No parecen muy
edificantes las actividades en que se ha visto involucrado nuestro Congreso en
los últimos tiempos. Resulta
decepcionante ver a los padres y madres de la Patria, degradados, hasta el
extremo de presentar el espectáculo deprimente y retrógrado de peleas sectarias
y callejeras, al mejor estilo de los lances del bipartidismo de los años
cuarenta, que fue el que precisamente nos llevó a los extremos violentos en que
aun hoy nos encontramos.
Se ha vuelto una
cultura politiquera decadente, el creer
que el Congreso es el escenario propicio para desatar odios, trasnochar
rencillas, desenmascarar hampones de todas las pelambres y alimentar el
gusano degenerado de una confrontación eterna, de pretensiones de poder
ilimitado y discursos altisonantes y prepotentes, mal ejemplo para un pueblo ya
de por si escaldado por los odios históricos de la iniquidad, la exclusión y
una pobreza atávica e interminable.
Mientras el país se
descarrila por los senderos del desmadre, la inseguridad, las inundaciones y
todas las demás plagas que siempre nos han acompañado, nuestros congresistas no
encuentran nada mejor que hacer, que ganarse el sueldo pastoreando rencores, en
un país al que no le cabe una pelea más. Bajo la inocente fachada del “debate
de control político”, se da rienda suelta
al lamentable episodio de
sacrificar la verdad, la esperanza y las buenas costumbres, en el altar
de la hipocresía, el cinismo y el engaño.
Son tantas las presuntas o reales injurias
y calumnias que resultan de cada debate, que la Corte Suprema y la Fiscalía
se ven desbordadas por la necesidad de distraer a sus mejores funcionarios,
para atender querellas y denuncias,
lavar la dignidad y restablecer la arrogancia y la imagen de los
ofendidos, mientras los bandidos “campean por sus fueros” y el pueblo se
desquita diciendo que “la Justicia no sirve sino para los de ruana”.
No suena lógico ni
inteligente, que mientras nuestros legisladores se desgañitan jugando a ver
quien es el más verraco, el que mejor discursea y “les canta la tabla a los
demás”, el resto de la humanidad avanza en la dirección contraria, en la
búsqueda de las grandes soluciones y en el entendimiento de los grandes
fenómenos técnicos y científicos, que permitirán que en los próximos 50 años, avancemos un tramo similar al que recorrimos en los últimos 20000 años.
Para no ir muy lejos,
Guido Girardi L., Senador chileno y “Presidente de la Comisión de Desafíos del
Futuro”, acaba de convocar a todo el país al IV Congreso del Futuro, que se
realizará en el seno del legislativo chileno, en enero próximo y al cual ya han
confirmado asistencia, pensadores, científicos e intelectuales de reconocida
trayectoria mundial y grandes aportes, en los importantes temas que interesan a
quienes aspiran a insertarse con éxito en el siglo XXI. Nanotecnologías, eliminación
de la pobreza, prolongación de la vida, energías renovables, calentamiento
global y vida artificial, entre otros, tendrían que ser los aspectos en que
deberían estar inmersos los “padres y madres de la patria”, si en realidad quisieran ser proactivos y hacer
la tarea para la cual los hemos elegido.
“Estamos en el siglo
XXI, pero seguimos pensando como al comienzo del siglo XX. Vivimos en el
futuro, pero anclados al pasado. Para tomar hoy decisiones fundamentales
debemos entender el mundo que viene”, ha dicho Girardi, quien sostiene que uno
de los mayores déficit de nuestras naciones es precisamente el de no tener un
proyecto de país, y eso sí que es cierto para Colombia. Los fracasos de nuestras
reformas estructurales, la vergüenza de los debates y el descrédito cada vez
mayor de sus miembros, indican claramente que nuestros congresistas no están
dando pasos en la dirección correcta, no están marchando en la dirección de un
desarrollo inspirador.
Los optimistas pensamos
que no todo está perdido, que aun quedan congresistas buenos y capaces, que en
cualquier momento nos van a sorprender con la buena noticia del timonazo
salvador, que enderece el rumbo de este
“barco fantasma” por los caminos de la inteligencia y la razón. Como dice Mariano
Chimá, en un desahogo que le salió del alma: llegó la hora de que nos hagamos
el debate interno. Nunca como hoy había estado un Congreso tan preparado para ser revocado.
@rododiazw
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