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sábado, 20 de noviembre de 2021

EL VEREDICTO JUSTICIERO DE LOS TIEMPOS

La expresión “Time Flies”, usada por lo americanos para señalar que el tiempo pasa volando, a pesar de lo simple y evidente, tiene un contenido de filosofía popular incontrovertible y eficaz.  Nada más seguro y arrasador que el movimiento incesante del tiempo, dejando a su paso un reguero de realidades cumplidas, casi siempre, muy diferentes a las promesas, planes, deseos y hasta sueños.

 

Un amigo solía decir que: “no hay nada más bello que un día detrás del otro”, significando, igualmente, que el paso del tiempo es y será, por los siglos de los siglos, el juez universal que, finalmente, se encargará de poner cada cosa en su sitio y, al mejor estilo de Ulpiano, darles a cada quien, lo que les pertenece.

 

Creo que estos infortunados últimos dos años que, ya casi acaban para la ciudad de Cartagena y que también han pasado volando, han cumplido a cabalidad su cometido de entregarnos, a todos, el veredicto justiciero de los tiempos a que se refería Indalecio Liévano y que quedó, para siempre recordado, en la lápida de su tumba.

 

Se encargó el tiempo, en su paso inexorable, de darles la razón a quienes no creyeron en el discurso disruptivo, populachero y grotesco, de un charlatán aparecido, que, mediante maniobras y artificios de carnaval, logró atrapar a un grupo de votantes ilusos e incautos, para hacerse elegir alcalde de Cartagena. Esta situación, por supuesto, no es nada extraña en una ciudad ensimismada y con una triste tradición electoral de torpezas, frustraciones y desengaños.

 

Pero no solo les dio la razón a quienes no le creyeron su discurso embaucador, sino que, además, se encargaron estos dos años de demostrar que, igualmente, tenían toda la razón, en sus análisis, frente a la inexistencia de un Plan de Gobierno serio y estructurado, que recogiera las estrategias para desarrollar los estudios, programas y proyectos que, necesita la ciudad y que, desde hace rato, estamos esperando. 

 

El paso inexorable de los días demostró, hasta la saciedad, lo que se señalaba, tímidamente al principio, sobre su incompetencia para enfrentar un cargo, en el que la formación en temas de gestión pública es cardinal, un cargo para el que hay que prepararse toda una vida, habida cuenta del calibre de la responsabilidad que se asume. Cero formacion en finanzas públicas, en Planeación, en Hacienda y todo esto adornado con un talante pendenciero, irrespetuoso y abusivo, dieron origen a que rápidamente fuera ubicado, descalificado y descartado, por un grueso número de ciudadanos, a los que nunca convencieron sus mensajitos a colores, ni sus payasadas de marioneta empolvada. También a esos, el tiempo les dio la razón.

 

Y muy seguros estaban quienes, al darse cuenta que se trataba de un verdadero fraude, propusieron, pasado el primer año de pésimo gobierno, la revocatoria de su errático mandato, de acuerdo con lo estipulado por la misma constitución y la ley.  Llovieron truenos, centellas y hasta amenazas de muerte. Los sabios de siempre se unieron al corito celestial que, a la espera de retribución, adulaba y apoyaba al descontrolado personaje, que entre más era consciente de su inutilidad, más intentaba agradar con sus maromas infantiloides y sus promesas de cumbiambera, encaramado en un tractorcito ridículo, símbolo inequívoco de su pobre concepción del liderazgo y la gestión seria y eficaz.  

 

Dos años después de iniciada esta tragedia, ya a nadie le quedan dudas del descache monumental que cometimos y, poco a poco, hasta sus defensores más encarnizados, han entendido que, de nada vale tratar de tapar el sol con una mano, que el desastre es total y que los remedios escasean. Hasta sus aduladores más cercanos han decidido quitarse la máscara y, sin pudor, han comenzado a soltar ese entripado venenoso de desafueros, barrabasadas y tropelías, que fueron el eje estructurador de un gobierno químicamente bruto.

 

No hay duda de la sabiduría inconmensurable del paso del tiempo: Tan solo dos años fueron suficientes para demostrar, cuanta razón tenían y tienen quienes, prima facie, descalificaron a este salvador de pacotilla. Hoy, con una nula aceptación, y con el fantasma de más de sesenta mil firmas, recogidas para realizar su revocatoria, persiguiéndolo por una ciudad hambrienta, descuadernada, insegura, enferma y empobrecida, solo esperamos que, de la forma que sea, terminen estos tiempos de desgracias.

 

Ya a nadie le interesa si se va o se queda, si lo echan o lo dejan, si lo revocan o no. La frustración y el desencanto son tales, que a la gente solo le importa que, estos tiempos de zozobra y angustia, que tanta razón nos han dado, pasen lo más rápidamente posible, para terminar esta pesadilla y comenzar otro ciclo, donde la inteligencia y el sentido común, se pongan nuevamente al servicio de las causas correctas y de la gente correcta.

 

Parece que, pase lo que pase, ya la ciudad ha dado por concluido este bochornoso y deprimente capítulo de su azarosa historia. Tienen toda la razón, también, quienes hoy se amalayan, de no haber votado por otro que, seguramente, hubiese sido mucho mejor. Ojalá ese arrepentimiento tardío, sea el detonante de nuevas y mejores decisiones. 

 

No se por que me vienen a la memoria en este momento, las palabras del Dr. Martin Luther King, Jr.: “Al final, no recordaremos las palabras de nuestros enemigos, pero sí, el silencio de nuestros amigos”. 


Cartagena, 20 de noviembre de 2021

 

 

 

 

 

 

lunes, 15 de noviembre de 2021

LA EXALTACIÓN DE LA DESIDIA

De tantas y tantas chambonerías que se han hecho en Cartagena, una de las más reconocidas por su fealdad, ubicación y pésima funcionalidad, es el famoso puente o loma que se construyó en el barrio de Crespo, a la salida del túnel, para empalmar la vía al mar con la Avenida Santander. Nadie se atrevió a ponerle un nombre y, generalmente, se le conoce como, el esperpento, el mamotreto o la loma de Crespo.

 

Debido a que nunca se le comunicó o socializó, como dicen ahora, a la comunidad, sobre los detalles del proyecto, nadie, ni siquiera los líderes cívicos del barrio, que solicitaron en innumerables ocasiones el contenido y planos de la obra total, conocía de la existencia del dichoso puente, dentro de un proyecto misterioso y desintegrado, que, además, traía la etiqueta de caballo regalado, por lo que, en teoría, no debíamos mirarle el colmillo y aceptar cualquier vaina.

 

Cuando se inició su construcción y la gente se percató del desastre, ya era tarde: La inmensa loma comenzó a crecer y crecer, llevándose por delante un importante sector de la emblemática y tradicional Playa de Marbella, en la que las cartageneras, históricamente, habían paseado y lucido su piel morena y que, en tibias noches de luna, sirvió de refugio alcahuete, a los “amores contrariados de Billy Sánchez y Nena Daconte”.

 

Por supuesto que la ciudadanía se mostró descontenta, molesta y emputada, por este atentado contra la única y última playa verdaderamente popular de la ciudad. Era increíble que, para evitar atravesar una playa con una vía, que pasaría por el frente de algunos edificios de apartamentos, se construyera un túnel, que luego terminaría en una loma gigantesca, que acabaría con un tramo de playa y un paisaje marino, iguales al que se proponía preservar. No faltó, por supuesto, el malicioso que dijera sonriente, que la diferencia era que: una playa era de ricos y otra de pobres.  Parece que este argumento tuvo poca acogida, frente a otro opuesto, que decía que en realidad en Cartagena no había ricos. Si acaso, algunos espantajopos habladores, medio acomodados.

 

Lo cierto es que no valieron  las súplicas de los vecinos afectados, las protestas de los expertos ambientalistas y mucho menos los diagnósticos certeros y descalificadores de arquitectos y reconocidos urbanistas, quienes, diseños en mano, como el de Grace, Carrascal, proponían la construcción de una  “rotonda turbo holandesa”, que no solo dejaría incólume la legendaria playa, sino que además sería otro sitio de embellecimiento de la entrada de la ciudad y atractivo turístico, muy al estilo de los que construyen las ciudades que si quieren y respetan el ambiente.

 

Se sabe que el dueño del contrato, al pasar por el sitio, para atender una reunión urgente en la alcaldía, miro el adefesio, se sonrió y dijo: “mierda verdad que es maluco”. La reunión fue citada por el alcalde de turno, debido a las inconformidades y señalamientos y, sobre todo, por las fuertes protestas con bloqueos de vías, en el propio sitio donde se construía el puente. A la final, allá encerraditos en la Aduana, sin la presencia de los líderes ciudadanos, se concluyó que todo era perfecto y el alcalde al fin decidió algo: Echarles el SMAD a los manifestantes, todos vecinos de los barrios afectados, que nunca fueron escuchados. Obvio que nosotros no permitimos que nos apalearan y nos retiramos, cuando nos dimos cuenta que, tenía más reversa un avión de Taxader

 

 

Así se hacen las vainas en Cartagena. El famoso puente, además de destruir y dejar inutilizados mas de 2000 metros de playa y acabar con un sistema paisajístico de gran arraigo popular, genera un fuerte bloqueo en el tráfico que viene del Aeropuerto, debido a que solo dejaron un estrecho carril de salida, que para colmo de males tiene un semáforo debajo mismo del puente. Como si fuera poco, con la construcción del puente loma, se bloquearon los drenajes naturales del terreno, lo que genera que, cada vez que cae un serenito, se formen dos tremendas lagunas a lado y lado, dando lugar a lo que ya todo sabemos: mas trancones y mas caos en la de por si ya caótica movilidad.

 

Para la época ninguna autoridad ni gremio y mucho menos corporación pública, abrió la boca y se hizo lo que a los constructores les dio la gana. Hoy, cuando ya nadie recuerda lo sucedido, solo quedan los vecinos de Crespo, liderados por la Junta de Acción Comunal, Asocrespo y un conocido edil de la localidad, intentando mantener vivos los chamizos del parque lineal, construido, a medias, sobre el espacio donde se hizo el famoso túnel, como contraprestación por el daño ecológico infringido al ambiente y a la comunidad. Ni la alcaldía, ni la Concesión Vial, ni nadie, responde y solo nos queda ver como se cae a pedazos otra obra que, muy seguramente, fue pagada por todos y como desaparecen varios kilómetros de playa, que serían una bendición para los bolivianos.

 

Recordaba esta historia cuando vi, hace unos días en redes, que una conocida líder mostraba, ingenuamente, una sugerencia, de como se debería diseñar y construir la quinta avenida de Manga, para respetar al ambiente y no generar los odiosos peajes. Ojalá tengan suerte en esta ocasión. En un mundo donde dar un like en Facebook se ha convertido en un lío y en una ciudad al garete, sin planificación, ejecución y control, y donde el “juanlaverguismo” impera, es poco lo que podemos esperar.

 

Se que estoy mostrando el momento más oscuro de la noche, aunque con la esperanza de que las luces del nuevo día, nos den la ponderación y la sabiduría para corregir el rumbo y poner fin a esta mojosera.

 

Como diría Raúl Portela: “El velo de la nostalgia, cubre tu rostro de linda princesa”.


Cartagena, noviembre 15 de 2021

sábado, 6 de noviembre de 2021

HISTORIAS DEL FUTURO

La noche que Pambelé ganó el título mundial de boxeo, me encontraba completamente solo y a oscuras, en el pequeño balcón del cuartico que compartía con Fermín Garizabal y Armando Camacho, en la calle Moor.

 

Para un estudiante de 21 años, arrutanado, mondado y extraño, en una ciudad extraña, era otro sábado frío y aburrido, en el que la única diversión posible, era salir del cuartico de 3 x 3 al balconcito minúsculo, a mirar la calle desierta, en la que el silencio solo era interrumpido por las sirenas de las patrullas y los acordes lejanos de los tangos, en los bares de café y aguardiente, infaltables en casi cada esquina.

 

Tengo que admitir que estaba preparado para una derrota más de nuestro boxeo. Las caídas de Caraballo frente a Joffre y Harada, nos habían enseñado que una cosa era ganar peleítas en la Serrezuela y otra, muy distinta, enfrentarse a campeones del mundo. El mismo Pambelé había sido vencido dudosamente, un año antes, por un chiquitico calvo, en el emblemático y abrumador Luna Park de Buenos Aires. Niccolino Loche: un hombrecito que, por la forma de esquivar los golpes, parecía más un mago que un boxeador.

 

La pelea estaba siendo trasmitida, por radio, por Edgar Perea, con comentarios de Meporto y, a pesar de las exageraciones nacionalistas del locutor, se veía que el campeón panameño, llevaba la ofensiva del combate. Al terminar el noveno asalto, Meporto hizo el famoso y extraño comentario que resultó premonitorio y definitivo: “El campeón mundial recibió una buena mano y se fue resentido” – dijo con su rara vocecita-. La esquina del Pambe también lo analizó y un minuto después, yo estaba saltando, solo, en mi oscuro balconcito. Una vecina paisa que no se perdía la rodada de un catre, se asomó, me miró como quien mira a un marciano y me increpó: ¿Oiga costeño y que pasó?  -Pues imagínese que ganó Pambelé -le grité. Me miró desconcertada y preguntó ¿Y luego ese quien es pues?

 

En realidad, el interior del país no estaba para festejar campeonatos de boxeadores desconocidos y mucho menos costeños: Apenas si habían pasado dos años desde la fatídica noche del 19 de abril de 1970. Ese domingo se elegiría el reemplazo de Carlos Lleras y la elección tenía además un ingrediente simbólico, ya que se enfrentaban el último representante del desprestigiado Frente Nacional, varias veces ministro y últimamente Embajador en Washington, Misael Pastrana, contra el expresidiario, exdictador, expresidente, excomandante de las Fuerzas Militares, Gustavo Rojas Pinilla, a la sazón candidato de la Alianza Nacional Popular ANAPO.

 

A las 8 de la noche el candidato Rojas Pinilla, quien además gozaba de un gran respaldo popular y de gratitud, de buena parte de los votantes pobres, aventajaba a Pastrana por 113721 votos, cifra astronómica para la época. Fue cuando el pueblo comenzó a festejar ruidosamente, que el Ministro de Gobierno Noriega, ordenó suspender todo tipo de informaciones radiales y dejó en manos de: óigase bien, la Registraduría, todo el proceso de información. En la mañana ya Pastrana ganaba por 2617 votos, cifra que aumentó lentamente hasta quedar finalmente en una diferencia de 63567 votos a favor del papá de Andrés, otro a quien también elegimos en un domingo aciago. Las protestas no se hicieron esperar y la represión tampoco. Esa misma noche Carlos Lleras decretó el tenebroso Estado de Sitio, el Toque de Queda y el arresto de Rojas Pinilla y otros dirigentes de la ANAPO.

Dos días después, ya había informes comprometedores de chocorazos y fraudes en Nariño, Sucre, Cauca y Chocó. La violencia estudiantil y obrera, se apoderaba del país y cientos de estudiantes, entre esos mi compañero, eran arrestados y desaparecidos en los socavones criminales de cárceles infrahumanas. El fantasma del infame Consejo de Guerra, comenzó a espantar hasta a los más bravos y comprometidos líderes de la protesta. 

 

Fue entonces cuando el presidente sacó a relucir su talante mas represivo y autoritario: a las 8 de la noche del martes 21 de abril de 1970, frente a las cámaras de la borrosa televisión a blanco y negro, sacó su viejo reloj de fabricación rusa, lo acercó a la pantalla y dijo: “El toque de queda se cumplirá, y quien salga a la calle será por su cuenta y riesgo y con las consecuencias de quien viola un Estado de Guerra. La gente tiene una hora para dirigirse a sus casas”.

 

Así que ya entienden la tristeza, la soledad y el miedo que reinaban, la noche que ganó Pambelé y porque me tocó festejar, brincar solo en mi pequeño balcón y, sobre todo, aguantarme las repelencias de la vecina paisa malcriada. Unos meses después comenzaron a circular unos mensajes enigmáticos en algunos periódicos nacionales: Parasitos... gusanos? Espere M-19. Luego aparecería el famoso grupo guerrillero que captó la atención y algunas simpatías de los colombianos, hasta su desmovilización en 1990. 

 

Varios años más tarde, el exministro Lucio Pabón, el senador Luis Avelino Pérez y una Capitán retirado, de la Policía, informaron como se había planeado y tramitado el famoso Chocorazo. 28 años después, el mismo ministro de gobierno de la época, Carlos Augusto Noriega, publicaría: "Fraude en la elección de Pastrana Borrero" (Editorial La Oveja Negra, 1998), en el cual aceptaría y daría datos sobre la realización del fraude.

 

Es claro entonces, que nada de lo que pasó, pasa y seguirá pasando, es nuevo. Lo tenemos bien aprendidito y bien practicadito, para aplicarlo cada vez que sea necesario.

 

Por mi parte, tengo buenas razones para festejar, así sea solo,  el triunfo del Pambe en esa fecha: exactamente dos años después, el 28 de octubre de 1974, recibía mi grado de ingeniero y el mismo día pero 10 años más adelante, nacería uno de mis hijos.

 

P.D. Mi compañero fue arrancado de las garras del consejo de guerra y liberado,  en una audiencia histórica y tumultuosa, en la que me tocó actuar como testigo. Esto, gracias a la actuación jurídica  impecable de ese gran humanista: Carlos Gaviria Díaz (QEPD).


Cartagena, noviembre 6 de 2021