a poco, hasta sus defensores más encarnizados, han entendido que, de nada vale tratar de tapar el sol con una mano, que el desastre es total y que los remedios escasean. Hasta sus aduladores más cercanos han decidido quitarse la máscara y, sin pudor, han comenzado a soltar ese entripado venenoso de desafueros, barrabasadas y tropelías, que fueron el eje estructurador de un gobierno químicamente bruto.

 

No hay duda de la sabiduría inconmensurable del paso del tiempo: Tan solo dos años fueron suficientes para demostrar, cuanta razón tenían y tienen quienes, prima facie, descalificaron a este salvador de pacotilla. Hoy, con una nula aceptación, y con el fantasma de más de sesenta mil firmas, recogidas para realizar su revocatoria, persiguiéndolo por una ciudad hambrienta, descuadernada, insegura, enferma y empobrecida, solo esperamos que, de la forma que sea, terminen estos tiempos de desgracias.

 

Ya a nadie le interesa si se va o se queda, si lo echan o lo dejan, si lo revocan o no. La frustración y el desencanto son tales, que a la gente solo le importa que, estos tiempos de zozobra y angustia, que tanta razón nos han dado, pasen lo más rápidamente posible, para terminar esta pesadilla y comenzar otro ciclo, donde la inteligencia y el sentido común, se pongan nuevamente al servicio de las causas correctas y de la gente correcta.

 

Parece que, pase lo que pase, ya la ciudad ha dado por concluido este bochornoso y deprimente capítulo de su azarosa historia. Tienen toda la razón, también, quienes hoy se amalayan, de no haber votado por otro que, seguramente, hubiese sido mucho mejor. Ojalá ese arrepentimiento tardío, sea el detonante de nuevas y mejores decisiones. 

 

No se por que me vienen a la memoria en este momento, las palabras del Dr. Martin Luther King, Jr.: “Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, pero sí, el silencio de nuestros amigos”. 


Cartagena, 20 de noviembre de 2021

 

 

 

 

 

 

lunes, 15 de noviembre de 2021

LA EXALTACIÓN DE LA DESIDIA

De tantas y tantas chambonerías que se han hecho en Cartagena, una de las más reconocidas por su fealdad, ubicación y pésima funcionalidad, es el famoso puente o loma que se construyó en el barrio de Crespo, a la salida del túnel, para empalmar la vía al mar con la Avenida Santander. Nadie se atrevió a ponerle un nombre y, generalmente, se le conoce como, el esperpento, el mamotreto o la loma de Crespo.

 

Debido a que nunca se le comunicó o socializó, como dicen ahora, a la comunidad, sobre los detalles del proyecto, nadie, ni siquiera los líderes cívicos del barrio, que solicitaron en innumerables ocasiones el contenido y planos de la obra total, conocía de la existencia del dichoso puente, dentro de un proyecto misterioso y desintegrado, que, además, traía la etiqueta de caballo regalado, por lo que, en teoría, no debíamos mirarle el colmillo y aceptar cualquier vaina.

 

Cuando se inició su construcción y la gente se percató del desastre, ya era tarde: La inmensa loma comenzó a crecer y crecer, llevándose por delante un importante sector de la emblemática y tradicional Playa de Marbella, en la que las cartageneras, históricamente, habían paseado y lucido su piel morena y que, en tibias noches de luna, sirvió de refugio alcahuete, a los “amores contrariados de Billy Sánchez y Nena Daconte”.

 

Por supuesto que la ciudadanía se mostró descontenta, molesta y emputada, por este atentado contra la única y última playa verdaderamente popular de la ciudad. Era increíble que, para evitar atravesar una playa con una vía, que pasaría por el frente de algunos edificios de apartamentos, se construyera un túnel, que luego terminaría en una loma gigantesca, que acabaría con un tramo de playa y un paisaje marino, iguales al que se proponía preservar. No faltó, por supuesto, el malicioso que dijera sonriente, que la diferencia era que: una playa era de ricos y otra de pobres.  Parece que este argumento tuvo poca acogida, frente a otro opuesto, que decía que en realidad en Cartagena no había ricos. Si acaso, algunos espantajopos habladores, medio acomodados.

 

Lo cierto es que no valieron  las súplicas de los vecinos afectados, las protestas de los expertos ambientalistas y mucho menos los diagnósticos certeros y descalificadores de arquitectos y reconocidos urbanistas, quienes, diseños en mano, como el de Grace, Carrascal, proponían la construcción de una  “rotonda turbo holandesa”, que no solo dejaría incólume la legendaria playa, sino que además sería otro sitio de embellecimiento de la entrada de la ciudad y atractivo turístico, muy al estilo de los que construyen las ciudades que si quieren y respetan el ambiente.

 

Se sabe que el dueño del contrato, al pasar por el sitio, para atender una reunión urgente en la alcaldía, miro el adefesio, se sonrió y dijo: “mierda verdad que es maluco”. La reunión fue citada por el alcalde de turno, debido a las inconformidades y señalamientos y, sobre todo, por las fuertes protestas con bloqueos de vías, en el propio sitio donde se construía el puente. A la final, allá encerraditos en la Aduana, sin la presencia de los líderes ciudadanos, se concluyó que todo era perfecto y el alcalde al fin decidió algo: Echarles el SMAD a los manifestantes, todos vecinos de los barrios afectados, que nunca fueron escuchados. Obvio que nosotros no permitimos que nos apalearan y nos retiramos, cuando nos dimos cuenta que, tenía más reversa un avión de Taxader

 

 

Así se hacen las vainas en Cartagena. El famoso puente, además de destruir y dejar inutilizados mas de 2000 metros de playa y acabar con un sistema paisajístico de gran arraigo popular, genera un fuerte bloqueo en el tráfico que viene del Aeropuerto, debido a que solo dejaron un estrecho carril de salida, que para colmo de males tiene un semáforo debajo mismo del puente. Como si fuera poco, con la construcción del puente loma, se bloquearon los drenajes naturales del terreno, lo que genera que, cada vez que cae un serenito, se formen dos tremendas lagunas a lado y lado, dando lugar a lo que ya todo sabemos: mas trancones y mas caos en la de por si ya caótica movilidad.

 

Para la época ninguna autoridad ni gremio y mucho menos corporación pública, abrió la boca y se hizo lo que a los constructores les dio la gana. Hoy, cuando ya nadie recuerda lo sucedido, solo quedan los vecinos de Crespo, liderados por la Junta de Acción Comunal, Asocrespo y un conocido edil de la localidad, intentando mantener vivos los chamizos del parque lineal, construido, a medias, sobre el espacio donde se hizo el famoso túnel, como contraprestación por el daño ecológico infringido al ambiente y a la comunidad. Ni la alcaldía, ni la Concesión Vial, ni nadie, responde y solo nos queda ver como se cae a pedazos otra obra que, muy seguramente, fue pagada por todos y como desaparecen varios kilómetros de playa, que serían una bendición para los bolivianos.

 

Recordaba esta historia cuando vi, hace unos días en redes, que una conocida líder mostraba, ingenuamente, una sugerencia, de como se debería diseñar y construir la quinta avenida de Manga, para respetar al ambiente y no generar los odiosos peajes. Ojalá tengan suerte en esta ocasión. En un mundo donde dar un like en Facebook se ha convertido en un lío y en una ciudad al garete, sin planificación, ejecución y control, y donde el “juanlaverguismo” impera, es poco lo que podemos esperar.

 

Se que estoy mostrando el momento más oscuro de la noche, aunque con la esperanza de que las luces del nuevo día, nos den la ponderación y la sabiduría para corregir el rumbo y poner fin a esta mojosera.

 

Como diría Raúl Portela: “El velo de la nostalgia, cubre tu rostro de linda princesa”.


Cartagena, noviembre 15 de 2021

sábado, 6 de noviembre de 2021

HISTORIAS DEL FUTURO

La noche que Pambelé ganó el título mundial de boxeo, me encontraba completamente solo y a oscuras, en el pequeño balcón del cuartico que compartía con Fermín Garizabal y Armando Camacho, en la calle Moor.

 

Para un estudiante de 21 años, arrutanado, mondado y extraño, en una ciudad extraña, era otro sábado frío y aburrido, en el que la única diversión posible, era salir del cuartico de 3 x 3 al balconcito minúsculo, a mirar la calle desierta, en la que el silencio solo era interrumpido por las sirenas de las patrullas y los acordes lejanos de los tangos, en los bares de café y aguardiente, infaltables en casi cada esquina.

 

Tengo que admitir que estaba preparado para una derrota más de nuestro boxeo. Las caídas de Caraballo frente a Joffre y Harada, nos habían enseñado que una cosa era ganar peleítas en la Serrezuela y otra, muy distinta, enfrentarse a campeones del mundo. El mismo Pambelé había sido vencido dudosamente, un año antes, por un chiquitico calvo, en el emblemático y abrumador Luna Park de Buenos Aires. Niccolino Loche: un hombrecito que, por la forma de esquivar los golpes, parecía más un mago que un boxeador.

 

La pelea estaba siendo trasmitida, por radio, por Edgar Perea, con comentarios de Meporto y, a pesar de las exageraciones nacionalistas del locutor, se veía que el campeón panameño, llevaba la ofensiva del combate. Al terminar el noveno asalto, Meporto hizo el famoso y extraño comentario que resultó premonitorio y definitivo: “El campeón mundial recibió una buena mano y se fue resentido” – dijo con su rara vocecita-. La esquina del Pambe también lo analizó y un minuto después, yo estaba saltando, solo, en mi oscuro balconcito. Una vecina paisa que no se perdía la rodada de un catre, se asomó, me miró como quien mira a un marciano y me increpó: ¿Oiga costeño y que pasó?  -Pues imagínese que ganó Pambelé -le grité. Me miró desconcertada y preguntó ¿Y luego ese quien es pues?

 

En realidad, el interior del país no estaba para festejar campeonatos de boxeadores desconocidos y mucho menos costeños: Apenas si habían pasado dos años desde la fatídica noche del 19 de abril de 1970. Ese domingo se elegiría el reemplazo de Carlos Lleras y la elección tenía además un ingrediente simbólico, ya que se enfrentaban el último representante del desprestigiado Frente Nacional, varias veces ministro y últimamente Embajador en Washington, Misael Pastrana, contra el expresidiario, exdictador, expresidente, excomandante de las Fuerzas Militares, Gustavo Rojas Pinilla, a la sazón candidato de la Alianza Nacional Popular ANAPO.

 

A las 8 de la noche el candidato Rojas Pinilla, quien además gozaba de un gran respaldo popular y de gratitud, de buena parte de los votantes pobres, aventajaba a Pastrana por 113721 votos, cifra astronómica para la época. Fue cuando el pueblo comenzó a festejar ruidosamente, que el Ministro de Gobierno Noriega, ordenó suspender todo tipo de informaciones radiales y dejó en manos de: óigase bien, la Registraduría, todo el proceso de información. En la mañana ya Pastrana ganaba por 2617 votos, cifra que aumentó lentamente hasta quedar finalmente en una diferencia de 63567 votos a favor del papá de Andrés, otro a quien también elegimos en un domingo aciago. Las protestas no se hicieron esperar y la represión tampoco. Esa misma noche Carlos Lleras decretó el tenebroso Estado de Sitio, el Toque de Queda y el arresto de Rojas Pinilla y otros dirigentes de la ANAPO.

Dos días después, ya había informes comprometedores de chocorazos y fraudes en Nariño, Sucre, Cauca y Chocó. La violencia estudiantil y obrera, se apoderaba del país y cientos de estudiantes, entre esos mi compañero, eran arrestados y desaparecidos en los socavones criminales de cárceles infrahumanas. El fantasma del infame Consejo de Guerra, comenzó a espantar hasta a los más bravos y comprometidos líderes de la protesta. 

 

Fue entonces cuando el presidente sacó a relucir su talante mas represivo y autoritario: a las 8 de la noche del martes 21 de abril de 1970, frente a las cámaras de la borrosa televisión a blanco y negro, sacó su viejo reloj de fabricación rusa, lo acercó a la pantalla y dijo: “El toque de queda se cumplirá, y quien salga a la calle será por su cuenta y riesgo y con las consecuencias de quien viola un Estado de Guerra. La gente tiene una hora para dirigirse a sus casas”.

 

Así que ya entienden la tristeza, la soledad y el miedo que reinaban, la noche que ganó Pambelé y porque me tocó festejar, brincar solo en mi pequeño balcón y, sobre todo, aguantarme las repelencias de la vecina paisa malcriada. Unos meses después comenzaron a circular unos mensajes enigmáticos en algunos periódicos nacionales: Parasitos... gusanos? Espere M-19. Luego aparecería el famoso grupo guerrillero que captó la atención y algunas simpatías de los colombianos, hasta su desmovilización en 1990. 

 

Varios años más tarde, el exministro Lucio Pabón, el senador Luis Avelino Pérez y una Capitán retirado, de la Policía, informaron como se había planeado y tramitado el famoso Chocorazo. 28 años después, el mismo ministro de gobierno de la época, Carlos Augusto Noriega, publicaría: "Fraude en la elección de Pastrana Borrero" (Editorial La Oveja Negra, 1998), en el cual aceptaría y daría datos sobre la realización del fraude.

 

Es claro entonces, que nada de lo que pasó, pasa y seguirá pasando, es nuevo. Lo tenemos bien aprendidito y bien practicadito, para aplicarlo cada vez que sea necesario.

 

Por mi parte, tengo buenas razones para festejar, así sea solo,  el triunfo del Pambe en esa fecha: exactamente dos años después, el 28 de octubre de 1974, recibía mi grado de ingeniero y el mismo día pero 10 años más adelante, nacería uno de mis hijos.

 

P.D. Mi compañero fue arrancado de las garras del consejo de guerra y liberado,  en una audiencia histórica y tumultuosa, en la que me tocó actuar como testigo. Esto, gracias a la actuación jurídica  impecable de ese gran humanista: Carlos Gaviria Díaz (QEPD).


Cartagena, noviembre 6 de 2021

miércoles, 27 de octubre de 2021

INVENTOS DE LA PANDEMIA

Encontré a una señora, bastante entrada en años, caminando y buscando, desesperadamente un café internet, por una de las callecitas aledañas a la Universidad de Cartagena.

 

Llevaba en la mano un papelito que mostraba gesticulando y quejándose, a quienes se detenían a escucharla. De puro metido me detuve y observé el papel, que en realidad era un cartoncito con instrucciones, sobre la forma como debería interactuar con una página web, para conocer los resultados de unos exámenes de imágenes, que se había realizado en un conocido sitio de la ciudad. 

 

Se informaba la dirección de la página web a la que debería entrar, lo que significaba que debería tener un computador o un equipo inteligente, internet y, lo más exótico de todo, se solicitaba que debería estar dotado del buscador Mozilla Firefox para, finalmente, acceder a los resultados e imágenes. Se daban, además, instrucciones de entrada, usando usuario y password. Toda una verdadera hazaña cibernética para la señora, que se notaba por su desconcierto y desazón, no tenía conocimientos sobre el espinoso tema, que, a veces, es complicado hasta para verdaderos come pantallas.

 

Para hacerle el favor completo, la acompañamos al sitio, en la calle del porvenir, donde han sacado sus fotocopias, las tres últimas generaciones de egresados de la Universidad de Cartagena. La señora, que ya se sentía un poco más tranquila, no demoró en comenzar a ampliar la información y las quejas: “antes uno iba a buscar sus resultados, pero ahora con la cosa del covid, se han inventado este sistema para ponerlo a uno a loquear y a pasar penas.”

 

Tenía razón: alegando precauciones para evitar el contagio y la propagación de la pandemia, algunos prestadores de servicio se han desmontado, por las orejas, de su responsabilidad de entregar unos resultados físicos al cliente y se han ideado el peregrino y enrevesado procedimiento, de poner a las personas a escarbar en páginas web los resultados de estudios, generalmente  ordenados y pagados por las  EPS´s, a cuyos médicos, en realidad, se les deberían enviar, para ser incluidos en las historias clínicas de los pacientes.

 

Estos cambios, inconsultos y arbitrarios, no solo olvidan que hay clientes y pacientes que no tienen acceso a las nuevas tecnologías y procesos en línea, sino que rompen la cadena de custodia de información de carácter privado y confidencial, en la relación médico paciente y que, por demás, revisten entre otras cosas, la categoría de documentos con contenido e importancia jurídica probatoria, de gran relevancia cuando las circunstancias lo exigen.

 

Estos hechos, aparentemente triviales, y otros subproductos de la pandemia, han venido a complementar la ya larga lista de calamidades que, cada día, amargan más y más la vida de los cartageneros: ya no extraña ver en plena calle, a sol y agua, largas colas de clientes de bancos, EPS´s, notarías, laboratorios clínicos, consultorios médicos, odontológicos y todo tipo de actividades, donde la atención al cliente exige algún tipo de espera. Esto, que era muy normal en lo público, es hoy prácticamente la regla general y, con el pretexto del distanciamiento social, se ha oficializado el, de por si, ya aceptado y consentido, pésimo servicio al cliente que identifica a la ciudad.


Especialmente grave, la situación de los consultorios médicos, donde desde hace ya tiempo se inventaron el absurdo e irracional procedimiento de decirle que: “su cita es a las dos, pero por orden de llegada”. Es decir, si usted cumple si cita a la hora indicada, pero cuando llega ya hay 20 personas en la sala, usted será atendido en el número 21 a las 8 de la noche. Esto, por supuesto, convierte una cita médica en un complejo protocolo de todo un día. Las malas lenguas dicen que todo esto se inició, desde cuando comenzaron a “pagarles a los médicos con papelitos”.

 

Esta barbaridad, que no se si la sabrán nuestros queridos médicos, y que desafía las más elementales reglas de la planeación y del sentido común, es una práctica administrativa aceptada y reconocida en la Heroica, dentro de nuestro culto al absurdo y a la falta de lógica y ha venido a ser reforzada por las leyes acomodaticias de la pandemia, en las que el maltrato al cliente goza de muy buena aceptación y se soporta exitosamente, en la dictadura de los recepcionistas y los vigilantes.  Mientras tanto, y cuando ya en el mundo entero el Covid, con todos sus perendengues, es cosa del pasado, aquí seguimos en un limbo de suposiciones, elucubraciones y divagaciones, en las que el “por favor me colabora con el tapabocas”, surge como solución mágica para la prevención, el control y la cura del maldito bicho.

 

Hay informaciones de entero crédito que dan cuenta de que, aun hay empresas en las que el salario continúa reducido a niveles de pandemia, a pesar de haberse reiniciado labores normales desde hace rato. Obviamente ya ustedes comprenderán que les pasa a aquellos que se atrevan a reclamar.

 

Por supuesto que una de las obligaciones perentorias de los gobiernos, al menos en las ciudades y regiones donde este existe, será la de entrar a hacer revisiones de todo tipo, pero muy especialmente de cánones, mensualidades y precios, pues parece que los avivatos de siempre ya comienzan a aprovecharse del desorden y a recuperar el tiempo perdido.

 

Por mi parte tocará seguir la recomendación del maestro Billo Frómeta y que ya muchos vienen poniendo en práctica: Pa Barranquilla me voy.


Cartagena 27 de octubre de 2021

domingo, 17 de octubre de 2021

EL DESASTRE QUE SOMOS

Hace algunos días un muchacho paseaba, despreocupadamente, por el Centro Histórico y, al tiempo que apreciaba la exuberante belleza de nuestro Mar Caribe, se entretenía mirando las variadas piruetas de los pocos transeúntes que, resignados, intentaban cruzar la vía en medio de los huecos y charcos, dejados, a la sazón, por el único y esperado proyecto que se desarrollaba en la ciudad: La tan cacareada reconstrucción de la Avenida Santander.

 

El joven, que en realidad era un turista del interior del país, había llegado a La heroica en compañía de su familia a festejar el grado de su hermana e, inadvertidamente, se puso en contacto con un cable de alta tensión, tirado de cualquier manera en el suelo del oscuro y abandonado Parque de la Marina, recibiendo una descarga eléctrica de alta intensidad, que produjo se deceso inmediato. Se cuenta que otra persona que, igualmente, se encontraba cerca del lugar resultó herida.

 

Este desproporcionado, inaceptable y bochornoso episodio que, aparte de ser destacado en medios locales, no tuvo mucha trascendencia nacional, quedó prácticamente sin calificación y muy pronto fue olvidado, después de algunas declaraciones altisonantes de los implicados, según las cuales: “se harán exhaustivas investigaciones para determinar responsabilidades y aplicar todo el peso de la ley a los culpables”. Mientas tanto, en forma descarada, se calificaba el desastre de, “desafortunado accidente” y sanseacabó. Como si fuera muy accidental tener cables de alta tensión aéreos y que estén por ahí tirados, para que la gente los pise, cual trampas mortales.

 

Seguramente ya habrá por ahí algunos defensores oficiosos de causas perdidas, diciendo que, en una ciudad turística, donde vienen tantos turistas, lo más normal es que, de vez en cuando, a alguno de ellos le ocurra alguna fatalidad o un accidente. No tenemos nada en contra de esa afirmación, siempre y cuando se trate en realidad de accidentes en su sentido estricto: hecho imprevisible, repentino y ajeno a la voluntad. Pero, seamos serios: no es imprevisible, ni ajeno a la voluntad, instalar redes aéreas de alta tensión y, mucho menos, dejar que colapsen, quedando los resultados de esta acción al azar. 

 

Desde el día en que el Pinturero, cayó en su paracaídas en el Mar del Cabrero y no se había previsto esta eventualidad, para evitar la tragedia, hasta este último episodio en el parque de la Marina, son muchos los mal llamados accidentes, que han ocurrido a turistas en la ciudad y que hablan muy mal de nuestra  capacidad real de organización y control, de una actividad de la que nos jactamos, es uno de los pilares de nuestra economía, generadora de desarrollo y empleo digno para nuestros conciudadanos.

 

No es uno ni dos, son docenas de turistas, los que se han caído en alcantarillas destapadas en el centro y en los registros eléctricos, instalados a manera de trampas en los andenes. Son muchos los turistas, que recién bajados del avión, se meten al mar Caribe para no salir más, sin que, por una u otra razón, seguramente siempre justificable, haya aparecido la mano amiga de un salvavidas a ayudarlo. Son muchas las familias de visitantes que han padecido el horror, y el dolor, al volcarse el coche en el que se movilizaban, al desplomarse, de físico agotamiento, el pobre caballo que lo tiraba. Debe ser verdaderamente trágico regresar a la casa a llevar la noticia de la mala hora.

 

Que más necesitamos que ocurra para actuar: ¿Que los turistas y los cartageneros sigan siendo atracados y asesinados, siempre “en hechos aislados”, por las cuadrillas sucedáneas de los Tropojanos o de la Ndranghetta, que atacan a la vista de todos, a plena luz del día y en cualquier lugar de la ciudad? Parece que, al contrario de lo esperado, en lugar de protección y apoyo por parte de la policía, la ciudadanía y el turismo sienten cada vez más miedo de una institución, cuyas actuaciones, a veces equívocas y contrarias al sentido común, dejan mucho que desear.

 

El caso de una turista tirada del cabello y revolcada por varios agentes, que luego “tomaron las de Villadiego”, cuando la ciudadanía reaccionó airadamente en su contra, es apenas una muestra del tamaño del problema. Igualmente, preocupante sigue siendo la pasividad mostrada por este supuesto equipo de defensa de nuestra honra y bienes, frente al bochornoso y perverso tráfico y acoso sexual, a que son sometidos los turistas y cualquiera que se les parezca, en cualquier rincón de nuestra noble e ínclita ciudad.

 

Es obvio, que ya la gente se mamó del alcalde, y solo la sostiene la esperanza de que este martirio ya durará poco. De acuerdo con ese sincretismo perverso, es igualmente obvio, que ya el alcalde se mamó de la ciudad y solo lo mantienen la expectativa de seguir pasándolo bien, por cuenta del erario público y su afición a la burla, el perrateo y al abuso, ante la mirada complaciente de autoridades y entes de control mamasantones y blandengues.

 

Los cartageneros tenemos la palabra: Sin importar como termine este gobierno de pesadilla, tenemos la obligación ciudadana y humana de la reflexión, del derecho a cambiar y de hacer las cosas bien. Elegir inteligentemente a personas con comprobada capacidad de gestión, ejecución y compromiso con la ciudad, será nuestra tarea. No podemos volver a fallar.

 

Parafraseando al célebre presidente ecuatoriano del terremoto de Ambato: Quien quiera derramar lamentos por Cartagena, que lo haga en billones de pesos.

 

P.D. Es obvio que, con esa catadura astrosa y esos ademanes disparatados y atolondrados, no lo reciban en los despachos del poder de la Avenida Pensilvania, en el corazón de Washington, 


Cartagena, octubre 17 de 2021

 

 

PAPERS Y MAS PAPERS

Recuerdo que cuando jóvenes, que leíamos novelitas de vaqueros de Marcial La Fuente Estefanía, Silver Kane y Keiht Luger, nos encontrábamos con el interesante fenómeno de un bandido que, perseguido por un Sheriff o un Marshall, hacía grandes esfuerzos para cruzar la frontera de un estado y ponerse a salvo en otro, donde su perseguidor no tuviera jurisdicción o, peor aun, su actuación no fuera delito.

 

Tanto el Sheriff perseguidor, como nosotros, entusiastas lectores, sufríamos la frustración y el desencanto momentáneos por la salvada del asalta diligencias, quien, desde el otro lado de la frontera, detenía su caballo y hacía cabriolas de burlas al decepcionado perseguidor, al que solo le quedaba el recurso burocrático de intentar comunicarse con el sheriff del otro lado, a ver si de pronto lo ayudaba.

 

De acuerdo con los famosos escritores de estas historias, había estados y lugares, que eran verdaderos paraísos para los delincuentes, quienes vivían en ellos a sus anchas, alardeando de sus hazañas y sus riquezas, al amparo de gobiernos mamasantones que se hacían los pendejos para, de paso, aprovecharse de las ventajas que significaban estos personajes, gastando y convirtiendo sus estados en verdaderos polos de lujo y desarrollo.

 

Muy seguramente, ninguno de nosotros en esa época, teníamos ni la más mínima sospecha, que, en el futuro, esas trapisondas de bandoleros, vestidas con otros ropajes, otras denominaciones y con otros actores, más sofisticados y poderosos, tendrían lugar en otras latitudes. Nuestro único problema era el de conseguir los 20 centavos que valía, en nuestro puesto preferido en el parque del centenario, el alquiler de una novelita, sentarnos un rato al borde del estanque de las hicoteas a leer y luego emprender el regreso, sentados en la chiva de Torices Crespo, con la cabeza enterrada en los vericuetos y callecitas del Paso Texas o de algún “saloón” remoto de Wichita.

 

Las perrerías de los bandidazos de las novelitas, hoy se han modernizado y se conocen como “Papers”: Panamá Papers y Pandora Papers, ¿será que todos van con P? y, aunque esto ocurre casi 200 años después, el modus operandi es casi el mismo de los ladrones de diligencias de nuestras novelitas de vaqueros: se consiguen grandes cantidades de dinero  en su país, algunas legales y otras  ilegales y luego las sacas y las  ocultas en estados, donde tu país no tiene jurisdicción y, por el contrario, el país receptor facilita el ocultamiento, mediante el sencillo expediente de garantizar secreto absoluto, sobre las cuentas y las empresas fantasmas que se inventan para hacer las jugadillas.

 

De acuerdo con las informaciones el negocio es redondo y se gana por punta y punta, como en la extinta Lotería de Bolívar, ya que no pagas impuestos en tu país, por los dineros legales y de paso, pones a salvo y lejos de toda sospecha, el dinero y bienes introducidos bajo la muy antigua modalidad de trasponer el matute. Parece que la cosa no es nueva ni desconocida y, si bien, permanentemente se habla de nuevas leyes e investigaciones en los países tumbados, lo cierto es que las pesquisas criminales a menudo se ven "obstaculizadas" porque las autoridades que investigan, no pueden saber quién es el dueño de las propiedades escondidas, de correndillas, en los llamados paraísos fiscales. 

 

La vaina hubiese seguido funcionando a lo bien, de no haber sido por la nada despreciable mirada escrutadora de más de 600 periodistas en 117 países que han estado revisando los archivos de 14 fuentes y analizando los datos obtenidos por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) en Washington DC, que ha estado trabajando con más de 140 organizaciones de medios en una gran investigación mundial.  El Reino Unido, estado que ha resultado bastante “pringado” en el escandalo destapado, ha puesto a trabajar el programa de investigación de la BBC Panorama y The Guardia, a fin de esclarecer los hechos que los comprometen.

 

De acuerdo con las informaciones disponibles de fuentes confiables, en la filtración que los investigadores han logrado de los Pandora Papers, se han podido revisar cerca de 12 millones de archivos, en los que se incluyen 6,4 millones de documentos, casi tres millones de imágenes, más de un millón de correos electrónicos y cerca de  medio millón de hojas de cálculo. Los datos estudiados, señalan como responsables del tráfico,  a algunas de las personas más poderosas del mundo, incluidos más de 330 políticos de 90 países, donde aparecen, por supuesto, algunos colombianos, que hacen la jugada que hacían los antiguos asaltantes del  Oeste Americano, para esconder sus riquezas.

 

Asimismo, han informado los investigadores del Pandora Papers que, aunque es dificil establecerlo  con seguridad, el dinero que se mueve a través de estos paraisos y mediante cuentas secretas y empresas fantasmas, está por los lados  de entre US$5,6 billones y US$32 billones, billetico largo, como dice mi amigo Jorge, que siempre alcanza para comprar unos cien novillos de año y cuarto. Por lo pronto no tenemos por que desvelarnos, ya que los políticos y magnates colombianos involucrados en el negocio, han anunciado que están “tranquilos” porque no han hecho nada ilegal. Menos mal.

 

A lo mejor estamos asitiendo a otro show mediático, cortina de humo, del que pronto, solo quedarán comentarios, ya que según los analistas, los Pandora Papers muestran que "las personas que podrían poner fin al secreto en el extranjero, se están beneficiando de él. Así que no hay ningún incentivo para acabarlo"

 

No han faltado los ociosos que ya se inventaron el Cartagena Papers, que no es otra cosa que el trepa que sube y los movimientos raros que, poco a poco, se anuncian en la elección de mesa directiva del Concejo y en la elección de contralor. Vea pues.

 

P.D. Alguien sabe algo del alcalde? Va a regresar o se queda?


Cartagena, octubre 17 de 2021

 

 

 

 

martes, 12 de octubre de 2021

TRADICIONES Y LEYENDAS

Con frecuencia he escuchado decir que cuando llegan los meses terminados en “Bre”, se acabó el año. Esto ocurre debido, probablemente, a que es en este momento, cuando las emisoras, comienzan a hacer propagandas de las Fiestas de Noviembre y de fin de año.

 

Efectivamente, se trata de unos anuncios con música pegajosa, que lleva ya muchos años siendo utilizada para estos fines y que, seguramente, tienen por objeto preparar el ambiente de fin de año, que, no se porque, pero siempre se supone alegre, festivo y relajado.

 

Conozco gente un poco exagerada que, desde ese momento, comienzan a hacer preparativos e instalaciones de los arreglos de navidad, entre ellos el gran maestro Alejandro Páez, quien, creo que tiene el record de ser, año tras año, quien primero arregla su casa y la llena de luces y elementos decorativos alusivos a la navidad. El defiende este presunto adelanto con un argumento peregrino, pero incontrovertible: “no se justifica tanto trabajo y tanto gasto, para tener que volver a desarmar y guardar todo a los 20 días”.

 

Hay otro bonche de cresperos, encabezados por el Tom Sawyer, más frívolos y mamadores de gallo, que sostienen que: “en Cartagena, desde que entra el mes de octubre, no se trabaja más”. Afirmación estrafalaria y folclórica que, anteriormente, comprendíamos relacionada, con esa sensación de víspera de fiestas, ese ambiente alegre, y esa proximidad de eventos, todos generadores de parranda, y de vacaciones que, uno tras otro, se iban sucediendo sin solución de continuidad, pero igualmente en los que todo se cerraba y dificultaba: semana de receso, Ángeles Somos, fiestas de noviembre, Día de las velitas, Navidad, año nuevo y fin de semana Reyes. Para una ciudad turística, súper visitada, rumbera y desordenada, esta sucesión de fiestas, efectivamente hacían creíble la afirmación de los guasones inmortales del campito de Crespo.

 

Conocí un grupito de recontra sinvergüenzas, liderados por un tal Gaviria, que pretendían pegar la fiesta de Reyes, con las Fiestas de la Virgen de la Candelaria de la Popa y de ahí dar un salto hacia los Carnavales de Quilla y la Semana Santa, para conformar un verdadero pandemónium infinito de recocha y diversión, en el que solo los espíritus mejor dotados y los bolsillos más pujuchos resistirían.

 

La verdad es que, de todos estos rasgos culturales de la costeñidad, el que más me convence y divierte, porque de alguna manera lo he vivido y presenciado como testigo de excepción, es el que dice que “en diciembre se bebe todos los días”: Por alguna extraña e inexplicable razón, el espíritu festivo llega a su punto máximo, la alegría se apodera de todos y no falta el conchudo que, siempre encuentra un motivo, una razón, una terraza y una buena música para armar el grupito y la gozadora de cada día.

 

Pero más de allá de las gratas recordaciones, lo cierto que, de estos tiempos felices ya poco queda: Primero, y sin saber como, apareció el famoso día de las brujitas, importación gringo – cachaca, sustentada en el comercio de disfraces y dulces, que acabo con una tradición cultural religiosa, de solidaridad y trabajo en equipo, que venía desde la colonia.  Después vinieron los aguaceros atravesados y las inundaciones de cada noviembre, que, además de traer tragedia e iniquidad, mermaban el espíritu y obligaban a aplazar y a veces hasta a cancelar cualquier actividad, para dedicarnos al rescate de los damnificados.

 

No hay que olvidarse de las famosas Fiestas de Noviembre, que en una época movilizaron a todo el país y que fueron un punto destacado en la agenda cultural y festiva interna y externa, y que han ido languideciendo a la sombra de unos extraños pero eficientes procesos negativos,  que incluyeron: las  luchas bizantinas entre académicos y directivos, al respecto de la historia y la celebración,  y la disputa feroz  de poderes, alrededor de la realización del Reinado Nacional de la Belleza, evento de alta categoría nacional e internacional, que siempre generó envidias, apetitos económicos y malquerencias.

 

Obviamente, se hizo evidente la pérdida obligada de interés de la ciudadanía, al desaparecer de la agenda el componente popular, reemplazado por unos festejos dietéticos y por la elitización y el alto costo de los eventos, ahora trasladados a exclusivos clubes y hoteles y, por último, la falta de una dirigencia activa y efectiva que, desde el mismo gobierno, liderara con firmeza el tema.

 

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo, llamadas  y cantadas como la tradición del año, donde unos van alegres y otros van llorando, también se han visto afectadas en una ciudad turística y cosmopolita,  por el influjo seductor de las grandes fiestas, en los grandes hoteles, al mejor estilo europeo, en las que lo mejor del jet set criollo y extranjero, comparten con  los colados de siempre, mientras la gente de los barrios abandona la costumbre ancestral de celebrar en su terraza para, sentados en sillas Rímax, observar a la orilla del mar, las celebraciones luminosas de los poderosos.

 

Se ha vuelto repetitivo y aburridor, escuchar a nuestras autoridades decir que: “este año si vamos a rescatar las fiestas”, pero nada pasa. Creemos que esta es otra de las tareas importantes que, un próximo alcalde serio y ubicado, deberá incluir en sus planes estratégicos y de desarrollo, para alegría de un pueblo escaldado por tantos malos ratos.

 

El Coronel solía decir que en diciembre daban ganas de sacarse un retrato. Ojalá y sea pronto, pero un retrato de verdad, no una selfie común y silvestre.


Cartagena, octubre 10 de 2021

viernes, 1 de octubre de 2021

DESCONTROL E INSEGURIDAD

El tema de la inseguridad en la heroica se pone cada día mas teso y descarado y, lo peor, es que ya casi nadie le para bolas.  Comenzando, obviamente, por nuestra primera autoridad, siguiendo por su agente delegado o secretario del Interior y concluyendo, con los comandantes de las armas, para quienes parece que la vaina no fuera con ellos.

 

Creo que ya perdimos la capacidad de   asombro y de preocupación. Las noticias de asesinatos y atracos pasaron a hacer parte de nuestra cotidianidad y es muy fácil y hasta entretenido, hablar de cosas que les pasan a los otros, y que se piensa que a nosotros nunca nos van a ocurrir.

 

Ahora que la tecnología nos dio la posibilidad de conocer en tiempo real, prácticamente todo, nos pasamos recibiendo videos de todas partes de la ciudad, que registran, nítidamente, las actividades de los delincuentes, sus métodos, rutas de escape, formas de movilización y toda esa logística bandidesca. Parece que todos estuviéramos informados, menos nuestras autoridades y, obviamente, la policía, que casi nunca aparece, nunca da cuenta de las acciones que se toman y solo los vemos atrincherados en sus CAI´s, dedicados a la más tranquila y eficiente labor de poner unos conos anaranjados, pedir papeles, vigilar el Pico y Placa y el uso sistemático y extensivo del tapabocas.

 

Hace algún tiempo, por gestión directa de nuestros proactivos y comprometidos ediles, líderes cívicos y comunales, se logró que se expidiera una normatividad que restringía el uso del parrillero en varias zonas de la ciudad, en las que, después de un juicioso análisis, se concluyó que el uso de la motocicleta, como medio de transporte era innecesario, debido al buen cubrimiento del sistema Transcaribe. Todo marchó bien, mientras las autoridades respetaron la medida y la Policía ejerció los controles para hacerla cumplir. La nueva administración en su afán populista comenzó a desmontar esta buena práctica, hasta el punto de que, si hoy existe norma ya nadie la respeta, comenzado por quienes la deben hacer cumplir. Los resultados del desastre saltan a la vista, mientras que, las cifras oficiales, indican que somos un paraíso de tranquilidad.

 

No sabemos que más se necesitará, para que los encargados de cuidarnos en nuestra honra y bienes, según el mandato constitucional, se den cuenta que, en todo atraco, en todo sicariato y en todo hurto con violencia que se comete en la ciudad, están involucrados una moto y un parrillero. Ni hablar de las armas, las cuales por mandato oficial le fueron prohibidas a los ciudadanos, que las adquieren legalmente, como medio de defensa de su vida y la de su familia, y, en cambio se les dejaron ilegalmente a los delincuentes para que, a su antojo, atenten contra una ciudadanía indefensa y abandonada de las autoridades que juraron cuidarlas.

 

Una de las famosas ofertas de la puesta en marcha de Transcaribe, era la de reducir paulatinamente, y en la medida en que el nuevo sistema entrara a funcionar, los medios irregulares y piratas de transporte público que, poco a poco, se habían tomado la ciudad. Hoy, adicionalmente a los grandes problemas estructurales en cuanto a lo técnico y financiero de Transcaribe, continuamos con todos los sistemas ilegales de transporte público, elevados a su máxima potencia y, de ñapa, nos dejaron el problema de la inseguridad y la delincuencia, anejos al uso indiscriminado de la moto y el parrillero, no solo como medio de transporte, sino para otras actividades non sanctas.

 

No hay dudas sobre la crisis en que está metida la ciudad, ante el fracaso de su única opción de transporte público y el crecimiento desbordado de mecanismos ilegales e irregulares, que vienen a suplir las deficiencias del sistema oficial. Es evidente asimismo que los grandes problemas de movilización de la ciudad y el crecimiento exponencial de la inseguridad, están seriamente vinculados al uso descontrolado e indiscriminado de la moto, como medio sucedáneo de transporte. He aquí dos de los grandes problemas, para los que los futuros candidatos a la alcaldía de Cartagena, ya deberían estar estructurando propuestas serias, con soluciones de fondo.

 

Si bien es cierto que el problema de inseguridad, es un monstruo de muchas cabezas, incluyendo, como es evidente para todo el país, las deficiencias estructurales propias de los sistemas oficiales de mantenimiento y control del orden público,  en cuanto a corrupción interna, retraso tecnológico y de gerenciamiento de la seguridad y un  cada vez más alarmante rechazo ciudadano, debido a continuos y comprobados actos de violación de derechos humanos, también es cierto que, a la cabeza del problema encontramos elementos rutinarios y simples, cuyo manejo coordinado y eficaz, serían un efectivo plan de choque para la crisis actual: el control del transporte en motos y del parrillero y el abandonar la zona de confort del CAI, para dedicarse al patrullaje sistemático, inteligente y permanente de las zonas críticas de la ciudad, serían apenas una muestra de lo que está por hacerse. 

 

Vale en estos momentos la célebre sentencia del Abad Galiania: “La serenidad de los pueblos, la verdadera felicidad, que es algo muy diferente de la alegría, sólo se logra cuando  tiene paz en el presente y seguridad en el futuro. ”

 

P.D. Interesantes los nuevos estudios sobre hambre en la ciudad y contaminación en la bahía, pero acaso no sabemos eso hace 30 años? Cuantos estudios más se necesitarán para que comencemos a actuar?


Cartagena, octubre 1 de 2021

domingo, 26 de septiembre de 2021

ASÍ NOS VEN

Le preguntaba a Javier, un amigo que vive desde hace muchos años en Europa, sobre ¿como se ve el país desde el otro lado del charco? Esta es una pregunta pendeja, que casi siempre se nos ocurre, cuando hablamos con alguien que se fue de Colombia   y tiene la posibilidad de ver el país desde afuera y, de pronto, con la óptica y el análisis de otros medios, más objetivos y menos comprometidos.

 

Tuve el cuidado de hacer la pregunta a un colombiano, más informado de nuestro día a día, y de nuestras ocurrencias, que a un europeo de esos que creen que un loro es un “gallino verde”. De entrada, me di cuenta que la pregunta lo había cogido descuidado y, lo peor, era más difícil de responder de lo que yo podía estar pensando.

 

Se quedó pensativo, sonrió, se pasó la mano por una barbita repelente que se había dejado para “meter monos”, y, finalmente, comenzó bajito y lento: lo primero es que yo creo que, … somos menos importantes de lo que piensan esos cachacos que se las pican de intelectuales, porque se la pasan escribiendo bobadas en twitter. No es que en Europa vivan todo el día pendiente de nosotros. Hazte cuenta de que tu vas a Maldivas y una persona de ese país te pregunta, ¿como ven a Maldivas desde Colombia? 

 

Inicialmente pensé que me estaba mamando gallo: ¿como así? Si somos un país excepcional.  Con todos los pisos térmicos, con costas sobre dos océanos, con la más grande biodiversidad en flora y fauna, y con infinitos recursos hídricos. Y eso que, ¿no vale? Si tenemos el mejor café suave del mundo, el segundo Himno Nacional más bello, después de la Marsellesa, deportistas destacados y dos Nobeles, el Carnaval de Barranquilla y la ciudad amurallada de Cartagena, Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad. 

 

El amigo miró mi cara de asombro y remató con contundencia: tu sabes que en el mundo hay mas de doscientos países. ¿Por qué carajos van a estar en Europa, pendientes de Colombia? Luego, ya mas relajado, anotó: claro que eso no quiere decir que, a veces no haya noticias de Colombia. Si las hay, pero las noticias de escándalos, o desastres, o las metidas de patas de los gobernantes y, poco a poco, comenzó a reírse, mientras miraba con deleite la Pizza Bianca de Mr. Rick, que le habían servido.

 

Como cuando el presidente llegó a España y les dijo a los Reyes, que Álvaro Uribe les mandaba saludos. Se acordaron de nosotros y hablaron de Colombia varios días. Eso fue muy cómico y la gente se burló mucho, sobre todo cuando se filtró que, en secreto, el presidente le había dicho al Rey, que Andrés Pastrana, también lo recordaba mucho. O como cuando el presidente echó el cuento de los siete enanitos, en la sede de la Unesco en Paris, para explicar el tema de las siete “ies” de la economía naranja. Los franceses se divirtieron mucho, a pesar de lo amargados que son.

 

A estas alturas del partido, ya mi amigo no paraba de reírse y disfrutar, entre bocados de Pizza, que comía con la refinada técnica de los neoyorquinos, doblando los triángulos por dos esquinas e introduciéndolos en la boca por el ángulo restante. Siguió con su larga lista de embarradas y nos sorprendió, que, en ese tipo de informaciones, estuviera tan bien documentado. 

 

Continuó sin parar con otros cuentos colombianos, como cuando el embajador en un país de alto calibre, al que le dicen pachito, dijo que el plato típico colombiano, que más le gustaba, era el Taco Mexicano. Nos informó que a ese señor en España le dicen, “el embarrador”. Y por supuesto, no podía faltar el cuento de la caída de la vicepresidenta y, los últimos, que aun se comentan de la fabricación de monedas enchapadas en oro para conmemorar el gobierno y la feria del libro de Madrid, en la que no llevamos libros, sino hamacas y mochilas.

 

Después se puso serio y mencionó las cosas más duras y que generaron más críticas: el engaño que se trató de montar en las Naciones Unidas, donde se hicieron acusaciones, con unas fotos falsas, la forma como se reprimió y asesinó a muchos de los participantes en las sentidas protestas populares, en oscuros hechos en los que fuerzas del Estado y civiles participaron y, sin olvidarse del asesinato de un presidente en Haití y de dos de los grandes escándalos en contrataciones, como el de Odebretch y, el que aun está caliente, de los setenta mil palos  de Min TIC, que se esfumaron sin saber leer ni escribir.

 

Menos mal, que terminó de comerse su Pizza acompañada de una Kola Román y comenzó a hacer preparativos para marcharse. Nos miró y remató: pero relajados, tu sabes que todas las familias tienen su esqueleto en el closet. Los medios europeos, son expertos en esas noticias de cosas raras.

 

Finalmente se fue y desde la calle concluyó: pero yo creo que de la vaina de Colombia que más se habla, es del Sombrero Vueltiao y siguió riéndose mientras desaparecía.

 

P.D. Parece que la Procuradora por fin se dio cuenta, del despelote que tienen armado por estos lares los neo malandrines. No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague.


Cartagena, septiembre 26 de 2021.