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miércoles, 27 de octubre de 2021

INVENTOS DE LA PANDEMIA

Encontré a una señora, bastante entrada en años, caminando y buscando, desesperadamente un café internet, por una de las callecitas aledañas a la Universidad de Cartagena.

 

Llevaba en la mano un papelito que mostraba gesticulando y quejándose, a quienes se detenían a escucharla. De puro metido me detuve y observé el papel, que en realidad era un cartoncito con instrucciones, sobre la forma como debería interactuar con una página web, para conocer los resultados de unos exámenes de imágenes, que se había realizado en un conocido sitio de la ciudad. 

 

Se informaba la dirección de la página web a la que debería entrar, lo que significaba que debería tener un computador o un equipo inteligente, internet y, lo más exótico de todo, se solicitaba que debería estar dotado del buscador Mozilla Firefox para, finalmente, acceder a los resultados e imágenes. Se daban, además, instrucciones de entrada, usando usuario y password. Toda una verdadera hazaña cibernética para la señora, que se notaba por su desconcierto y desazón, no tenía conocimientos sobre el espinoso tema, que, a veces, es complicado hasta para verdaderos come pantallas.

 

Para hacerle el favor completo, la acompañamos al sitio, en la calle del porvenir, donde han sacado sus fotocopias, las tres últimas generaciones de egresados de la Universidad de Cartagena. La señora, que ya se sentía un poco más tranquila, no demoró en comenzar a ampliar la información y las quejas: “antes uno iba a buscar sus resultados, pero ahora con la cosa del covid, se han inventado este sistema para ponerlo a uno a loquear y a pasar penas.”

 

Tenía razón: alegando precauciones para evitar el contagio y la propagación de la pandemia, algunos prestadores de servicio se han desmontado, por las orejas, de su responsabilidad de entregar unos resultados físicos al cliente y se han ideado el peregrino y enrevesado procedimiento, de poner a las personas a escarbar en páginas web los resultados de estudios, generalmente  ordenados y pagados por las  EPS´s, a cuyos médicos, en realidad, se les deberían enviar, para ser incluidos en las historias clínicas de los pacientes.

 

Estos cambios, inconsultos y arbitrarios, no solo olvidan que hay clientes y pacientes que no tienen acceso a las nuevas tecnologías y procesos en línea, sino que rompen la cadena de custodia de información de carácter privado y confidencial, en la relación médico paciente y que, por demás, revisten entre otras cosas, la categoría de documentos con contenido e importancia jurídica probatoria, de gran relevancia cuando las circunstancias lo exigen.

 

Estos hechos, aparentemente triviales, y otros subproductos de la pandemia, han venido a complementar la ya larga lista de calamidades que, cada día, amargan más y más la vida de los cartageneros: ya no extraña ver en plena calle, a sol y agua, largas colas de clientes de bancos, EPS´s, notarías, laboratorios clínicos, consultorios médicos, odontológicos y todo tipo de actividades, donde la atención al cliente exige algún tipo de espera. Esto, que era muy normal en lo público, es hoy prácticamente la regla general y, con el pretexto del distanciamiento social, se ha oficializado el, de por si, ya aceptado y consentido, pésimo servicio al cliente que identifica a la ciudad.


Especialmente grave, la situación de los consultorios médicos, donde desde hace ya tiempo se inventaron el absurdo e irracional procedimiento de decirle que: “su cita es a las dos, pero por orden de llegada”. Es decir, si usted cumple si cita a la hora indicada, pero cuando llega ya hay 20 personas en la sala, usted será atendido en el número 21 a las 8 de la noche. Esto, por supuesto, convierte una cita médica en un complejo protocolo de todo un día. Las malas lenguas dicen que todo esto se inició, desde cuando comenzaron a “pagarles a los médicos con papelitos”.

 

Esta barbaridad, que no se si la sabrán nuestros queridos médicos, y que desafía las más elementales reglas de la planeación y del sentido común, es una práctica administrativa aceptada y reconocida en la Heroica, dentro de nuestro culto al absurdo y a la falta de lógica y ha venido a ser reforzada por las leyes acomodaticias de la pandemia, en las que el maltrato al cliente goza de muy buena aceptación y se soporta exitosamente, en la dictadura de los recepcionistas y los vigilantes.  Mientras tanto, y cuando ya en el mundo entero el Covid, con todos sus perendengues, es cosa del pasado, aquí seguimos en un limbo de suposiciones, elucubraciones y divagaciones, en las que el “por favor me colabora con el tapabocas”, surge como solución mágica para la prevención, el control y la cura del maldito bicho.

 

Hay informaciones de entero crédito que dan cuenta de que, aun hay empresas en las que el salario continúa reducido a niveles de pandemia, a pesar de haberse reiniciado labores normales desde hace rato. Obviamente ya ustedes comprenderán que les pasa a aquellos que se atrevan a reclamar.

 

Por supuesto que una de las obligaciones perentorias de los gobiernos, al menos en las ciudades y regiones donde este existe, será la de entrar a hacer revisiones de todo tipo, pero muy especialmente de cánones, mensualidades y precios, pues parece que los avivatos de siempre ya comienzan a aprovecharse del desorden y a recuperar el tiempo perdido.

 

Por mi parte tocará seguir la recomendación del maestro Billo Frómeta y que ya muchos vienen poniendo en práctica: Pa Barranquilla me voy.


Cartagena 27 de octubre de 2021

jueves, 22 de abril de 2021

DURA LEX

En mi aventura otoñal de estudiante de Derecho, en la Universidad de Cartagena, me tocó iniciar a mis 53 años, acompañado de 90 primíparos con edades entre los 16 y los 20 años, quienes, con disimulo se burlaban de mi murmurando entre dientes: “loro viejo no da la pata”.  

 

Después de terminado el primer año de Romano, Civil y Constitucional, nos tropezamos en segundo año con el Derecho Penal y ahí fue cuando iniciaron, en realidad, las decisiones, los amores y los desamores. Ahí arrancó el “ay mamita mía”, las deserciones y poco a poco, comenzamos a escuchar a estudiantes que se desentendían y evadían las complejidades del Derecho Penal, con una sentencia lapidaria: yo no voy a ser penalista. O, allá los que van a ser penalistas. 

 

Esta mirada desinteresada y sesgada  al derecho penal, es lo que explica que, en Colombia, país de 355 abogados por cada 100000 habitantes y 100 facultades de derecho, las estadísticas muestran que, de 7800 abogados especializados en los últimos 5 años, el 37% lo haya hecho en derecho Comercial, 35% en Derecho Laboral, el 24% en Derecho Administrativo y Contencioso Administrativo y el restante 4% se distribuye entre las otras 30 o más ramas del derecho, de las cuales tan solo 200 se especializan en Penal. Esto también explica porque de los 91 que comenzamos juntos en mi otoño feliz, del segundo semestre de 2003, en el emblemático Abraham Lincoln, tan solo uno, se haya especializado y tenga maestría en derecho penal.

 

Pero si esto extraña, seguramente extrañará más que, en este país, cuando se produce una sentencia de un juez o un tribunal en un caso penal, aparecen inmediatamente 48 millones de abogados penalistas a pontificar, analizar y explicar los intríngulis jurídicos, los obiter dictas y las ratios decidendis de la sentencia, para finalmente terminar, como todas las cosas en este terruño, divididos en dos o como dicen ahora: polarizados -como los carros-. Obviamente, es apenas lógico que los 48 millones de colombianos se expresen ante noticias relevantes, e impactantes, que opinen y hagan uso del derecho constitucional, consagrado en el artículo 20 superior, a expresar libremente su pensamiento. No faltaba más.

 

En realidad, el Penal es el derecho por antonomasia, es además el derecho vocacional que motivó a los 400000 abogados en la historia del país, a que se decidieron por esta profesión.  Crecimos viendo películas y novelas con grandes juicios y grandes abogados defensores y acusadores, como protagonistas. Así que no es raro que el tema lo discutamos y nos entusiasme tanto. Hay, lógicamente, otro detalle del Penal que lo hace impactante y de mucho interés para todos: sus decisiones afectan seres humanos, personas, familias, sociedades y, generalmente, lo que nos afecta como humanos, genera crisis, tragedia y dolor.

 

Es comprensible entonces que una condena a dos miembros de nuestra sociedad, impacte, preocupe, genere solidaridad y, obviamente, divida las opiniones y los sentimientos de un grupo humano que, desde hace rato, no recibe más enseñanzas que las de la división, el resentimiento, el odio, la injusticia, el abuso y el irrespeto.

 

Somos un grupo humano con una gran tradición de violencia y odio, que cada día recibe de sus gobernantes, mensajes de irrespeto a las leyes, la constitución y la institucionalidad y cuya respuesta, a las débiles voces de protesta, que a veces se dejan escuchar, son la burla, el maltrato, más impuestos y más división.

 

Entendemos a quienes expresan su solidaridad y apoyo a los caídos en desgracia. Si hay algo duro y difícil en esta vida, es estar sometido a las vicisitudes de un juicio penal o una condena, en un país como Colombia, con un sistema judicial voluble, cuestionado e incierto y un sistema carcelario inhumano e indigno.  

 

Entendemos a quienes apoyan a jueces y magistrados que, en ejercicio de sus atribuciones legales y constitucionales, deben tomar estas duras decisiones contra sus semejantes, so pena de ser cuestionados, procesados y condenados, acusados de inaplicación de la normatividad, prevaricato y toda una serie de linduras, del grueso catálogo penal colombiano.

 

Nadie sabe lo difícil, delicado y angustioso que es para un juez o un magistrado, después de largos años de estudio y preparación, después de leer y analizar miles de folios de gruesos expedientes, escuchar cientos de testigos y confrontar muchas pruebas, decidir, sin más compañía que la de su conciencia, y llegar a la certeza, más allá de toda duda, sobre la culpabilidad o inocencia de un semejante.

 

Los justos e inocentes no debemos preocuparnos: a pesar de nuestras tragedias, aun nos queda un restico de humanidad y cordura. Nuestro sistema, en medio de todas sus penurias está hecho para cumplir el mandato de Ulpiano de “dar a cada quien lo que merece”. Es garantista ya que presume la inocencia. En caso de duda favorece al reo. Ofrece dos instancias procesales e impugnación especial o casación.  Aplica la ley favorable y, finalmente, en caso de condena, ofrece subrogados penales.

 

A los que se burlaban socarronamente de mi, les recordaba la frase de Rousseau: “la juventud es el momento de estudiar la sabiduría…  la vejez el momento de practicarla”.


Cartagena, abril 22 de 2021

lunes, 10 de agosto de 2020

NADA TE SIRVE DAU

Resulta decepcionante ver como se hunde la ciudad de Cartagena de Indias, en un pantano de desilusiones, de la mano de una persona a quien ingenuamente se le confió su dirección y quien, día a día, solo muestra los claros efectos de una personalidad conflictiva y abusiva, que a veces imita a lo que las ciencias del comportamiento describen como un patán perverso.

Esta categoría de comportamiento que, por supuesto, no me he inventado yo, está elocuentemente descrita en el Best Seller “Como Identificar a un Patán”, en el que, sin muchos misterios, encontramos las razones, a veces incomprensibles, de la forma de actuar de nuestro líder administrativo.

El “Patán Perverso” sufre un trastorno de perversión narcisista, manipuladora, que culpa a todos, que usa y abusa de ciertos privilegios, para poder controlar, dominar y someter, para sus propios deseos, intereses, necesidades y conveniencias. Es una persona mentirosa, grosera, ruda, iracunda, brusca e irrespetuosa y su principal estrategia es asustar desde las amenazas.

Albert Einstein decía que la “Educación es lo que queda después de olvidar lo que se ha aprendido en la escuela”. Es además requisito indispensable para la vida armónica y la coexistencia pacífica de todas las sociedades y Nelson Mandela, el gran lider de la igualdad, la paz y la justicia, consideraba que: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Pareciera que a nuestro líder, no solo se le olvidó lo que aprendió en la escuela, sino también la educación.

Y no son exageraciones: a la ya conocida lista de actuaciones abusivas, ofensivas y desafortunadas, de las que ya ha tenido que retractarse, se suma el triste y deprimente espectáculo protagonizado recientemente y del que fue víctima propiciatoria de sus desafueros, el Alma Mater de los cartageneros, los bolivarenses y de muchos colombianos: La Universidad de Cartagena.  No bastaron los 193 años de  tradición como  espacio de formación de los miles de jóvenes del Caribe colombiano y como medio ideal para la formación de las nuevas generaciones que conducirían los destinos de la República, desde el siglo XIX, cuando fue fundada por el Libertador Simón Bolivar.

No le bastó el dolor y la tristeza que causaría a miles  de jóvenes y padres de familia que hoy por  hoy encuentran en nuestra alma mater, un camino, una solución y una esperanza de cambio y progreso. Era necesario para su satisfacción y la de su camarilla de azuzadores, reducirla bellácamente,  a la condición de nido ratas, en la que pretende sin razones y sin argumntos válidos, incluir a toda la institucionalidad del Estado. La Procuraduría, La Fiscalía, La Contraloría, La Rama Judicial y ahora la Universidad. Nada escapa a la campaña de ofensas, agresiones y bajezas, de este Torquemada criollo.

La comunidad académica en particular y la ciudadanía en general, estamos alarmados y contrariados, ante los atropellos y desafueros de este personaje. No tiene aceptación, no tiene ningún tipo de justificación y salen sobrando las interpretaciones amañadas, con  las que ahora se intenta hacer creer a todos,  que es que el alcalde tiene un fuero especial para ser patán y que sus ofensas y malacrianzas, deben ser aceptadas como una contribución a la lucha contra el flagelo de la corrupción, flagelo que, en en opinión de muchos, poco a poco se apodera igualmente de su gobierno. 

Iván IV, conocido como 'El Terrible' y zar de todas las Rusias, oía cómo el diablo le susurraba al oído los nombres de las víctimas que debía sacrificar. Será  que nuestro alcalde tiene su propio diablo detrás de la oreja? Quién será la próxima víctima?