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jueves, 28 de noviembre de 2013

A marchar se dijo ...

Colombia se oficializó como un país de marchas. La facilidad de convocatoria que tienen las redes sociales, ha permitido que cada día haya más organizaciones y organizadores y casi nadie se resiste a la tentación de montar una marcha, ya sea de protesta, solidaridad, desagravio o lo que sea. Lo importante es marchar, ojala en primera fila y disfrutar de esa secreta tensión que genera la posibilidad de aparecer en los canales nacionales o en la primera pagina de un diario importante. La marcha más popular es la de protesta.

Después de observar tantas marchas, creo que casi todas se pueden incluir en dos grandes divisiones: las marchas malas y las marchas buenas. Las marchas malas son las organizadas por obreros, estudiantes, campesinos, trabajadores de la salud o de la educación, camioneros y en general, gente que le reclama cosas concretas al Estado. Desde antes de su realización son rechazadas o declaradas inexistentes por el gobierno, quien advierte de su peligro y consecuencias dañinas, razón por la cual hace presencia desde tempranas horas con varios escuadrones  de antimotines, una especie de “transformers” criollos, especializados en el uso de armas químicas contra civiles y el arte de apalear sin matar. El fracaso de la marcha se mide por el número de heridos y detenidos y por la noche la televisión mostrará imagines exclusivas de los actos vandálicos  y el ministro balbucirá la frase clave: la marcha estaba infiltrada por las JAAARC.

Las marchas buenas, por el contrario, son organizadas por importantes ONG's, las cuales son dirigidas por influyentes personalidades de la vida política o social del país, tienen el beneplácito del gobierno y en general son una especie de encuentro de amigos, con camisetas estampadas para la ocasión, globos, serpentinas y hasta escarapelas. Como las exigencias son más bien abstractas, el gobierno no se siente comprometido y participa, repartiendo sonrisas, saludos y hasta abrazos, con su disfraz de oveja por el que a veces se dejan ver unas orejas de lobo. Es una excelente ocasión para un buen baño de popularidad, sobre todo cuando al final llega la hora de la subida a la tarima para la repartición de elogios. Por la noche los canales de televisión hablarán de lo civilizada de la marcha y su éxito se medirá por la importancia de los participantes, el número de asistentes y la cantidad de “likes” a las fotos subidas al Facebook.

Buenas y malas, todas las marchas son importantes y necesarias y, a pesar de las distorsiones mediáticas, sirven para visibilizar problemas y demostrar la legítima preocupación e indignación de la ciudadanía, ante situaciones que requieren atención y solución. Obviamente, y esto es lo grave, solo las marchas que producen traumatismos, daños y pérdidas son atendidas y los temas discutidos y algunas veces resueltos. Las marchas en las que participan los gobernantes, en cambio, son un verdadero juramento a la bandera, ya que el gobernante que marcha y protesta es otra víctima y no un responsable y entonces la marcha no tiene ante quien  protestar y a quien pedirle soluciones. O será que el Gobernador y el Alcalde que marchan en protesta por la violencia de género no tienen alguna responsabilidad en el problema? Y la pobreza, la desigualdad, la prostitución, el desempleo, el alcoholismo y la drogadicción que subyacen a la violencia, no son responsabilidades del Estado? Prefiero a los gobernantes resolviendo y no marchando.

De no hacer nada, a marchar y protestar, hay una indiscutible diferencia y en ese sentido los colombianos hemos avanzado y adquirido un gran nivel de compromiso, solidaridad y conciencia de nuestros derechos civiles y políticos. Sin embargo, tampoco podemos quedarnos en la marcha anecdótica y mediatizada, a la cual el gobierno poco a poco se acostumbra y da largas, hasta volverla completamente ineficaz. Otros derechos constitucionales como: las acciones populares y grupales, el referendo, la constituyente, el derecho a elegir y ser elegido, la revocatoria del mandato y el voto en blanco, tendrán que ser igualmente desarrollados, si queremos ser verdaderos promotores del cambio y forjadores de un mejor futuro. 


Agradezco a todas las  personas que con su apoyo, comentarios y críticas me motivaron y ayudaron a cumplir este objetivo personal de escribir religiosamente un artículo semanal, hasta completar 100 trompos, lo cual se cumple precisamente con este artículo. A lo mejor me tomo un descanso para dedicarme a otro compromiso igualmente retador …ahí veremos.

@rododiazw

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