He recibido con asombro una gran
cantidad de agradecimientos, felicitaciones y créditos, por parte de amigos,
conocidos, ex compañeros de trabajo y un importante número de ciudadanos que no
conocía, quienes se sintieron representados y defendidos en mi artículo “Bienvenidos
Presidentes”, publicado recientemente en algunos medios locales, en el que
hacía referencia a toda una serie de violaciones a que vienen siendo sometidos
los ciudadanos cartageneros, a raíz de la Famosa cumbre de las américas.
No digo esto con prepotencia o falta
de modestia, sino con preocupación, porque desnudan estas demostraciones, una
situación que ha sido tradicional en nuestra ciudad y que se volvió costumbre,
hasta el punto de que ya todos lo vemos como algo normal y ni siquiera nos
tomamos el trabajo de destacarlo: A los cartageneros no hay quien los defienda,
especialmente en aquellos casos en que el ejecutivo en uso de facultades
especiales o aprovechando situaciones especiales, comienza a deslizarse
peligrosamente de la democracia al despotismo.
Nuestro Alcalde, reconocido por su
talante recio y frentero claudicó rápidamente
ante el embate centralista y cedió
el mando a la Señora Canciller, quien es desde hace ratos la persona que
determina que se hace y que no. Gracias a su benevolencia, disfrutaremos
parcialmente de playas durante la cumbre y es posible que algunos
empresarios locales, que fueron pasados por manteca a la hora de repartir
escarapelas, puedan tener un cupo en el magno evento.
Nuestro Concejo Distrital, cuyos 19
miembros elegidos por los ciudadanos para coadministrar la ciudad y participar
activamente en todas las decisiones que
los afecten, hicieron mutis por el foro y discretamente desaparecieron de la escena
sin un solo comentario y admitieron sin regateos, que a nuestra ciudad pueden
venir funcionarios del gobierno central a ejercer funciones administrativas propias
de nuestra entidad territorial, funciones por demás consagradas en la
Constitución Nacional dentro del concepto de descentralización administrativa. Meritoria
por demás la actuación del Concejal Betancourt, quien, a titulo personal, ha
asumido una actitud combativa, de rechazo y denuncia.
No salió a defendernos la Personería Distrital a quien corresponde,
en cumplimiento de sus funciones de Ministerio Público, la guarda y promoción
de los derechos humanos, la protección del interés público y la vigilancia de
la conducta de quienes desempeñan funciones públicas.
Ni que decir de las Procuradurías, quienes en el mismo sentido deben intervenir
ante las autoridades públicas, cuando sea necesario para defender el orden
jurídico, el patrimonio público o las garantías y derechos fundamentales,
sociales, económicos, culturales, colectivos o del ambiente, así como los
derechos de las minorías étnicas.
Por último y bien dramático es el
hecho de que la Defensoría del Pueblo, entidad que como su nombre lo indica
debería ser la defensora del pueblo por antonomasia, no haya acogido el clamor
popular, que desde hace ratos viene señalando que en la ciudad están pasando
cosas extrañas, especialmente en lo relacionado con el proceso de
desvalorización de la calidad de vida de la población nativa, frente a procesos
administrativos que privilegian y benefician a grupos de foráneos, respaldados
en actividades como el turismo o las reuniones y congresos de importancia
internacional, la cual nadie niega.
Expertos y profanos coincidimos en
que la innegable importancia de una cumbre y sus personajes, no son razones de
fondo para poner en riesgo Derechos Fundamentales de honda raigambre
constitucional, los cuales no pueden ser conculcados ni siquiera en estados de
excepción. La tranquilidad, la dignidad humana, la libre movilización, el
trabajo, el mínimo vital, y la igualdad, son entre otros algunos de los
derechos que la mayoría de la población ha expresado sentir violados, sin que
una sola de las autoridades legítimamente establecidas para su defensa, se haya
pronunciado.
Como en la mundialmente famosa
serie: y ahora quien podrá defendernos?
Artículo publicado en Abril 5 de 2012
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