Es
entendible el susto de nuestros gobernantes, cuando, desde la Habana,
escucharon el “run run” de una posible convocatoria a una Asamblea Nacional
Constituyente, para refrendar los acuerdos de paz logrados en la famosa mesa de
negociaciones de Cuba. Una constituyente sería lo último que quisiera un
gobierno caído en desgracia, en un país aburrido y escaldado con tanta
indolencia, mediocridad y corrupción.
La sola
mención de la Constituyente tuvo el efecto de solidarizar al gremio y, como si
hubieran visto al mismo diablo, gritaron, en un coro desafinado, improperios y
denuestos contra el “engendro”, que además tenía como estigma, el haber sido
propuesto por los señores de las FARC. Y es que no es para menos. Una cosa es
un referendo, en el que se lleva al pueblo a contestar sí o no por una lista de
preguntas enredadas y sanseacabó, y otra
muy distinta una constituyente, que se sabe como comienza pero no como termina
y donde los asambleístas, elegidos por el pueblo, tienen el poder absoluto
de reforma o cambio de la constitución. No se nos
olvida que para la constituyente de 1991, los representantes elegidos para
reformar la Constitución, una vez posesionados, decidieron cambiarla
completamente y, para que no quedara duda, le revocaron el mandato al Congreso.
Así que convocar
una asamblea constituyente en las actuales circunstancias, sería entregarle al
pueblo en bandeja, la oportunidad de poner las cosas en su sitio y desquitarse de tantas arbitrariedades y
trapisondas, hechas al amparo de las treinta y pico de reformas, artículos y
articulitos, introducidas al texto de 1991. Fue tan grande el susto, que
nuestros congresistas en tiempo record, aprobaron la convocatoria al referendo,
incluyendo la posibilidad de realizarlo conjuntamente con otra elección, algo
que era expresamente prohibido por nuestra carta, en su artículo 104.
No nos
quepa la menor duda, que lo primero que
eliminaría una hipotética constituyente, sería el articulito mediante el
cual se introdujo la reelección
presidencial inmediata. Después de comprobarse hasta la saciedad, que esta
reforma fue aprobada mediante el escandaloso expediente de cambiar notarías y
cargos diplomáticos por votos, solo queda en la conciencia del pueblo el deseo
irrevocable de acabar de una vez por todas con este esperpento, concebido en
los conciliábulos del poder y “añuquido” en nuestra constitución a espaldas del
pueblo. Como si fuera poco, la sola reelección de Álvaro Uribe nos enseñó con
creces, que el poder corrompe y el poder
prolongado corrompe prolongadamente. O acaso no peleó como “gato boca arriba” una segunda
reelección?
Claro que
el articulito no sería lo único. Hay otra serie de “pendejaditas” que estoy
seguro que la gente estaría feliz de meterles mano: la eliminación de una de
las cámaras del Congreso y la reducción del número de congresistas y de su
correspondiente salario, es una vieja aspiración popular. La eliminación de la
reelección en cualquiera de las ramas del poder público, acabaría de un tajo
con los fenómenos de corrupción y clientelismo asociados a la toma del poder en
forma indefinida, por causa de la voracidad politiquera y el deseo de “atornillarse”
al cargo a través de la reelección. Revisar
la forma como se eligen funcionarios del Poder Judicial como Magistrados Y
Fiscal General de la Nación y funcionarios de los entes de control, como
Procurador, Contralor y Defensor del Pueblo, sería igualmente deseable, para
acabar con la politiquería que, poco a poco, ha llevado a que estas entidades
estén iguales a las “demás chancletas”.
Es
elemental que al Presidente y demás implicados les huela a azufre la
posibilidad de una constituyente. Después de 22 años la constitución de 1991,
flexible y fácil de cambiar, ha sido manoseada y hecha a la medida de los
apetitos y voluntad de los que hasta ahora han manejado el país como su propia
finca. Los acuerdos que se logren en La Habana, si es que se logran,
seguramente los tendremos que ratificar con el referendo aprobado a las
carreras, pero no debemos abandonar la
idea de una Asamblea Nacional Constituyente que, ahora sí carajo, arregle esta
vaina de una vez y para siempre y que contenga clausulas pétreas, que impidan
que los bandidos vuelvan a “perratearla” para su beneficio y desgracia de este país.
@rododiazw
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