El fin de semana
pasado quedó demostrado que aquí a Cartagena puede venir quien quiera, a hacer
lo que le de la gana, y nosotros no solo nos "aguantamos el brinco",
sino que además los recibimos con los brazos abiertos, les organizamos
conciertos en los espacios públicos y monumentos de la ciudad, y, como si fuera
poco, nuestra diligente policía, bloquea calles, plazas y playas, para que los
cartageneros no molesten ni pongan en riesgo a los distinguidos visitantes que,
en pago por nuestras atenciones, nos dejan la ciudad sucia, postrada y desmantelada.
Cuando la tan manoseada
Cumbre de las Américas, si bien nos molestaron las arbitrariedades a las que
fuimos sometidos, nos tocó soportarlas con estoicismo y educación, pues se
trataba de un evento continental, con presidentes a bordo, y no era cosa de
abochornar a nuestro Presidente delante de sus colegas.
Lo del fin de
semana pasado, en cambio, fue el "apaga y vamos". La ciudadanía quedó
perpleja de ver cómo en Cartagena todo es posible. Sin ningún tipo de
organización, sin saber a ciencia cierta de que se trataba y sin conocerse quienes eran los responsables, se permitió
que la ciudad fuera literalmente invadida por más de 5000 muchachos, que ante
la propuesta de una aventura gratis en la heroica, empacaron sus bártulos y se
trastearon al corralito, con un morral como único equipaje y con la firme
determinación de pasarlo bien, así tuvieran que pasar por encima de las autoridades
civiles, militares y eclesiásticas de la ciudad.
Nos quedamos
aturdidos viendo a decenas de jóvenes
agentes de policía, desde el Viernes bien temprano, descargando camiones y
organizando primorosamente cientos de
horrible vallas metálicas, hasta encerrar casi completamente nuestros sitios
mas emblemáticos. La pregunta obligada es: ¿será que estamos así de sobrados en
materia de seguridad, como para que nuestros policías les quede tiempo para
organizar escenarios de conciertos? ¿será que la policía está así de sobrada en
recursos como para distraer fondos en fabricación de tantas y tantas vallas,
que hoy reposan casi permanentemente en
edificios y bocacalles del centro, afeando el paisaje urbano y causando mas
obstrucciones que soluciones a la movilidad? ¿Será que esos recursos provienen
de nuestro impuesto de distriseguridad?
La plaza de la Paz
se está convirtiendo realmente en “plaza del desorden”. Casi cualquier evento
que ocurra en la ciudad, implica el uso de la Plaza de Paz y ahora del Camellón
de los Mártires, con todas sus arandelas logísticas de armar y desarmar sonidos,
pantallas, tarimas, carpas, graderías y silletería y, por supuesto, con el
consiguiente bloqueo de importantísimas vías en un sitio tan crucial para la
movilidad en el centro de la ciudad. Nuestros agentes de tránsito se están
volviendo unos expertos en el arte de bloquear vías, perdiendo de vista su
verdadera vocación, que debe ser la de facilitar el de por si ya caótico
tráfico de la ciudad. Lo peor de todo es que todas estas actividades, las
realizan nuestras autoridades con el mayor de los gustos, impulsadas por el
complejo atávico de que la mejor vajilla hay que sacarla cuando vienen los forasteros.
No dudamos de las
ventajas del turismo y su importancia para la ciudad, pero no podemos caer en
la simpleza de confundir turismo con invasión y turista con aventurero.
Nuestras Plazas y Monumentos son los sitios de interés turístico, y resulta contraproducente
convertirlos en escenarios de cuanta guachafita se organice en el país. Si no
tenemos una política clara de turismo, es hora de desarrollarla, siempre con el
objetivo en mente de que “los cartageneros somos primero, y los turistas vienen
después”. Gracias Gobernador…
Artículo publicado el 30 de Agosto de 2012
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