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domingo, 10 de marzo de 2013

No se quede callado...


Hace algún tiempo se puso de moda decir que en Colombia todos los aviones que se retrasaban iban para Cartagena. La desproporcionada afirmación que en principio tenía más de chiste que de cifra estadística, presentaba algunos visos de certeza y  aunque parezca mentira, estaba sustentada en una de las más reconocidas y cuestionadas características de nuestro comportamiento: Los cartageneros no reclamamos, no nos quejamos.

De acuerdo con quienes apoyaban esta teoría, esta condición de aceptar pasivamente que se nos violaran derechos sin decir nada, daba pie para que los administradores de aerolíneas, tan pronto se dañaba un avión, lo asignaban a la ruta de Cartagena, ya que los pasajeros para esta ciudad, tranquilamente se iban para la sala de abordaje a departir, conversar y  arreglar el mundo y así se pasaban las 6 o 7 de horas de espera, al final de las cuales todos felices se embarcaban y llegaban a sus casa a echar el cuento.

Si esta demora hubiese ocurrido en otra ruta, sabía la aerolínea que a los pocos minutos tendrían una inmensa cola de pasajeros, reclamando comida, refrigerios, daños y perjuicios y, por supuesto, amenazando con quejarse a las autoridades, cosa que, en muchas ocasiones efectivamente hacían. Vista de esta manera, parece que la susodicha versión tendría sentido y quien quita que de pronto fuera cierta.

Sobre este mismo aspecto, últimamente, se ha venido sosteniendo que nuestras autoridades solo atienden los reclamos, cuando la gente cansada de suplicar soluciones, explota y en forma violenta protesta con bloqueos de vías y las infaltables quemas de llantas. Aunque también puede ser una exageración, a todos nos consta que, en alguna ocasión, hemos sufrido las consecuencias de esta forma de protestar. Los problemas por daños de vías, por fallas en servicios públicos y las casi permanentes de los mototaxistas son una buena muestra de esta tendencia. 

Estas dos actitudes claramente muestran nuestra histórica forma de ser, en la que para encontrar el medio, antes debemos conocer los extremos. Como sabiamente acotaba un gran escritor de nuestros tiempos,” nuestra insignia es la desmesura: en lo bueno y en lo malo, en el amor y en el odio, en el júbilo y en la derrota”. Poco nos quejamos y a cambio de eso nuestros dirigentes y autoridades nunca nos atienden, pero cuando finalmente reclamamos, lo hacemos con tanta violencia, que entonces nuestras autoridades nos responden con gases lacrimógenos y tanques de guerra. Como dice Ludwig: que vaina!!!

Dos extremos tan distantes y tan viciosos, son  los componentes ideales para una sociedad resentida, desarticulada y proclive a la confrontación, el conflicto y la perpetuación de todo tipo de problemas. De nada nos sirve la fachada de ciudad ilustre, cálida y alegre, si en los barrios de la ciudad se debate una población pasiva y llena de problemas, abandonada por unas autoridades negligentes e inmunes al sufrimiento y las necesidades de los ciudadanos, a quienes se deben por mandato constitucional y legal.

A las organizaciones sociales, cívicas y comunales corresponde asumir la vocería de sus asociados para, en forma coherente, respetuosa y estructurada, presentar sus quejas y reclamos a las autoridades y a la dirigencia en general. Al gobierno que arranca le toca demostrar, con hechos incontrovertibles, su vocación de servicio y el deseo de atender los problemas de la ciudadanía, como tantas veces lo prometiera en campaña.  

Artículo publicado el 7 de Febrero de 2012 

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