En buena hora, dos de los tres grupos que tuvieron la iniciativa de ejercer su derecho constitucional a la revocatoria de los alcaldes mócoros, continuaron firmes, tuvieron la suficiente paciencia para esperar que al gobierno central le roncara la gana de expedir el famoso protocolo de bioseguridad y, lo más importante, se resistieron ante las amenazas criminales de las gavillas del poder.
Pasaron seis meses desde las famosas audiencias de revocatoria y desde que se iniciara la más encarnizada persecución contra los líderes del proyecto, para que el ministerio de salud finalmente se decidiera a emitir los famosos protocolos de bioseguridad y, a la Registraduría se le permitiera distribuir los formularios de recolección de firmas. Finalmente, hoy ya están poder de la ciudadanía y son diligenciados ávidamente por un pueblo que, si hace seis meses estaba dudoso, hoy está completamente convencido, que nuestra única alternativa viable es la revocatoria, tal y como la constitución y la ley nos facultan.
Tratando de ralentizar el plan, el gobierno central se inventó el panfleto de los controles anticovid necesarios para recoger las firmas y retrasó seis meses el asunto. Sin embargo, como ya todos sabemos, el alcalde aprovechó este tiempo para seguir profundizando su desastre, para que la ciudad se siguiera deteriorando, y cayendo a pedazos, para que sigan los trancones y bloqueos, para que se agigantaran los cráteres en nuestras vías y, en fin, para que la gente siguiera arrepintiéndose del triste espectáculo de una administración inoperante, desprestigiada y de una ciudad en ruinas, a la que muy pronto nadie querrá arriesgarse a venir.
En tan solo unas pocas jornadas de recolección de firmas, se nota un impresionante interés de la ciudadanía en aportar, en contribuir, en facilitar el trabajo y desde todos los sectores de la ciudad se solicitan los formularios, para que las comunidades registren con su firma, su voluntad indeclinable de hacer realidad un proceso que ya no tiene reversa, que cada día se consolida más y más y que marcará un hito en la nueva historia de Cartagena. No será la primera vez que nos sacudiremos y que le demostremos a este país que, así como a veces somos los primeros en cifras negativas, en otras jornadas históricas hemos defendido, aun con la vida, nuestra dignidad y nuestro derecho a que se nos respete.
Nunca antes se había visto que una sola persona acumulara tanto poder, para hacer las cosas mal, para deslegitimar el ejercicio de la autoridad y para burlarse de una ciudadanía, cuyo único pecado fue creer en una sarta de mentiras, sin ser siquiera cuestionado, sin ser requerido o confrontado por autoridad alguna, en un país ya famoso por el uso y el abuso de la represión, cuando el ciudadano común y corriente se atreve a decir esta boca es mía. Nunca antes habíamos sido tan conscientes del estado de postración de la ciudad y del alto grado de responsabilidad que le cabe en esta debacle histórica, al engendro político al que le confiamos ingenuamente la solución de nuestros problemas ciudadanos.
Pero como no hay mal que dure 100 años y la oportunidad que se nos presenta es especialmente propicia, tenemos la obligación, la responsabilidad, pero también el derecho al ejercicio del reproche social, de la sanción ética y moral que, en buena hora, nos proveen la Constitución y la Ley, al margen de las mangualas politiqueras y de las confabulaciones alcahueteadas, desde el congreso y la casa de Nariño, para terminar de una vez por todas con este alien baboso y repugnante, que se vino de tercer pasajero, desde quien sabe que quintos infiernos, a amargarnos la vida. La revocatoria, tal como nos la presenta la Constitución, se convierte, en este momento histórico, en el mecanismo expedito y único que nos permitirá poner fin a la tragedia, más allá de los apoyos invisibles que mantienen a nuestros gobernantes en las antípodas del desarrollo y el progreso de la ciudad.
Las bodegas, que ya todo el mundo sabe quien las regenta y dirige, cada vez más reducidas y cada vez con menos argumentos, han sentido el meque y comenzado su campañita bobalicona en redes, con los mismos temas pendejos y trasnochados que, si bien, en alguna ocasión llamaron la atención, hoy en día están completamente recalentados y desprestigiados, después de que el zambiloco mayor, no solo acabara todo lo que toca , sino que demostrara hasta el cansancio, que no es el papá de nadie, sino el comandante en jefe de una pandilla de incompetentes, malandrines de nuevo cuño, bribones de siete suelas, que creen que con memes y letreritos, van a evitar que la ciudadanía finalmente los devuelva a la oscura caverna de la que no debieron salir.
Nunca antes el pueblo cartagenero, había tenido una oportunidad tan brillante de demostrar su capacidad de enfrentarse a una situación adversa y salir adelante con éxito. Debemos aceptar que la situación de La heroica, es realmente crítica y desesperada. Afortunadamente tenemos en nuestras manos la solución: La Revocatoria es el Camino.
Cartagena, agosto 1 de 2021
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