En mis tiempos de funcionario
administrativo solía escuchar una frase lapidaria, que los trabajadores usaban
para referirse a la tendencia empresarial a hacer reuniones y comités, para tomar
decisiones que generalmente correspondía tomar al convocante a la reunión, de acuerdo con sus funciones : “de toda
reunión que se respete debe salir otra reunión y un viaje”.
Aunque no siempre es cierto, la
verdad es que tradicionalmente ha existido el temor a las decisiones de las
reuniones, ya que más allá de consensos y soluciones analizadas y ponderadas,
las reuniones pueden ser espacios de convalidación de ideas y propuestas, con
las que nadie está de acuerdo, pero que toca aprobar por aquello de que la
especie humana suele sentirse desanimada para actuar en contra de las
tendencias del grupo y porque existen determinados frenos sociales, que
impiden a los individuos expresar abiertamente sus sentimientos o seguir sus
inclinaciones.
Estas
apreciaciones que, a primera vista,
parecen diatribas de subalternos
descontentos, realmente encuentran sustento académico en serios y elaborados
estudios de sicología organizacional y de grupo y han sido ampliamente
difundidos con un ejemplo desarrollado por el experto administrador Jerry
Harvey en 1988. Se conoce como la “Paradoja de Abilene” y narra la historia de una familia que
abandona la comodidad de una terraza y un juego de cartas, para hacer un viaje
a Abilene, ciudad situada a 80 kilómetros del sitio donde disfrutaban plácidamente. A pesar de que nadie quería hacer el viaje
propuesto por “el viejo”, todos aceptaron por no contrariar la “decisión del
grupo”. Por la noche comentando las incidencias de un horrible viaje, lleno de
calor, polvo, hambre y dificultades, todos admitieron que no querían ir, a lo
que el viejo respondió: “la idea se me ocurrió porque pensé que estaban
aburridos”.
Situación
similar ocurre cuando a un Alcalde se le ocurre una genial idea: “no vamos a
permitir que parqueen mas carros en el centro amurallado”. De acuerdo con la
Paradoja de Abilene, los que estén de acuerdo con la propuesta se desbordarán
en adulaciones, ante tan buena idea del jefe. Los que no estén de acuerdo se
quedarán callados, para no ser señalados como negativos, aguafiestas y poco
propositivos. Al final el consejo de gobierno aprobará una importante decisión
para la ciudad, sin que hubiera sido debatida ni analizada, pero todos quedarán
contentos porque fue una decisión del grupo y entonces hablarán de “un gran
equipo de trabajo”.
No es
primera vez que se decide en un grupo de estos, que no se parqueen más carros
en el centro y tampoco es la primera vez que la loca idea fracasa. Es obvio que si fuera un proyecto
adecuadamente planificado, lo mínimo era que se tuvieran sitios alternativos
para estacionar los cientos de carros a los que se les aplica la prohibición. Porque, no nos van a decir que el desorden que
se forma al pie de las murallas estaba planeado, así como tampoco estaba
planeado que los sitios dejados en el centro por los carros retirados, fuera
llenado de inmediato por carretilleros o, lo peor, por otros vehículos que
mantienen un calanchín al timón, con la orden de huir tan pronto llega la grúa,
a terminar de desordenar el desorden.
Al
final: las murallas llenas de carros, el centro lleno de carros con calanchines
al volante, el centro lleno de carretilleros y un ejercito de policías verdes y
azules cuidando las barandas, las cuales mueven de acuerdo con los mandatos de
su propia inspiración. Este panorama dantesco se completa con la presencia de
unas grúas decrépitas, operadas por cuadrillas de ayudantes atrabiliarios, que no
“respetan pinta” y se suben a los andenes, bloquean las vías y se llevan el
carro con chofer y todo, mientras el pueblo disfruta y festeja las arbitrariedades de sus funcionarios. No
será que antes de esta decisión la cosa estaba mejor?
Al
mejor estilo de Abilene, un Alcalde, un Gobernador o un Presidente, pueden tomar
malas decisiones en reuniones o en consejos, en los que nadie se le va a
oponer, debido a fenómenos de pensamiento grupal que impiden que los individuos
expresen abiertamente lo que piensan. Es posible que una mala decisión, como la
del centro de Cartagena, sea tomada en un consejo de gobierno en el que la
mitad dice que sí, para congraciarse con
el Alcalde y la otra mitad dice que si
por miedo a contrariarlo. Por supuesto,
al viaje que sale de toda reunión que se respete, casi siempre va el jefe.
@rododiazw
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