“Esta descontento el pueblo, que meta la mano Dios”.
Parece que nos va a tocar echar mano a la lapidaria frase del maestro
Alejo Durán, concebida especialmente para aquellos momentos en que la ira del
pueblo es superior a su capacidad para resolver los problemas que el mismo ha
creado, o peor aun, cuando la ira es tan grande que se pierden de vista los
caminos normales del raciocinio, la ponderación, la tolerancia y el buen
juicio, para analizar y dar con la solución justa en el momento justo.
Al Congreso se le fue la mano, de
eso no hay duda. De hacer pequeñas
perrerías, reunioncitas con paracos, repartir cuoticas burocráticas, vender el
voto para favorecer reelecciones, cositas pendejas que el pueblo casi no
notaba, o si las notaba se hacía el loco, pasó a las grandes ligas de la
sirvenguenzura: nada mas ni nada menos que tirarse un proyecto de casi dos
años, que el pueblo seguía paso a paso y en el que tenía puestas todas sus
esperanzas de tener por fin un país justo, ordenado y ágil desde el punto de
vista de la administración de Justicia.
Se les olvidó a los señores
congresistas, o en su ignorancia supina respaldada en la creencia de que 50000
votos dan derecho a todo, no se dieron cuenta que el pueblo poco a poco se ha
ido mamando, que la gente cada vez está mas informada, que ya se inventó el
celular, el computador, las redes sociales y que los colombianos estamos
prácticamente bombardeados día a día, hora a hora , minuto a minuto, por un
sistema mixto de chisme, comunicaciones, al que ya no se le escapa nada y al
que afortunadamente hay que agradecerle que el país esté cada día mas pendiente
de las cosas que le afectan y le importan.
El daño hecho por el Congreso en el
maltrecho proyecto de Reforma a la Justicia es tan grande y sus repercusiones
tan complicadas, que todo el conocimiento de todos los expertos en la
jeringonza jurídico constitucional, ha sido insuficiente para dar con la
solución del problema. Se trata de algo así como la cuadratura del círculo en materia constitucional, o un laberinto
borgiano apoyado en el conocido cuento del gallo capón, en los que por mas que
le damos, cada vez estamos mas enredados y la solución mas lejana.
El presidente, ya conocido por su
habilidad sacaculística, rápidamente se desmontó por las orejas y jugando
pelota fina, le pasó la jugada de vuelta al desdichado Congreso y de pasó se
inventó un conjunto de normas, que dejaron viendo un chispero a los
constitucionalistas mas avezados, toda vez que ninguna de ellas aparece en la
constitución, ni en la ley. Es decir, el presidente descubrió que él solito,
sin tantos misterios, también puede reformar la constitución y sacarse normas
de la manga hechas a la medida de sus necesidades.
Varias enseñanzas quedan de este
desdichado episodio: el primero y muy serio es que nuestra constitución no está
adecuada para corregir o resolver jugarretas de malandrines, especialmente para
cuando quienes debían leer, leyeron por encimita y para cuando a quienes debían
vigilar, los sacaron del recinto donde se cocinaban las perrerías. La segunda,
y quizá mas importante, es que definitivamente los colombianos estaremos
jodidos por siempre y para siempre, si seguimos eligiendo para que nos
representen y hagan las leyes que nos gobiernan, a una cáfila de ineptos, sin
preparación alguna para una misión tan seria, pero sobre todo con una alta
dosis de egocentrismo y malicia, que solo los direcciona a pensar en su propio
beneficio.
Por último, y creo que lo mas
importante, fue que se notó el pavor que los corruptos le tienen a la ira del
pueblo, sobre todo si viene acompañada de amenazas de recolección de firmas,
para convocar revocatorias o asambleas constituyentes, mecanismos de
participación expeditos y poderosos con los que podemos, cuando queramos,
acabar con tanta inmoralidad. Las cosas están dadas y solo de nosotros dependerá
lo que nos depare el futuro. Todavía quedan algunos buenos congresistas ….
Artículo publicado el 28 de Junio de 2012
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