Otra de las curiosidades que quedará grabada en la historia de Cartagena, se refiere a un secretario de Despacho del alcalde, que le revocaron el mandato dos veces en menos de un mes. Esta extraña situación se complementa con la que da cuenta de que, a este mismo alcalde, antes de los 20 meses de gobierno ya le habían descabezado dos de los miembros de su gabinete y un grueso número de personas, andaba a la tarea de revocarlo a el mismo.
Esto no sería extraño, si hubiese sucedido en aquellas épocas aciagas y de ingrata recordación, en las que hemos tenido tantos y tan malos alcaldes y peores secretarios de despacho. Se supone que eso era lo normal y si nó se revocaron muchísimos, fue porque el Concejo Distrital, por las razones que sea, no había ejercido esta facultad constitucional y legal, en buena hora definidas dentro de sus competencias.
Lo raro, repito, es que esté pasando en tiempos de gobiernos autoproclamados, salvadores de la ciudad, transparentes en apariencia y presuntos luchadores a ultranza, contra esa especie de Covid, devorador de recursos públicos, que es la corrupción. Igualmente contraproducente es, que los revocados o defenestrados, pertenezcan a un gabinete de lujo, seleccionado por una de las empresas cazatalentos más prestigiosas del mundo, escogida directamente de aquellas que cotizan sus acciones en la bolsa de new York.
En realidad, la ocurrencia de estos hechos aparentemente curiosos, es normal en nuestra ciudad y no es más que la consecuencia directa del error garrafal cometido, una vez más, por el pueblo cartagenero, al elegir para regir los destinos de la Heroica a un incompetente, sin programa de gobierno, sin preparación en manejo de lo público, con pésimas relaciones personales, completamente disperso y desorientado y para colmo, irrespetuoso de la ley, las autoridades, los ciudadanos y su propio equipo de gobierno.
Nada se puede esperar y me da mucha pena con los ingenuos, o quizá camaleónicos personajes de la ciudad, que aun andan dándose mañas para explicar los desastres evidentes, para justificar los desafueros catastróficos y las actuaciones obtusas, de un personaje que, si acaso ha servido, para comprobar que, en Cartagena cualquier cosa es posible. Que los cartageneros soportamos con estoicismo, desde tiempos inmemoriales, los peores atropellos y que es nuestra actitud pasiva y conformista, el ingrediente principal de la capiti diminutio, que ha permitido que seamos mirados como una sociedad fracasada, necesitada de la tutoría y custodia de los mayores, casi siempre venidos del altiplano.
Obviamente, y eso lo entendemos, que aun quede un grupo de idealistas que votaron por el actual mandatario y que festejaron a rabiar, que un aparecido disfrazado de héroe salvador, hubiera derrotado a las maquinarias electorales tradicionales. Pues claro que es apenas normal, que, ingenuamente, conserven las esperanzas, de que este personaje, que les dio la satisfacción momentánea del triunfo, finalmente, salga con algo que justifique, el haber arriesgado su voto en un aventurero sin pasado, sin presente y sin futuro. Necesitarán que el desastre se profundice aun más, para dar su brazo a torcer. Pusieron en juego su prestigio y perecerán defendiéndolo.
De otros sectores, ya comienzan a escucharse voces de resignación acomodaticia y posiciones de defensa ramplona, de su actual zona de confort, que determinan que: “es mejor malo conocido que bueno por conocer”, o que : “el que espera lo mucho espera lo poco”, aceptando sin ruborizarse y sin pudor alguno, que “nos quedemos frescos”, que la “dejemos así”, que “ese no es problema nuestro”, y que “dos años pasan rápido” y de nuevo estaremos en lo que nos gusta: Hablando hasta por los codos de las mismas pendejadas de siempre, escuchando, como si se tratara de las últimas novedades de los sabios de Grecia, los mismos cuentos, sobre las mismas propuestas de los mismos proyectos de hace 50 años, y ojalá y no ocurra así: eligiendo al peor de todos, para mantener vigente el ciclo del elogio a la estulticia, como buenos erasmistas modernos.
Tenga quien tenga la razón, lo cierto es que la gran perdedora en este descache electoral, es la sociedad cartagenera, que continua a la espera del gran líder que ponga a funcionar la ciudad en todos los sentidos. Que le de desarrollo, tranquilidad y seguridad a la ciudadanía necesitada del apoyo del Estado, para cerrar las grandes brechas de la desigualdad y la pobreza. Que les de respaldo institucional a los comerciantes, a los industriales, a los empresarios, a la academia y a todos los sectores, para que finalmente la ciudad se pueda beneficiar de sus grandes ventajas comparativas, en temas tan importantes como la industria, el turismo y el manejo portuario, en los que, es claro que, podemos estar a la cabeza. Que se recupere el liderazgo perdido y la importancia de la ciudad en el panorama nacional.
El viejo y apreciado síndrome de la lata de cangrejos, que practicamos con mucho arte y maestría, deberá ser abandonado con donaire por todos los actores y reemplazado por un nuevo proceso en el que, la reconciliación y la solidaridad predominen sobre el enfrentamiento, la división, el egoísmo y las ambiciones perniciosas.
Estamos en el momento preciso. Recuerden lo que solía decir el célebre activista austríaco, Stefan Sweig: “En la historia, los momentos en los que la razón y la reconciliación prevalecen, son breves y fugaces”.
Cartagena, agosto 22 de 2021.
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