Vine a Santiago de Chile, rompiendo una vieja
promesa de no volver a viajar, con la firme intención de visitar a los Chilenos,
para agradecerle personalmente por la especial acogida que dieron a mis dos hijos
y a miles de profesionales colombianos más, que terminan sus estudios
superiores y deben emigrar por falta de oportunidades en nuestro país.
Encontramos
al Presidente Piñera en la plaza
de Armas, en la ceremonia pública de entrega de dotación, en la que el pueblo Chileno
entrega a las Fuerzas Militares, desde
lápices hasta Barcos y Aviones . Nos saludó cordialmente y con el tiempo justo,
antes de que sus escoltas educadamente nos indicaran la salida, que nos llevó
directamente a encontrarnos con la moderna ciudad de Santiago y todos sus
adelantos que, aunque no queramos, nos ponen a comparar y sacar conclusiones.
No pudimos dejar de admirarnos de su excelente
movilidad sustentada en un buen sistema combinado de 5 líneas de Metro, 12
autopistas internas de 6 carriles y un Trans - Santiago sencillo, cuyos
articulados andan por las mismas calles
que los demás vehículos y recogen pasajeros en los andenes normales, sin el
incordio de las mamotréticas estaciones.
A pesar de estar en plena época de Navidad, son
de destacar la ausencia absoluta de alumbrado navideño, y la
institucionalización del “Viejito Pascuero”, sucedáneo de nuestro gordo papa
Noel, pero que a diferencia de este, no da, sino que recibe regalos de parte de
niños que a cambio, tienen derecho a tomarse una foto con el famoso abuelo. De
esta forma, entre los múltiples centros comerciales se reciben unos 500 mil
regalos anuales, que el 24 de Diciembre son repartidos entre los niños de
escasos recursos.
Son elementos culturales interesantes, forjados
sobre un juicioso compromiso del Estado, de hacer la vida diaria mas amable y
comprometer a toda la población en los esquemas de mejoramiento. Un ejemplo de
esto que llama mucho la atención es la norma que prohíbe tener mas de tres
clientes en las colas para pagar, con lo que al tiempo que se incentiva y
facilita el proceso de compra, se obliga
al comercio a generar empleo, por la utilización de muchos mas puestos
de pago.
Pero si estos y otros ejemplos llamaron nuestra
atención, lo que realmente me impresionó fue lo que me ocurrió una mañana cuando,
sin razón aparente, fui llamado de un prestigioso centro comercial. Llegué al
mostrador de información y me direccionaron hacia la central de atención al
cliente donde, después de algunas
preguntas, me regresaron una bolsa con dos libros que había perdido una semana
atrás. Me ubicaron fácilmente a través del recibo de pago en el que se mostraba
el suministrador de mi tarjeta de crédito.
El encargado de la oficina, un chileno mapuche puro,
nos miraba sin comprender las razones de nuestra algarabía, en la que se
mezclaban la admiración por la honestidad de los chilenos, por la buena
organización de los centros comerciales
y su sistema de seguridad, pero sobre todo, por nuestra buena suerte de que uno
de los casi 7 millones de chilenos, hubiera encontrado mis libros, en medio del
desorden natural de las compras de navidad y se tomara el trabajo de
regresarlos.
El tranquilo muchacho que nos devolvió los
libros, continuó observándonos con su mirada taciturna, esbozó una ligera
sonrisa y dijo sin más: Bienvenidos a Chile...
Artículo publicado el 2 de Enero de 2012
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