Tengo que admitir con tristeza, que nunca me ha
ido bien con los comandantes de la policía destacados en Cartagena, con quienes
me ha tocado interactuar. Por allá por el año 2003, por una extraña
conspiración de los astros, me tocó ser Alcalde de la ciudad por un mes y ¿a que no adivinan, con quien no pude
entenderme? Exactamente con el sr. Comandante de la policía de turno. Era un Coronel andino, mal encarado, que no perdía
oportunidad de despreciar a la autoridad civil, enviando a los consejos de
seguridad a sus subalternos, para luego aparecerse por el despacho a rechazar
todo lo que se había aprobado en su ausencia.
Se jactaba orgulloso de sus logros y decía que
mientras no ocurrieran tomas guerrilleras, ataque con bombas, o retenes en las
vías del departamento, todo estaba bien. Los problemas de la ciudad eran casos
aislados de menor importancia. Era un clásico exponente de la seguridad
democrática a ultranza, a la sazón en su máximo esplendor. Terminé por no
hablarle y entenderme con su segundo a bordo…. el tiempo me dio la razón.
Con los subsiguientes comandantes, si bien tuve
menos contactos, en mi condición de líder cívico, me tocaron algunas reuniones
en las que evidentemente mi talante de caribe frentero e irreverente, casi
siempre me granjearon la antipatía de los coroneles, acostumbrados a la
solemnidad, la subordinación del civil al militar y el respeto por la
enrevesada simbología castrense. Casi nunca me dieron chance de expresar mis
ideas y salía como perro regañado de las reuniones.
Ya en la era de los Generales parecía que
la situación iba a mejorar. Los líderes cívicos fuimos invitados a reunirnos con el nuevo
hombre fuerte, quien en tono de papá afable y acompañado de un extenso y bien
elaborado Power Point, nos mostró lo que sería el paraíso de la seguridad por
cuadrantes. Entusiasmado por la lógica arrasadora del discurso y por la
amabilidad del bien documentado general, me relajé hasta el punto de que se me
ocurrió decir lo que pensaba:
Que yo creía que la seguridad moderna se
enfrentaba mas con inteligencia que con recursos
físicos; que en mi concepto los CAIS eran un sistema reactivo en donde la
policía estaba quieta esperando que el crimen ocurriera; que en los esquemas
exitosos, es el patrullaje proactivo bien tecnificado por los sitios clave,
quien se anticipa al delito; que el esquema de poner conos y pedir documentos
era ineficaz, sobre todo con la llegada de los celulares y teléfonos
inteligentes y que suspender el porte de armas a los ciudadanos de bien y dejar
a los delincuentes armados era contraproducente, en la situación que vivíamos.
Estaba contento, sobre todo porque el general
tomaba atenta nota de lo que decía y lo apuntaba en una libretica que le trajo
un estafeta. Nos dio sus números telefónicos, su clave de avantel, y los
nombres de sus subalternos inmediatos, con quienes pudiéramos ubicarlo en caso
de necesidad. Por último hizo una declaración que nos alegró muchísimo: estas
reuniones con el serían quincenales.
Fue la última vez que lo vi. A las dos o tres
reuniones que se realizaron en cumplimiento de sus órdenes, se apareció a
última hora un subalterno a traer las excusas del General, a mostrarnos la
misma presentación de los cuadrantes y tomar nota de las inquietudes que “tan
pronto se desocupara trasmitiría a su superior”. Nos fuimos aburriendo en la medida en que
nuestra sensación de inseguridad superaba el encantamiento inicial de las
promesas…… en estos días de marcha y protesta para que no nos maten a todos,
recordábamos estos episodios….
Artículo publicado el 27 de Diciembre de 2011
No hay comentarios:
Publicar un comentario