No nos echemos mentiras,
el 2014 fue un mal año para Cartagena. Cualquier balance, superficial o profundo que hagamos, nos
mostrará los mismos resultados: En el
2014 los cartageneros solo recibimos frustraciones, desengaños, malas noticias
y terminamos con la triste certidumbre, de habernos equivocado, una vez más, al
elegir el equipo de gobierno de la ciudad.
Más allá de la
virtualidad del Facebook, en la que a todos nos fue bien, lo cierto es que la
realidad de la ciudad es de desesperanza e incertidumbre: El proyecto de
Transcaribe, que es quizá una de las mayores expectativas de la ciudad, en
cuanto a solución de problemas estructurales, no se concluyó y, a pesar de los
anuncios falaces y las millonarias inyecciones de dinero, lo cierto es que no
se sabe si algún día terminará. Es más, no se sabe si al terminar servirá para
algo, ya que no se nos puede olvidar, que fue planeado y desarrollado con
información de hace 12 años.
Ni que decir de la otra
y esperada solución al gran problema de movilidad por la zona norte. Un
sencillo desarrollo para interconectar la vía al mar con la Avenida Santander,
a través de 1600 metros de carretera asfaltada, se convirtió en el mayor
desastre de ingeniería, ambiental y social que haya padecido la ciudad en su
historia. Un túnel inútil y mal hecho, unido a una monstruosa y antiestética
loma, construida de espaldas a la normatividad ambiental y en contra del
rechazo ciudadano, fueron la demostración palpable de lo mal que estamos en
cuanto a la realización de proyectos para la ciudad. Para colmo de males,
medios, gremios, dirigencia política y hasta algunos sectores de la
“contratería” privada, se unieron al coro de aplausos oficiales que apoyó esta
barbaridad. Solo un mínimo sector del Concejo Distrital y la Sociedad de
Ingenieros y Arquitectos de Bolívar, mostraron su rechazo ante esta
arbitrariedad. La historia se encargará de poner cada cosa en su lugar.
El proyecto de traslado
del mercado de Bazurto, padeció igualmente del mismo mal: falta de una
planificación estructurada con
visión largoplacista y voluntad de solución real y definitiva. Ya van tres años de reuniones, estudios,
diagnósticos y discusiones bizantinas, donde lo más importante ha sido es y
será, la definición de cómo se reparten las sabrosas canonjías y sinecuras, que
se han venido ordeñando del presupuesto asignado, sin que por el momento, y
luego de la reciente defenestración del director del proyecto, se pueda
vislumbrar luz al final del túnel.
Pero mas allá de la
ineficiencia y la falta de liderazgo, de la paquidermia para realizar obritas
pendejas y tapar huequitos, disponiendo de presupuestos y autorizaciones
multimillonarias, lo que realmente decepciona al pueblo es el talante
repelente, prepotente y arrogante de la administración. Es el creer que todo lo
que se le ocurre es un prodigio y que el pueblo cartagenero es una horda de
ignorantes a quienes solo hay que
aplicarles un “meimportaunculismo” sistemático y agresivo. Es el “eso va por
que va”, es la foto en las escuelas, la placa para los invasores, el cambio del
escudo, el retorno al circo medieval de las corridas y al aniquilamiento de
caballos en las calles. Es eso lo que hace que no lo quieran Alcalde, a pesar
de las encuestas amañadas.
El viejo paradigma que
definía un sector privado eficaz,
transparente y estratégico y un sector público, ineficiente, clientelista y
corrupto, está en entredicho. Se
necesitarán mas que encuestas estrafalarias, para que el pueblo cartagenero se
convenza de que, al menos en esta
ocasión, no botó el voto. Como decía Churchill: “solo creo en las encuestas que
yo manipulo”.
@rododiazw
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