En estos primeros días un poco
flojos de comienzos de año, estuve dando vueltas por el centro, tratando de
encontrar un sombrero vueltiao chino, pero como cosa rara no lo encontré, a
pesar de que los medios habían anunciado que el mercado estaba inundado con
estos sombreros. Decía la noticia, en forma alarmante, que habían entrado al
país cerca de 900 mil y las redes sociales le habían hecho eco a los medios,
protestando y saliendo en defensa de los artesanos cordobeses, fabricantes del
famoso sombrero, elevado a la categoría de
Símbolo Cultural de la Nación en 2004 por el Congreso colombiano.
Parece que a los fabricantes de
sombreros vueltiaos de San Andrés de Sotavento y Tuchín, les pasó lo mismo que a los habitantes de
Macondo, cuando los Buendía invitaron a un gringo a comer guineo. Hace dos años
llegaron unos chinos al resguardo de san Andrés y los artesanos, costeños al
fin y al cabo, los recibieron con alegría y calidez, los atendieron, les
mostraron el proceso de fabricación y les regalaron unas muestras de la caña
flecha y de sombreros ya confeccionados. Error fatal: Los ingenuos indígenas no
sabían de la increíble capacidad de los orientales para memorizar
fotográficamente diseños, procedimientos y mecanismos, y luego reproducirlos
unas veces en mejor forma y otras no tanto.
Cuenta la historia que en el siglo
19 llegaron unos portugueses a Japón, llevando consigo algunos mosquetes, los
cuales impresionaron tanto a los nativos, que pagaron un alto precio por ellos.
Entusiasmados los portugueses con el promisorio negocio, regresaron con tres
barcos cargados de mosquetes, a los que los japoneses ni siquiera miraron. “Embarrilados”
los portugueses con el inútil cargamento, muy pronto comprendieron el tamaño de
su error: Los japoneses en su ausencia desarmaron los primeros mosquetes
adquiridos y mediante un refinado proceso, no solo los copiaron, sino que los
mejoraron, convirtiéndolos en sofisticadas armas automáticas. Un siglo después los
bisnietos de estos japoneses, tomaron prestados los 14 puntos de la Calidad
Total de Deming, se los enseñaron a sus ingenieros y convirtieron un país
destrozado por la guerra, en la nueva potencia tecnológica industrial del siglo
20. Hay que aclarar que Deming se había ido a Japón, aburrido de que sus
compatriotas norteamericanos no le “pararan bolas”.
Así que no debemos asombrarnos de
que los chinos copien nuestros queridos sombreros vueltiaos. De hecho no solo
estamos acostumbrados a que los chinos copien todo, sino que muchas veces hemos
festejado su gran habilidad para duplicar casi exactamente, celulares,
tabletas, computadores y cuanto aparato tecnológico les cae en las manos. A
diferencia de los japoneses, los chinos han mostrado poca afición a la calidad,
hasta el punto de que es generalizada la creencia de que los aparatos chinos
son de calidad deleznable, desechables, de corta vida y poco confiables y pocas
personas se atreven a confesar que
adquieren aparatos con tecnología china, so pena de ser objeto de burlas,
especialmente cuando el aparato les “saca la mano” rápidamente.
El valor de los vueltiao chinos que
han informado los medios de 3000 y 4000 pesos, indica a las claras que no se
debe tratar de nada del otro mundo, que
por ningún motivo le hará competencia a los excelentes sombreros, hechos a mano,
por nuestros artesanos y que hoy lucen orgullosas grandes personalidades y en
general todos los colombianos. El ministro Diaz Granados, en un acto de
contrición, ha prohibido la entrada de los dichosos sombreros, invocando la “protección de
la marca colectiva "sombrero vueltiao" y la denominación de origen
"Tejeduría Zenú", a nombre del resguardo Indígena Zenú de San Andrés
de Sotavento, en el departamento de Córdoba. Por lo pronto lo que nos corresponde a todos es
simplemente, no comprar ni vender estos sucedáneos del vueltiao. Así los chinos
se “embarrilarán”, al igual que los portugueses, y tendrán que devolverse con
sus cuentos chinos a otra parte.
El gringo de macondo después de
comerse el primer racimo de atigrados guineos, sacó una lupa, e instrumentos
analíticos y tomo datos de todo lo encontrado en los sabrosos platanitos.
Después llegaron las bananeras al magdalena… pero eso es otro cuento.
Artículo publicado el 17 de Enero e 2013
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