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jueves, 17 de octubre de 2013

La Paradoja de Cartagena ...


En mis tiempos de funcionario administrativo solía escuchar una frase lapidaria, que los trabajadores usaban para referirse a la tendencia empresarial a hacer reuniones y comités, para tomar decisiones que generalmente correspondía tomar al convocante a la reunión,  de acuerdo con sus funciones : “de toda reunión que se respete debe salir otra reunión y un viaje”.

Aunque no siempre es cierto, la verdad es que tradicionalmente ha existido el temor a las decisiones de las reuniones, ya que más allá de consensos y soluciones analizadas y ponderadas, las reuniones pueden ser espacios de convalidación de ideas y propuestas, con las que nadie está de acuerdo, pero que toca aprobar por aquello de que la especie humana suele sentirse desanimada para actuar en contra de las tendencias del grupo y porque existen determinados frenos sociales, que impiden a los individuos expresar abiertamente sus sentimientos o seguir sus inclinaciones.

Estas apreciaciones que, a primera vista,  parecen  diatribas de subalternos descontentos, realmente encuentran sustento académico en serios y elaborados estudios de sicología organizacional y de grupo y han sido ampliamente difundidos con un ejemplo desarrollado por el experto administrador Jerry Harvey en 1988. Se conoce como la “Paradoja de Abilene”  y narra la historia de una familia que abandona la comodidad de una terraza y un juego de cartas, para hacer un viaje a Abilene, ciudad situada a 80 kilómetros del sitio donde disfrutaban plácidamente.  A pesar de que nadie quería hacer el viaje propuesto por “el viejo”, todos aceptaron por no contrariar la “decisión del grupo”. Por la noche comentando las incidencias de un horrible viaje, lleno de calor, polvo, hambre y dificultades, todos admitieron que no querían ir, a lo que el viejo respondió: “la idea se me ocurrió porque pensé que estaban aburridos”.

Situación similar ocurre cuando a un Alcalde se le ocurre una genial idea: “no vamos a permitir que parqueen mas carros en el centro amurallado”. De acuerdo con la Paradoja de Abilene, los que estén de acuerdo con la propuesta se desbordarán en adulaciones, ante tan buena idea del jefe. Los que no estén de acuerdo se quedarán callados, para no ser señalados como negativos, aguafiestas y poco propositivos. Al final el consejo de gobierno aprobará una importante decisión para la ciudad, sin que hubiera sido debatida ni analizada, pero todos quedarán contentos porque fue una decisión del grupo y entonces hablarán de “un gran equipo de trabajo”.

No es primera vez que se decide en un grupo de estos, que no se parqueen más carros en el centro y tampoco es la primera vez que la loca idea  fracasa. Es obvio que si fuera un proyecto adecuadamente planificado, lo mínimo era que se tuvieran sitios alternativos para estacionar los cientos de carros a los que se les aplica la prohibición.  Porque, no nos van a decir que el desorden que se forma al pie de las murallas estaba planeado, así como tampoco estaba planeado que los sitios dejados en el centro por los carros retirados, fuera llenado de inmediato por carretilleros o, lo peor, por otros vehículos que mantienen un calanchín al timón, con la orden de huir tan pronto llega la grúa, a terminar de desordenar el desorden.

Al final: las murallas llenas de carros, el centro lleno de carros con calanchines al volante, el centro lleno de carretilleros y un ejercito de policías verdes y azules cuidando las barandas, las cuales mueven de acuerdo con los mandatos de su propia inspiración. Este panorama dantesco se completa con la presencia de unas grúas decrépitas, operadas por  cuadrillas de ayudantes atrabiliarios, que no “respetan pinta” y se suben a los andenes, bloquean las vías y se llevan el carro con chofer y todo, mientras el pueblo disfruta y festeja  las arbitrariedades de sus funcionarios. No será que antes de esta decisión la cosa estaba mejor?

Al mejor estilo de Abilene, un Alcalde, un Gobernador o un Presidente, pueden tomar malas decisiones en reuniones o en consejos, en los que nadie se le va a oponer, debido a fenómenos de pensamiento grupal que impiden que los individuos expresen abiertamente lo que piensan. Es posible que una mala decisión, como la del centro de Cartagena, sea tomada en un consejo de gobierno en el que la mitad  dice que sí, para congraciarse con el Alcalde y la otra mitad  dice que si por miedo a contrariarlo.  Por supuesto, al viaje que sale de toda reunión que se respete, casi siempre va el jefe.

@rododiazw

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