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jueves, 24 de octubre de 2013

Pensemos en la Constituyente ...

Es entendible el susto de nuestros gobernantes, cuando, desde la Habana, escucharon el “run run” de una posible convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, para refrendar los acuerdos de paz logrados en la famosa mesa de negociaciones de Cuba. Una constituyente sería lo último que quisiera un gobierno caído en desgracia, en un país aburrido y escaldado con tanta indolencia, mediocridad y corrupción.

La sola mención de la Constituyente tuvo el efecto de solidarizar al gremio y, como si hubieran visto al mismo diablo, gritaron, en un coro desafinado, improperios y denuestos contra el “engendro”, que además tenía como estigma, el haber sido propuesto por los señores de las FARC. Y es que no es para menos. Una cosa es un referendo, en el que se lleva al pueblo a contestar sí o no por una lista de preguntas enredadas  y sanseacabó, y otra muy distinta una constituyente, que se sabe como comienza pero no como termina y donde los asambleístas, elegidos por el pueblo, tienen el poder absoluto de   reforma o cambio de la constitución. No se nos olvida que para la constituyente de 1991, los representantes elegidos para reformar la Constitución, una vez posesionados, decidieron cambiarla completamente y, para que no quedara duda, le revocaron el mandato al Congreso.

Así que convocar una asamblea constituyente en las actuales circunstancias, sería entregarle al pueblo en bandeja, la oportunidad de poner las cosas en su sitio y  desquitarse de tantas arbitrariedades y trapisondas, hechas al amparo de las treinta y pico de reformas, artículos y articulitos, introducidas al texto de 1991. Fue tan grande el susto, que nuestros congresistas en tiempo record, aprobaron la convocatoria al referendo, incluyendo la posibilidad de realizarlo conjuntamente con otra elección, algo que era expresamente prohibido por nuestra carta, en su artículo 104.

No nos quepa la menor duda,  que lo primero que eliminaría una hipotética constituyente, sería el articulito mediante el cual  se introdujo la reelección presidencial inmediata. Después de comprobarse hasta la saciedad, que esta reforma fue aprobada mediante el escandaloso expediente de cambiar notarías y cargos diplomáticos por votos, solo queda en la conciencia del pueblo el deseo irrevocable de acabar de una vez por todas con este esperpento, concebido en los conciliábulos del poder y “añuquido” en nuestra constitución a espaldas del pueblo. Como si fuera poco, la sola reelección de Álvaro Uribe nos enseñó con creces, que el poder corrompe y  el poder prolongado corrompe prolongadamente. O acaso no peleó  como “gato boca arriba” una segunda reelección?

Claro que el articulito no sería lo único. Hay otra serie de “pendejaditas” que estoy seguro que la gente estaría feliz de meterles mano: la eliminación de una de las cámaras del Congreso y la reducción del número de congresistas y de su correspondiente salario, es una vieja aspiración popular. La eliminación de la reelección en cualquiera de las ramas del poder público, acabaría de un tajo con los fenómenos de corrupción y clientelismo asociados a la toma del poder en forma indefinida, por causa de la voracidad politiquera y el deseo de “atornillarse” al cargo a través de la reelección.  Revisar la forma como se eligen funcionarios del Poder Judicial como Magistrados Y Fiscal General de la Nación y funcionarios de los entes de control, como Procurador, Contralor y Defensor del Pueblo, sería igualmente deseable, para acabar con la politiquería que, poco a poco, ha llevado a que estas entidades estén iguales a las “demás chancletas”.  


Es elemental que al Presidente y demás implicados les huela a azufre la posibilidad de una constituyente. Después de 22 años la constitución de 1991, flexible y fácil de cambiar, ha sido manoseada y hecha a la medida de los apetitos y voluntad de los que hasta ahora han manejado el país como su propia finca. Los acuerdos que se logren en La Habana, si es que se logran, seguramente los tendremos que ratificar con el referendo aprobado a las carreras, pero no debemos abandonar  la idea de una Asamblea Nacional Constituyente que, ahora sí carajo, arregle esta vaina de una vez y para siempre y que contenga clausulas pétreas, que impidan que los bandidos vuelvan a “perratearla” para su beneficio y desgracia  de este país.

@rododiazw

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