Vistas de página en total

viernes, 15 de julio de 2016

ELECTRIANGUSTIAS

Me encontré a un gran número de familias de Crespo, departiendo alegremente a altas horas de la noche,  en un conocido restaurante del sector de Bocagrande en Cartagena. Mientras reían y bromeaban, se disputaban con los turistas retrasados de la temporada, las últimas  papas fritas y salchichas, que el abigarrado restaurante podía ofrecerles.

Algo, sin embargo, llamó poderosamente mi atención: junto con los adultos había gran cantidad de niños, que, en lugar de estar durmiendo tranquilamente en sus casas, corrían y gateaban saltando de mesa en mesa, con las caras embarradas de salsa de tomate, mientras que padres y madres completaban el espectáculo, persiguiéndolos  para aquietarlos.

Me saludaron con grandes risas mientras gritaban a través del escándalo: "al mal tiempo buena cara mi hermano". Tenían razón. Un pequeño chaparrón que cayó al medio día, produjo uno de los habituales cortes del servicio de energía eléctrica, y a las siete de la noche, desesperados con el calor, los mosquitos carniceros, el hambre y las pataletas de los niños, habían decidido tomar sus vehículos y moverse a buscar comida y un poco de tranquilidad.

Iván Jiménez, un célebre arquitecto crespero, sostiene, con su humor sombrío, que las primeras palabras que aprenden a decir los niños de Crespo son: "se fue la luz". Después con mas tranquilidad aprenden a decir papá y mamá. Esta desproporcionada afirmación que, a primera vista, parece otra aventura de la imaginación, es en realidad una verdad de a puño, y está relacionada con el impacto sicológico que produce en la vida diaria de los  costeños la incertidumbre sobre lo que les deparará el futuro inmediato. Hay angustia y desazón ante la sola idea de que “se vaya la luz” y gran felicidad, cuando, después del apagón … “vino la luz”.

Este extraño ciclo de comportamientos, que debió ser muy normal en las cavernas, y que es ajeno a cualquier sociedad moderna, es el que vivimos los caribes, ante el actuar perverso e inhumano de la empresa Electricaribe, a la que no la han valido editoriales, protestas civilizadas, ni delegaciones de airados gobernadores, ante ministros y presidentes, para entender,  de una vez por todas, que nadie la quiere y que está acabando con la poca paciencia que le queda a una región de más de once millones de habitantes que sufren día y noche su pésima y costosa gestión. Será necesario encontrar un Alejandro moderno que corte el nudo gordiano con el que esta empresa se amarró a la institucionalidad colombiana y que hoy le permite ufanarse de que es imposible que los echemos.


Cuando salía del restaurante fui abordado por los bulliciosos vecinos que me mostraban los recibos de energía que pagaban puntualmente todos los meses y que se acercaban al millón de pesos. Uno se hizo escuchar por encima del grupo y gritó:  “Docto escriba un artículo en el periódico y diga que a Cartagena no llegó la guerrilla, pero llegó Electricaribe que es peor”.

@rododiazw

miércoles, 7 de enero de 2015

Frustraciones y Desengaños

No nos echemos mentiras, el 2014 fue un mal año para Cartagena. Cualquier balance,  superficial o profundo que hagamos, nos mostrará los mismos resultados:  En el 2014 los cartageneros solo recibimos frustraciones, desengaños, malas noticias y terminamos con la triste certidumbre, de habernos equivocado, una vez más, al elegir el equipo de gobierno de la ciudad.

Más allá de la virtualidad del Facebook, en la que a todos nos fue bien, lo cierto es que la realidad de la ciudad es de desesperanza e incertidumbre: El proyecto de Transcaribe, que es quizá una de las mayores expectativas de la ciudad, en cuanto a solución de problemas estructurales, no se concluyó y, a pesar de los anuncios falaces y las millonarias inyecciones de dinero, lo cierto es que no se sabe si algún día terminará. Es más, no se sabe si al terminar servirá para algo, ya que no se nos puede olvidar, que fue planeado y desarrollado con información de hace 12 años.

Ni que decir de la otra y esperada solución al gran problema de movilidad por la zona norte. Un sencillo desarrollo para interconectar la vía al mar con la Avenida Santander, a través de 1600 metros de carretera asfaltada, se convirtió en el mayor desastre de ingeniería, ambiental y social que haya padecido la ciudad en su historia. Un túnel inútil y mal hecho, unido a una monstruosa y antiestética loma, construida de espaldas a la normatividad ambiental y en contra del rechazo ciudadano, fueron la demostración palpable de lo mal que estamos en cuanto a la realización de proyectos para la ciudad. Para colmo de males, medios, gremios, dirigencia política y hasta algunos sectores de la “contratería” privada, se unieron al coro de aplausos oficiales que apoyó esta barbaridad. Solo un mínimo sector del Concejo Distrital y la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Bolívar, mostraron su rechazo ante esta arbitrariedad. La historia se encargará de poner cada cosa en su lugar.

El proyecto de traslado del mercado de Bazurto, padeció igualmente del mismo mal: falta de una planificación estructurada con  visión  largoplacista  y voluntad de solución  real y definitiva. Ya van  tres años de reuniones, estudios, diagnósticos y discusiones bizantinas, donde lo más importante ha sido es y será, la definición de cómo se reparten las sabrosas canonjías y sinecuras, que se han venido ordeñando del presupuesto asignado, sin que por el momento, y luego de la reciente defenestración del director del proyecto, se pueda vislumbrar luz al final del túnel.

Pero mas allá de la ineficiencia y la falta de liderazgo, de la paquidermia para realizar obritas pendejas y tapar huequitos, disponiendo de presupuestos y autorizaciones multimillonarias, lo que realmente decepciona al pueblo es el talante repelente, prepotente y arrogante de la administración. Es el creer que todo lo que se le ocurre es un prodigio y que el pueblo cartagenero es una horda de ignorantes  a quienes solo hay que aplicarles un “meimportaunculismo” sistemático y agresivo. Es el “eso va por que va”, es la foto en las escuelas, la placa para los invasores, el cambio del escudo, el retorno al circo medieval de las corridas y al aniquilamiento de caballos en las calles. Es eso lo que hace que no lo quieran Alcalde, a pesar de las encuestas amañadas.


El viejo paradigma que definía  un sector privado eficaz, transparente y estratégico y un sector público, ineficiente, clientelista y corrupto, está en entredicho.  Se necesitarán mas que encuestas estrafalarias, para que el pueblo cartagenero se convenza de que,  al menos en esta ocasión, no botó el voto. Como decía Churchill: “solo creo en las encuestas que yo  manipulo”.

@rododiazw

jueves, 11 de diciembre de 2014

El General Papaya

Hace un poco mas de 12 años, un General de nuestras Fuerzas Armadas publicó un librito ilustrado y didáctico, en el que se presentaban algo así como 90 situaciones en las que una persona podía ser secuestrada. Tenía un nombre sugestivo y lapidario que no daba lugar a equívocos. “No dé  Papaya: 90 consejos para evitar que lo secuestren”.

Para la época en que se publicó el librito, el secuestro era endémico en el país, y los secuestrados se contaban por miles, aunque existían fuertes discrepancias en las cifras reportadas, especialmente en las presentadas por el gobierno. Aunque no se enfatizó mucho, en el ambiente quedó la sensación de que el libro del General era una respuesta a la situación que se presentó, cuando la Candidata presidencial Ingrid Betancourt y su asistente de campaña, a pesar de ser advertidas, penetraron a la recién desmontada zona de distensión y fueron secuestradas.

Se puso entonces de moda la Papaya y algunas variantes, todas ellas acuñadas con el ánimo de molestar y burlarse de los ingenuos, de los descuidados y de quienes cometían errores pendejos: “el undécimo mandamiento es no dar papaya”, se les decía a quienes eran robados en la calle, o el barbarismo: “papaya ponía, papaya partía”, para los descuidados, o los crédulos que les pintaban pajaritos en el aire. Ni se imaginaba mi General, el engendro que había creado con su librito y con su forma sesgada de analizar a la ligera un problema de marca mayor y de connotaciones impredecibles.

Como sin querer queriendo, el práctico y aparentemente bien intencionado libro del General, había dado origen a uno de los mas absurdos e injustos paradigmas de la forma como nuestras autoridades militares y algunos altos ejecutivos, conciben el manejo de la seguridad de los ciudadanos: en Colombia los ciudadanos somos responsables de los delitos que sobre nosotros ejecutan los delincuentes. Así como lo oye: usted tiene la culpa de que lo secuestren, si visita determinada zona. O, a usted le robaron el celular porque lo sacó para hablar en la calle. Y, la peor de todas: a usted la violaron o fue víctima de abuso o maltrato, porque usaba ropas provocativas.

Esta forma atravesada de concebir la responsabilidad de la víctima en la conducta delincuencial, está tan entronizada en el análisis oficial, que el propio Presidente de la República al ser informado del secuestro del General Papaya, estalló en improperios de carretillero y disparó un trino que le dio la vuelta al mundo: “bueno y ese “carajo” que hacía en bermudas, desarmado y sin escoltas dando papaya en los terrenos de Chaverra?” Al mejor cazador se le va la liebre.


Se le olvidaba al Presidente que  nuestros Generales, a pesar de su bravura proverbial, su voz robótica y estentórea, su indumentaria de pacotilla cinematográfica y sus formas señoriales y grandilocuentes, son de una ingenuidad de carpintero bíblico, se enredan en tejemanejes de la vida cotidiana y los pierden los amores  desatinados y tenaces.

@rododiazw

viernes, 21 de noviembre de 2014

With Their Backs to the Sea

A few friends that arrived from Barranquilla to attend the famous parade of the "Proclamation" of the traditional festivals of November in Cartagena, returned to the House, wet, wallow and smeared in white and blue, but happy, talking up to the ears and pondering the joy and rejoicing of the people at parties: 'shit crazy what a great stuff '.

 A lady who took her son, for the first time,  to see the same "Proclamation", return ranting, cursing and promising that she would not ever return to this madness. Her child got a slimy and sticky foam in an eye and from that moment, did not stop complaining and crying because: "it burns, it burns".

Those are the current celebrations of November, which are now called independence, probably because it occurred to some official that changing the name, maybe he would pass to the history of Cartagena. Something like if the October revolution of Russia, overnight, changes its name to "Revolution of the desperate".

Normally everybody tells about of the dance, depending on how they have fared.  The same happens with the parade of the "proclamation": for those who get drunk, hopefully without paying, throw maizana, squibs, foam, and they don't see anything, Proclamation is the best. For those who suffer stamps on, get rob, get   rare stuffs in eyes and neither watch anything, Proclamation is a fetus of the demon, the empire of the vulgarity and vandalism: a well organized disorder.

This year  "The proclamation" was with their backs to the sea, something that is becoming fashionable in the city and that some attribute to a strange Thalassophobia of the Mayor Velez, who hates the sea from when he saw the Spielberg film: shark.  The stands to watch the parade of the Queens were installed so that attendees were left with their backs to the sea and the Queens paraded through the tunnel that was left between the walls and the bleachers.  No one could understand so much trickery, when we all know that what they really wanted was to hide the disaster in which lane of the Avenida Santander, bordering the sea, have turned.

Dra. Luisa Romero Mendoza is right when she says that those who disbelieved the story of Gabriel Garcia Marquez, of the Central American satrap who sold the sea, are about to convince themselves. A few days ago, this same Thalassophobic Mayor, gave half a kilometer of beach to some slovenly contractors, who, with an infamous hill, blocked forever the idyllic sea of Marbella, where Noro Vanella and Farías Cabanillas, walked around their loneliness, searching for the tanned cartageneras. 


While the local leadership is shouting ensuring, by media, enslaved to the official advertising guideline, that decadent festivities were the best of the history, the airport and transport terminals overflow of passengers which, terrified, fleeing the city, looking for solace, peace and tranquility that never found in Barranquilla, the old Michael, father of the Master Adolfo Pacheco. 

@rododiazw

lunes, 17 de noviembre de 2014

De Espaldas al Mar

Unos amigos que llegaron de Barranquilla para asistir al famoso desfile del “Bando” de las tradicionales fiestas de Noviembre de Cartagena, regresaron a la casa felices, mojados, revolcados y embadurnados de blanco y azul, pero dichosos, hablando hasta por las orejas y ponderando la alegría y el regocijo del pueblo en las fiestas: “erda loco que vaina efectiva”.

Una señora que fue a llevar, por primera vez a su hijo a ver el mismo “Bando”, regreso echando pestes, maldiciendo y prometiendo que no volvería jamás a esa locura. A su niño le cayó una espuma babosa y pegajosa en un ojo y desde ese momento no dejó de quejarse y llorar porque: “me arde, me arde”.

Esas son las actuales fiestas de Noviembre, que ahora se llaman de la Independencia, seguramente porque a algún funcionario se le ocurrió que, cambiándole el nombre, a  lo mejor pasaba a la historia de Cartagena. Algo así como si a la Revolución de Octubre de Rusia, de la noche a la mañana le cambiaran el nombre por  “Revolución de los Desesperados”.

Dicen que la gente cuenta del baile, dependiendo de cómo le haya ido.  Igual pasa con el “Bando”: para quienes se emborrachan, ojala “de cachete”, tiran maizena, buscapiés, espuma, y no ven nada, el bando es lo máximo. Para los que sufren pisotones, los atracan, les tiran vainas raras en los ojos y tampoco ven nada, el bando es un engendro del demonio, el imperio de la chabacanería y el vandalismo: un desorden bien organizado.

Este año “El Bando” estuvo de espaldas al mar, algo que se está poniendo de moda en la ciudad y que algunos atribuyen a una extraña Talasofobia  del Alcalde Vélez, quien odia el mar desde cuando vio la película de Spielberg: Tiburón. Las graderías para ver el desfile de la reinas se instalaron de forma que los asistentes quedaron con las espaldas hacia el mar y las reinas desfilaron por el túnel que quedó entre las murallas y las gradas.  Nadie pudo entender tanta superchería, cuando todos sabemos que lo que se trataba era de esconder el desastre en que está convertido el carril de la Avenida Santander, que bordea el mar.

Tiene razón la Dra. Luisa Romero Mendoza cuando afirma que quienes no creyeron la historia de Gabo, del sátrapa centroamericano que vendió el mar, están a punto de convencerse. Hace unos días, este mismo Alcalde Talasofóbico, le entrego medio kilómetro de playa a unos contratistas chambones, quienes, con una loma infame, tapiaron para siempre el idílico mar de Marbella, donde Noro Vanella y Farías Cabanillas, paseaban su soledad, buscando a las cartageneras morenas.


Mientras la dirigencia local se desgañita asegurando, por los medios esclavizados a la pauta oficial, que sus fiestas decadentes fueron las mejores de la historia,  el aeropuerto y las terminales de transporte se desbordan de pasajeros que, despavoridos, huyen de la ciudad, buscando el consuelo la paz y la tranquilidad que nunca encontró en Barranquilla, el viejo Miguel, padre del Maestro Adolfo Pacheco.

@rododiazw