La situación electoral en Cartagena
sigue como para alquilar balcones y la tan esperada tranquilidad, que todos imaginábamos
que llegaría, con la renuncia del anterior Alcalde y la demorada convocatoria a
nuevas elecciones, se transformó rápidamente en el carnaval macondiano al que
nos hemos acostumbrado en cada proceso electoral, en donde, avales, apoyos,
alianzas y calidades de los candidatos, son el plato fuerte, con el que medios,
redes sociales y ciudadanos desinformados, nos despachamos a pierna suelta.
Una de las cosas que se observa, una
vez dada la largada con la convocatoria a elecciones, es que a mucha gente, que
alardeaba y amenazaba con su candidatura salvadora, se les “enfría la
pajarilla” y poco a poco comienzan un proceso de “joping out”, en el que los
pretextos más comunes son: la imposibilidad de conseguir avales, la dificultad
de luchar contra las maquinarias, las mafias de los políticos y los
financiadores y toda una serie de linduras que, verdad o mentira, sirven para
bajarles la temperatura a los afiebrados y dejar en la palestra tan solo a los
que predican aquello de que: “quien no arriesga un huevo no saca un pollo”. La
verdad es que hay que ser muy bravo, para meterse en semejante caimanera.
A pesar de que las campañas
electorales son rituales de persuasión,
en realidad muy poca gente se preocupa por las propuestas de los aspirantes, por
darles una ojeada a los planes de
gobierno, primorosamente elaborados por equipos de juiciosos asesores anónimos,
y mucho menos por escuchar los discursos de los candidatos, algunos coherentes,
otros no tanto, en donde casi siempre se dice lo mismo, que por lo general es
verdad, y que no es otra cosa que una larga lista de los problemas de la
ciudad, que todos los futuros alcaldes proponen resolver. Me imagino que la
palabra candidato viene de cándido o cándida, porqué hay que serlo, y mucho,
para pensar que en dos años larguitos se pueda resolver semejante enredo.
Transcaribe, por poner un ejemplo, ya lleva diez alcaldes “bajo la abarca”, y
nada que revienta.
No hay duda de que, después de todo lo que nos ha pasado,
la decisión es difícil, y se entienden la reticencia y la desconfianza de una
ciudad escaldada y prevenida, ante la
posibilidad de volver a elegir al personaje equivocado. Lo más complicado es
que de todas las opciones, votar,
además de ser el ejercicio de un derecho constitucional y democrático, es casi
la única posibilidad viable, ya que abstenerse sería abrir las puertas a que
otros decidan por nosotros, y el voto en blanco, la otra opción constitucional
de enfrentar el inconformismo, no ha recibido apoyo organizado en esta ocasión,
y, como muchos lo han mencionado, sería, en realidad, alargar el sufrimiento y
someter a la ciudad a otro prolongado período de interinidad y desgobierno.
Así pues que toca votar y nada tan oportuno
como unos sencillos consejos, para hacer bien la tarea. En primer lugar: Los
políticos son como los libros de una biblioteca. Los que están en los lugares
mas altos son los que menos sirven. En segunda instancia: Vota por el candidato
que menos prometa. Así quedarás menos defraudado. Y en tercer término, nunca te
olvides que: un buen lider es el
resultado de su personalidad, su carisma, su preparación, su sensibilidad, su
humor, su trayectoria, su vida, sus aciertos, sus desaciertos, sus posiciones
políticas, y sus ideas.
Por último, esta recomendación, que
ha sido una de las máximas que ha dirigido el accionar de grandes líderes
mundiales: “No hay gente extraordinaria. Lo que hay son situaciones
extraordinarias, que son resueltas por gente común y corriente”. Como dicen ahora
los muchachos: eso es lo que hay…
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