Siempre que observamos en la televisión o el cine, las películas
policíacas gringas, no dejamos de
maravillarnos por la efectividad con que los patrulleros y las patrullas, se van
uniendo a la acción, hasta el punto de que en un momento dado todas las
unidades disponibles, están participando, ya sea en la persecución o bloqueando
las vías por donde avanzan los delincuentes.
La sorpresa es grande cuando se descubre que lo que se ve en las
películas, no es más que una fiel representación de lo que día a día se vive en
las calles de las ciudades del país del norte. Los sistema policivos gerenciados
y efectivos se basan en principios de proactividad y eficacia, mediante los
cuales la policía siempre se está adelantando a las posibles acciones de los
criminales, y cuando por una u otra causa ocurre el delito, todos los recursos
disponibles se unen en la lucha, en un fenómeno de mucha eficiencia y sinergia
que multiplica la capacidad de respuesta.
Lo anterior no sería posible, si no fuera por la
capacidad organizativa de los países desarrollados y por la existencia de avanzados y grandes recursos tecnológicos y
económicos. Esta combinación de gestión y recursos significa, contar con muy
bien estructurados procesos de inteligencia, significa contar con unos sistemas
de comunicaciones modernos y efectivos, y significa una gran dinámica y
movilidad en el proceso de control inmediato del crimen.
Nuestro sistema colombiano, en cambio, es
eminentemente reactivo. Siempre vamos actuando detrás de los hechos, no nos
adelantamos a ellos, no prevemos, o no somos proactivos. Esto da como resultado
que el crimen organizado simplemente va cambiando la forma y los escenarios y dándonos cada vez nuevas
sorpresas. Los esquemas preventivos usados son aleatorios, es decir, se basan
en la utilización de grandes cantidades de efectivos para mediante retenes
investigar a la mayor cantidad posible de personas, con la esperanza de que de
esta forma algún delincuente sea atrapado. Este procedimiento, si bien es bueno
cuando es sorpresivo, pierde su eficacia cuando se convierte en rutina, que es
precisamente nuestro caso.
Otro aspecto importante de nuestro sistema, es la
baja capacidad de respuesta, debilidad que
compartimos tanto la ciudadanía como las autoridades. Quiere esto decir
que el ciudadano común y corriente, tiene muy poco compromiso y disposición a
la denuncia del crimen. Es tan dramática esta situación que solo mediante recompensas los ciudadanos se
deciden a denunciar, y aún así, hay
personas que rehúsan informar, por el
simple miedo a que el criminal, rápidamente recobre su libertad y venga a
cobrarse su revancha.
Por el lado de la respuesta de las autoridades,
las deficiencias se inician hace unos
años, cuando del sistema de
patrullaje dinámico, en el que la policía recorría permanentemente en las
populares Radio-Patrullas, vigilaba en vivo y en directo y se acercaba a los
puntos críticos para proceder con las temidas requisas o batidas, se pasó a un sistema estático, fijo, en el cual,
espera hasta que es requerida por un aviso de la ciudadanía, para brindar una “atención inmediata”. Con el
sistema CAI, se paso de un esquema proactivo de evitar la ocurrencia del
crimen, a uno reactivo, como es el de esperar que este ocurra, para luego buscar a los criminales.
Aunque inicialmente los CAI funcionaron como su
nombre lo indicaba, prestando atención inmediata, con el tiempo el sistema
comenzó a presentar las fallas propias de un proceso estático. Se convirtieron
en blanco de las subversión pasando de perseguidores a perseguidos, y cuando
los recursos iniciales se agotaron, comenzó el actual proceso de reducción que
los ha convertido mayormente en retenes
de control de documentación de vehículos y personas.
Los cartageneros somos quizá los únicos colombianos
que debemos pagar un impuesto para dotar a la policía de elementos tecnológicos
modernos para nuestra protección. Falta entonces que su nuevo comandante
prepare la reingeniería del control policivo, en la búsqueda de una gestión
dinámica, proactiva y efectiva.
Artículo publicado el 29 de Marzo de 2012
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