Parece que los estrictos controles, decretados por el gobierno a raíz de la pandemia, tocan a su fin. Claro que no precisamente porque hayamos derrotado al virus y las cifras indiquen que lo peor ha pasado y que podemos respirar tranquilidad, apoyados por un Estado efectivo, organizado y estratégico.
No. El confinamiento acaba por cansancio. Porque ya nadie soporta el tedio de una vida estática, varada en la historia, en la que hemos perdido la noción del tiempo, olvidado los recuerdos mas queridos y las incertidumbres del futuro. Acaba porque nos mamamos de los discursitos ridículos de nuestros gobernantes, de los decretos locos de cada día y de los resultados de las pruebas que nunca llegan, a menos que sean las realizadas a Uribe.
El confinamiento acaba porque nos aburrimos de andar con las manos pegajosas del antibacterial, olorosas a alcohol barato de borrachos, y de los tapabocas tirados por todos lados y que luego nos volvemos a poner. Nos aburrimos de los Webinars, de los “en vivo” y de los foros virtuales, en los que ahora todos somos expertos. Nos cansamos de las curvas que no se aplanan, del pico y cédula que nadie cumple, de los millones de especialistas en Covid 19 y de la pelotera de los gobernantes discutiendo sobre quien ha sido el mejor manejando la crisis, cuando en realidad, la crisis los manejó a ellos.
A lo mejor algún día, cuando ya unos estén vacunados con la vacuna de la izquierda y otros con la de la derecha, y estén los del centro esperando a ver, cual es la que mejores resultados da, para vacunarse con esa, recordaremos esta época y hasta nos reiremos de lo pendejos que hemos sido. De creer en un virus que nadie vio y en unas cifras que nadie comprobó. De pararles bolas a unos gobernantes que no saben “por donde va tabla” y de dejarnos estafar pagando unos impuestos que nadie sabe para donde se fueron. Afortunadamente, los médicos no le creyeron a nadie y se dedicaron con alma, vida y sombrero a hacer bien, lo que saben y juraron: Salvar vidas.
Quizá, la vida vuelva a la normalidad, menos en Cartagena de Indias, la ciudad de los espejismos, en donde ya echamos de menos, disfrutar de sus soles bravos, sus brisas locas y sus aguaceros atravesados. Para esa época ya el alcalde habrá presentado su enésimo libro blanco y con la popularidad por el suelo, le habrá tocado dedicarse a hacer el populismo barato que seguramente aprendió de los malandrines que tanto combate. La foto cargando el niñito, las capturas de ladronzuelos en la madrugada, los saltos arropado con la bandera, y la visitadera sin motivos, son premios de consolación, sucedáneos artificiosos, de la gestión de gobierno que nunca comenzará.
Lo peor es que nadie sabe como vamos a salir del laberinto y, mas grave aun: nadie está haciendo nada, para retomar el más incierto de los futuros que hayamos enfrentado. Con una clase política arrinconada, unos entes de control asustados y una dirigencia acomodada, con el pedacito que les tocó, la ciudadanía díscola y terca, sigue apoyando débil e ingenuamente al Quijote desorientado. Mientras tanto, los vientos de revocatoria suenan cada vez más fuertes y los 27 precandidatos alistan los trastos, para la nueva faena electorera que se avizora prometedora y como para alquilar balcón.
Sea que lo quiten o que se vaya o que lo revoquen, lo cierto es que la gente, cada vez con mayor énfasis, se hace la pregunta del millón ¿Y donde están los líderes? Claro que no preguntan por esos líderes de agenda bajo el brazo, amarrada con el cauchito. Preguntan por líderes inspirados, preparados, estratégicos, no precisamente de esos que se la pasan haciendo gala de una verborrea esnobista y pedante y hablando de los mismos cinco proyectos que llevamos 30 años manoseando.
No hay que olvidar que siempre será mejor comenzar a andar ese futuro desconocido, que quedarnos lamentándonos en este presente miserable.
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Cartagena requiere lideres verdaderos, no populistas, demagogos, divisores, vulgares, ineptos e incompetentes...será que le apostamos a la revocatoria?
ResponderEliminarExcelente artículo :) apreciado sr Rodolfo
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