“No hay plazo que no se cumpa, ni
deuda que no se pague”, dice el viejo refrán popular. El próximo Domingo 14 de
Julio, un año seis meses y catorce días después, de que iniciara el actual
período institucional de Alcaldes, los cartageneros finalmente cumpliremos el
anhelado encuentro con unas nuevas elecciones.
Este sueño que inició como vaga ilusión, al día siguiente de posesionado
el anterior alcalde elegido, que maduró con las dificultades y tropezones de un
gobierno signado por la tragedia y que se convirtió en pesadilla, a la sombra
de un suplente, alucinado y ausente, quizá no tendrá un final feliz de novela
mexicana.
Y no es para menos: Desde el mismo
inicio de la contienda electoral, a los candidatos les tocó cargar con el
pesado fardo del escarnio público y el vituperio señalador. Con una sola
excepción, todos los candidatos fueron desheredados y estigmatizados por sus
propios partidos políticos, quienes, en
una actitud incoherente y desobligante, fueron los que iniciaron el “perrateo” de la famosa feria de los avales. En
un espectáculo deprimente y por arte de brujería, el azul se volvió rojo, el
radical se convirtió en afro, el verde
en mío y el otro azul, impuesto a la fuerza. Después de esto, lo que quedó de
los candidatos, salió a la plaza pública a enfrentar la desconfianza y la
malicia de una ciudadanía aburrida de tanta “vaina rara”.
Las campañas, que arrancaron con el
pie izquierdo después del episodio de los avales, rápidamente equivocaron el
rumbo: se olvidaron de su objetivo fundamental de ampliación de la base de
votantes, a través de un proceso
juicioso de convencimiento y venta de unos programas de gobierno, serios y
estructurados y cayeron en el lugar común de la violación de las leyes, en
cuanto a la contaminación visual, las encuestas piratas, los debates
insustanciales, las acusaciones tradicionales de financiadores, apoyo de
políticos cuestionados y familias de baja conducta, para terminar con el
bochornoso espectáculo de una burda e intrascendente publicidad negra, heredada de otras latitudes
y de diabólicos auspiciadores. Las redes sociales disfrutaron a sus anchas y se
despacharon de lo lindo, pero eso si, y como es corriente entre nosotros,
después de tanta acusación y tanto señalamiento, nunca apareció una denuncia,
ni una prueba.
Bueno pero como dice Daddy Yankee lo
que pasó, pasó. Es apenas justo que, después de haber solicitado en forma
insistente y justificada estas elecciones, los cartageneros debemos responder
al compromiso constitucional y democrático de elegir un Alcalde. Las opciones
son conocidas y cada quien las tomará según su leal saber y entender:
abstenerse, que es una opción válida, ya que en Colombia el voto no es
obligatorio, lo que implica que los demás decidan por nosotros. Votar en
blanco, que es otra opción igualmente válida y de mucho poder político, pero
que solo es efectiva, en lo casos en que hay un solo candidato, y, finalmente,
votar por el candidato que a conciencia consideremos que se merece nuestras
preferencias.
Independientemente de lo dicho,
comentado o imaginado, la persona que resulte elegida, será el Alcalde
Constitucional de Cartagena de Indias, y
como tal, tendremos que aceptarlo por los 30 meses que restan. Esperemos que
sea una persona común y corriente, pero dispuesta a trabajar para resolver las
situaciones extraordinarias que aquejan a
nuestra ciudad. Si él está decidido a aceptar la misión, los
cartageneros no debemos ser inferiores y en ese sentido lo oportuno y decente
será brindarle nuestro apoyo. Si bien es cierto que, como candidatos, nos hemos
dado el lujo de descalificarlos, como Alcalde, tendremos que darle el
correspondiente compas de espera, a ver que “trae en la bola”. Quien quita que
nos tape la boca y salga bueno o buena? Casos se han visto.
La ciudad ha tocado fondo. En estos
momentos la ciudadanía está alarmada por el bochornoso episodio de la entrega
de Nuestra Plaza de la Aduana a RCN, para que, con el pretexto de un debate,
hiciera su negocio. Porque si era privado, lo programaron en el sitio más
público de Cartagena? La situación está difícil y con las cosas que están
pasando, nos esperan días amargos. Eso si, no se olviden que: “el momento mas oscuro de la noche, es antes
del amanecer”.
Creo, con todo respeto, que su posición es absolutista, en el sentido de que necesariamente hay que votar por un candidato(a). Le recuerdo que también está la opción del VOTO EN BLANCO, que también es una forma de expresión política. Mi llamado, ante la situación caótica en que se encuentra nuestra querida ciudad a la cual la ha llevado la clase política criolla, es que como una actitud de protesta y resistencia civil VOTEMOS EN BLANCO. Un porcentaje alto de votos en blanco (porque sé que no va a ganar esta opción)significaría un indicador real del descontento y la ira popular frente a la corrupción, la violencia, las muertes de los niños en las puertas de los hospitales, la mendicidad, el hambre, el desempleo, la inseguridad, la ineficiencia administrativa, los carruseles de los contratos, etc. etc. le faltó a usted señalar esta opción lo cual espero haya sido una omisión involuntaria.
ResponderEliminarYo no se si fue que el artículo le llegó mutilado o por un error involuntario usted se saltó el párrafo 4 donde están claramente definidas todas las opciones que tienen los votantes. El artículo propone todas las opciones sin definirse por ninguna .....le recomiendo una revisión mas serena del escrito. Gracias por su comentario.
ResponderEliminarlo que ocurrió con el debate de RCN, muestra que Cartagena es de todo el mundo, menos de los Cartageneros. Foráneos en nuestra propia tierra... Hasta Cuando Rodo. Marcelo Tapia
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