John Stuart Mill, célebre filósofo y
economista inglés del siglo XIX solía
decir que “el sentido común era el que llevaba a los antiguos a afirmar que la
tierra era plana”. Esa precisión tan
certera y lapidaria del filósofo me impresionó tanto, que desde hace ratos dejé
de imaginarme, suponer o creer, lo que me pudieran indicar mis sentidos
internos y decidí aprehender la realidad tan solo con mis 5 sentidos externos,
que por cierto, con la ayuda de la información disponible y los avances de la
ciencia, son más que suficientes.
No hay duda y será de sentido común, no transitar por un
callejón oscuro y solitario, por temor a un asaltante, o no meterse al mar
cuando está embravecido y hay fuertes oleajes. Lo que si no es aceptable, es
decir, guiados por el sentido
común, que los jueces penales en
Colombia deciden en sus sentencias, teniendo en cuenta la marca de los
vehículos de los acusados. Esto es realmente un despropósito, una
simplificación absurda y una forma irresponsable de esconder la ignorancia y la
falta de rigor académico, a la hora de emitir un juicio de valor, de semejante
calibre. Por cierto que no falta el vivo que termine diciendo que : “es que el
sentido común es el menos común de los sentidos.”
En realidad, el sentido común no es sino eso: son los
conocimientos y las creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se
trata de la capacidad natural de juzgar
los acontecimientos y eventos de forma razonable. Aunque en ocasiones es
una buena herramienta para decisiones sencillas y poco estructuradas, el
problema se presenta cuando el sentido común nos invita a dejar de pensar y a tomar el camino más corto: la sabiduría
popular. En cada comunidad, los grupos más fuertes deciden día a día las
tendencias que deben seguirse y las normas de conducta aceptables. A la cabeza
de este nuevo poder, en un clima de gran competencia por la conquista de la
audiencia, ha tomado cuerpo una cultura mediática, donde se diluye el rigor y
aumentan el espectáculo de la información y la obsesión por la inmediatez, como
sinónimo de primicia. Dichas tendencias se constatan con toda nitidez y
preocupación en los medios audiovisuales, donde el campo de acción preferido
son precisamente los juicios penales.
Ante esta avalancha de sabiduría popular y sentido común, generados y
fortalecidos por el poder de los medios de formar la discutida opinión pública,
especialmente en el caso de la llamada justicia mediática, el doctrinante Luigi
Ferrajoli se ha referido al debate existente en el ámbito jurídico, respecto del
principio de publicidad, que se maneja a través de los medios de comunicación:
“Ha reaparecido la antigua función infame del derecho penal premoderno, cuando
la pena era pública y el proceso secreto. Sólo que la picota ha sido sustituida
por la exhibición pública del acusado en las primeras páginas de los periódicos
o en el televisor; y no como consecuencia de la condena, sino de la acusación,
cuando todavía es un presunto inocente”. La manipulación mediática de la
opinión pública ha creado una sabiduría popular y un sentido común
desinformados, que ha originado una justicia paralela basada en el Populismo
Punitivo, en el que los medios de comunicación ejercen los papeles de fiscal y
de abogado defensor, así como, frecuentemente de juez. Es lo que se conoce como
la RCNización de la justicia.
Los juicios paralelos que construyen algunos medios,
pueden hacer que la opinión pública confunda la verdad mediática con la verdad
jurídica y alimentan la histórica desconfianza hacia la justicia, que contribuye al rechazo social de muchas de
las decisiones judiciales y a la formulación de paradigmas injustos, que
fácilmente pueden ser desvirtuados con una simple mirada a hechos y datos
reales. Uno de estos paradigmas es el que establece que: “en Colombia la
justicia es para los de ruana”. Sin embargo, los 1447 militares entre
condenados y sindicados detenidos, los 1200 poderosos narcotraficantes y
paramilitares extraditados, los 40 congresistas encarcelados y los 110 investigados y los 470 funcionarios
de empresas públicas y privadas en diferentes etapas de investigación y juzgamiento, son una
clara muestra de que un caso aislado, no puede ser el rasero con que se mida la
eficacia de la justicia colombiana.
En el
siglo 18, Cesare Beccaria, inspirador del Derecho Penal moderno dijo: ”un
hombre no puede ser llamado culpable antes de la sentencia del juez, ni la
sociedad puede quitarle la protección pública, sino cuando se haya decidido que
violó los pactos con los que aquella protección le fue acordada”. Esto sigue más
vigente que nunca y no se trata de sentido común ni de sabiduría popular…
@rododiazw
Buena Columna... pero creo que lo que la sociedad condena de antemano, así no distinga muy bien los momentos del nuevo Código Penal, es la manera como toman las decisiones, que de manera particular se habla del caso del individuo que en el caso de alcoholismo extremo, se estrella con el taxi y de este surge la muerte de las dos ocupantes y en dificil situación al taxista ... quitar un pase... no es sinónimo de seguridad social... el pase no maneja, maneja el individuo. En casos similares se han tenido otros tipos de actuación y siente uno que la sociedad en general está en "Cero Tolerancia" a estos actos... y a mi parecer deberá seguir subiendo el termómetro y Dios nos libre a todos de que algo en cualquiera de los sentidos de ese acontecimiento nos pase... Pero repito, buena Columna Rodo.. me gustó
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