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domingo, 10 de marzo de 2013

Al oído del General


Tengo que admitir con tristeza, que nunca me ha ido bien con los comandantes de la policía destacados en Cartagena, con quienes me ha tocado interactuar. Por allá por el año 2003, por una extraña conspiración de los astros, me tocó ser Alcalde de la ciudad por un mes y  ¿a que no adivinan, con quien no pude entenderme? Exactamente con el sr. Comandante de la policía de turno.  Era un Coronel andino, mal encarado, que no perdía oportunidad de despreciar a la autoridad civil, enviando a los consejos de seguridad a sus subalternos, para luego aparecerse por el despacho a rechazar todo lo que se había aprobado en su ausencia.

Se jactaba orgulloso de sus logros y decía que mientras no ocurrieran tomas guerrilleras, ataque con bombas, o retenes en las vías del departamento, todo estaba bien. Los problemas de la ciudad eran casos aislados de menor importancia. Era un clásico exponente de la seguridad democrática a ultranza, a la sazón en su máximo esplendor. Terminé por no hablarle y entenderme con su segundo a bordo…. el tiempo me dio la razón.

Con los subsiguientes comandantes, si bien tuve menos contactos, en mi condición de líder cívico, me tocaron algunas reuniones en las que evidentemente mi talante de caribe frentero e irreverente, casi siempre me granjearon la antipatía de los coroneles, acostumbrados a la solemnidad, la subordinación del civil al militar y el respeto por la enrevesada simbología castrense. Casi nunca me dieron chance de expresar mis ideas y salía como perro regañado de las reuniones.

Ya en la era de los Generales  parecía que  la situación iba a mejorar. Los líderes cívicos  fuimos invitados a reunirnos con el nuevo hombre fuerte, quien en tono de papá afable y acompañado de un extenso y bien elaborado Power Point, nos mostró lo que sería el paraíso de la seguridad por cuadrantes. Entusiasmado por la lógica arrasadora del discurso y por la amabilidad del bien documentado general, me relajé hasta el punto de que se me ocurrió decir lo que pensaba:

Que yo creía que la seguridad moderna se enfrentaba  mas con inteligencia que con recursos físicos; que en mi concepto los CAIS eran un sistema reactivo en donde la policía estaba quieta esperando que el crimen ocurriera; que en los esquemas exitosos, es el patrullaje proactivo bien tecnificado por los sitios clave, quien se anticipa al delito; que el esquema de poner conos y pedir documentos era ineficaz, sobre todo con la llegada de los celulares y teléfonos inteligentes y que suspender el porte de armas a los ciudadanos de bien y dejar a los delincuentes armados era contraproducente, en la situación que vivíamos.

Estaba contento, sobre todo porque el general tomaba atenta nota de lo que decía y lo apuntaba en una libretica que le trajo un estafeta. Nos dio sus números telefónicos, su clave de avantel, y los nombres de sus subalternos inmediatos, con quienes pudiéramos ubicarlo en caso de necesidad. Por último hizo una declaración que nos alegró muchísimo: estas reuniones con el serían quincenales.

Fue la última vez que lo vi. A las dos o tres reuniones que se realizaron en cumplimiento de sus órdenes, se apareció a última hora un subalterno a traer las excusas del General, a mostrarnos la misma presentación de los cuadrantes y tomar nota de las inquietudes que “tan pronto se desocupara trasmitiría a su superior”.  Nos fuimos aburriendo en la medida en que nuestra sensación de inseguridad superaba el encantamiento inicial de las promesas…… en estos días de marcha y protesta para que no nos maten a todos, recordábamos estos episodios….

Artículo publicado el 27 de Diciembre de 2011

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