Colombia
se oficializó como un país de marchas. La facilidad de convocatoria que tienen
las redes sociales, ha permitido que cada día haya más organizaciones y
organizadores y casi nadie se resiste a la tentación de montar una marcha,
ya sea de protesta, solidaridad, desagravio o lo que sea. Lo importante es
marchar, ojala en primera fila y disfrutar de esa secreta tensión que genera la
posibilidad de aparecer en los canales nacionales o en la primera pagina de un
diario importante. La marcha más popular es la de protesta.
Después
de observar tantas marchas, creo que casi todas se pueden incluir en dos
grandes divisiones: las marchas malas y las marchas buenas. Las marchas malas
son las organizadas por obreros, estudiantes, campesinos, trabajadores de la
salud o de la educación, camioneros y en general, gente que le reclama cosas
concretas al Estado. Desde antes de su realización son rechazadas o declaradas
inexistentes por el gobierno, quien advierte de su peligro y consecuencias
dañinas, razón por la cual hace presencia desde tempranas horas con varios
escuadrones de antimotines, una especie
de “transformers” criollos, especializados en el uso de armas químicas contra
civiles y el arte de apalear sin matar. El fracaso de la marcha se mide por el
número de heridos y detenidos y por la noche la televisión mostrará imagines
exclusivas de los actos vandálicos y el
ministro balbucirá la frase clave: la marcha estaba infiltrada por las JAAARC.
Las
marchas buenas, por el contrario, son organizadas por importantes ONG's, las
cuales son dirigidas por influyentes personalidades de la vida política o
social del país, tienen el beneplácito del gobierno y en general son una
especie de encuentro de amigos, con camisetas estampadas para la ocasión,
globos, serpentinas y hasta escarapelas. Como las exigencias son más bien
abstractas, el gobierno no se siente comprometido y participa, repartiendo
sonrisas, saludos y hasta abrazos, con su disfraz de oveja por el que a veces
se dejan ver unas orejas de lobo. Es una excelente ocasión para un buen baño de
popularidad, sobre todo cuando al final llega la hora de la subida a la tarima
para la repartición de elogios. Por la noche los canales de televisión hablarán
de lo civilizada de la marcha y su éxito se medirá por la importancia de los
participantes, el número de asistentes y la cantidad de “likes” a las fotos
subidas al Facebook.
Buenas y
malas, todas las marchas son importantes y necesarias y, a pesar de las
distorsiones mediáticas, sirven para visibilizar problemas y demostrar la
legítima preocupación e indignación de la ciudadanía, ante situaciones que
requieren atención y solución. Obviamente, y esto es lo grave, solo las marchas
que producen traumatismos, daños y pérdidas son atendidas y los temas discutidos
y algunas veces resueltos. Las marchas en las que participan los gobernantes,
en cambio, son un verdadero juramento a la bandera, ya que el gobernante que
marcha y protesta es otra víctima y no un responsable y entonces la marcha no
tiene ante quien protestar y a quien pedirle
soluciones. O será que el Gobernador y el Alcalde que marchan en protesta por
la violencia de género no tienen alguna responsabilidad en el problema? Y la
pobreza, la desigualdad, la prostitución, el desempleo, el alcoholismo y la
drogadicción que subyacen a la violencia, no son responsabilidades del Estado?
Prefiero a los gobernantes resolviendo y no marchando.
De no
hacer nada, a marchar y protestar, hay una indiscutible diferencia y en ese
sentido los colombianos hemos avanzado y adquirido un gran nivel de compromiso,
solidaridad y conciencia de nuestros derechos civiles y políticos. Sin embargo,
tampoco podemos quedarnos en la marcha anecdótica y mediatizada, a la cual el
gobierno poco a poco se acostumbra y da largas, hasta volverla completamente
ineficaz. Otros derechos constitucionales como: las acciones populares y
grupales, el referendo, la constituyente, el derecho a elegir y ser elegido, la
revocatoria del mandato y el voto en blanco, tendrán que ser igualmente
desarrollados, si queremos ser verdaderos promotores del cambio y forjadores de
un mejor futuro.
Agradezco
a todas las personas que con su apoyo,
comentarios y críticas me motivaron y ayudaron a cumplir este objetivo personal
de escribir religiosamente un artículo semanal, hasta completar 100 trompos, lo
cual se cumple precisamente con este artículo. A lo mejor me tomo un descanso
para dedicarme a otro compromiso igualmente retador …ahí veremos.
@rododiazw
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