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lunes, 11 de marzo de 2013

Cuentos Chinos...


En estos primeros días un poco flojos de comienzos de año, estuve dando vueltas por el centro, tratando de encontrar un sombrero vueltiao chino, pero como cosa rara no lo encontré, a pesar de que los medios habían anunciado que el mercado estaba inundado con estos sombreros. Decía la noticia, en forma alarmante, que habían entrado al país cerca de 900 mil y las redes sociales le habían hecho eco a los medios, protestando y saliendo en defensa de los artesanos cordobeses, fabricantes del famoso sombrero, elevado a la categoría de Símbolo Cultural de la Nación en 2004 por el Congreso colombiano.

Parece que a los fabricantes de sombreros vueltiaos de San Andrés de Sotavento y Tuchín,  les pasó lo mismo que a los habitantes de Macondo, cuando los Buendía invitaron a un gringo a comer guineo. Hace dos años llegaron unos chinos al resguardo de san Andrés y los artesanos, costeños al fin y al cabo, los recibieron con alegría y calidez, los atendieron, les mostraron el proceso de fabricación y les regalaron unas muestras de la caña flecha y de sombreros ya confeccionados. Error fatal: Los ingenuos indígenas no sabían de la increíble capacidad de los orientales para memorizar fotográficamente diseños, procedimientos y mecanismos, y luego reproducirlos unas veces en mejor forma y otras no tanto.

Cuenta la historia que en el siglo 19 llegaron unos portugueses a Japón, llevando consigo algunos mosquetes, los cuales impresionaron tanto a los nativos, que pagaron un alto precio por ellos. Entusiasmados los portugueses con el promisorio negocio, regresaron con tres barcos cargados de mosquetes, a los que los japoneses ni siquiera miraron. “Embarrilados” los portugueses con el inútil cargamento, muy pronto comprendieron el tamaño de su error: Los japoneses en su ausencia desarmaron los primeros mosquetes adquiridos y mediante un refinado proceso, no solo los copiaron, sino que los mejoraron, convirtiéndolos en sofisticadas armas automáticas. Un siglo después los bisnietos de estos japoneses, tomaron prestados los 14 puntos de la Calidad Total de Deming, se los enseñaron a sus ingenieros y convirtieron un país destrozado por la guerra, en la nueva potencia tecnológica industrial del siglo 20. Hay que aclarar que Deming se había ido a Japón, aburrido de que sus compatriotas norteamericanos no le “pararan bolas”.

Así que no debemos asombrarnos de que los chinos copien nuestros queridos sombreros vueltiaos. De hecho no solo estamos acostumbrados a que los chinos copien todo, sino que muchas veces hemos festejado su gran habilidad para duplicar casi exactamente, celulares, tabletas, computadores y cuanto aparato tecnológico les cae en las manos. A diferencia de los japoneses, los chinos han mostrado poca afición a la calidad, hasta el punto de que es generalizada la creencia de que los aparatos chinos son de calidad deleznable, desechables, de corta vida y poco confiables y pocas personas  se atreven a confesar que adquieren aparatos con tecnología china, so pena de ser objeto de burlas, especialmente cuando el aparato les “saca la mano” rápidamente.

El valor de los vueltiao chinos que han informado los medios de 3000 y 4000 pesos, indica a las claras que no se debe tratar de nada del otro mundo,  que por ningún motivo le hará competencia a los excelentes sombreros, hechos a mano, por nuestros artesanos y que hoy lucen orgullosas grandes personalidades y en general todos los colombianos. El ministro Diaz Granados, en un acto de contrición, ha prohibido la entrada de los dichosos sombreros, invocando la  protección de la marca colectiva "sombrero vueltiao" y la denominación de origen "Tejeduría Zenú", a nombre del resguardo Indígena Zenú de San Andrés de Sotavento, en el departamento de Córdoba. Por lo pronto lo que nos corresponde a todos es simplemente, no comprar ni vender estos sucedáneos del vueltiao. Así los chinos se “embarrilarán”, al igual que los portugueses, y tendrán que devolverse con sus cuentos chinos a otra parte.

El gringo de macondo después de comerse el primer racimo de atigrados guineos, sacó una lupa, e instrumentos analíticos y tomo datos de todo lo encontrado en los sabrosos platanitos. Después llegaron las bananeras al magdalena… pero eso es otro cuento.

Artículo publicado el 17 de Enero e 2013

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