Hace un poco mas de 12 años, un General
de nuestras Fuerzas Armadas publicó un librito ilustrado y didáctico, en el que
se presentaban algo así como 90 situaciones en las que una persona podía ser
secuestrada. Tenía un nombre sugestivo y lapidario que no daba lugar a
equívocos. “No dé Papaya: 90 consejos
para evitar que lo secuestren”.
Para la época en que se publicó el
librito, el secuestro era endémico en el país, y los secuestrados se contaban
por miles, aunque existían fuertes discrepancias en las cifras reportadas,
especialmente en las presentadas por el gobierno. Aunque no se enfatizó mucho,
en el ambiente quedó la sensación de que el libro del General era una respuesta
a la situación que se presentó, cuando la Candidata presidencial Ingrid
Betancourt y su asistente de campaña, a pesar de ser advertidas, penetraron a
la recién desmontada zona de distensión y fueron secuestradas.
Se puso entonces de moda la Papaya y
algunas variantes, todas ellas acuñadas con el ánimo de molestar y burlarse de
los ingenuos, de los descuidados y de quienes cometían errores pendejos: “el
undécimo mandamiento es no dar papaya”, se les decía a quienes eran robados en
la calle, o el barbarismo: “papaya ponía, papaya partía”, para los descuidados,
o los crédulos que les pintaban pajaritos en el aire. Ni se imaginaba mi
General, el engendro que había creado con su librito y con su forma sesgada de
analizar a la ligera un problema de marca mayor y de connotaciones
impredecibles.
Como sin querer queriendo, el práctico y
aparentemente bien intencionado libro del General, había dado origen a uno de
los mas absurdos e injustos paradigmas de la forma como nuestras autoridades
militares y algunos altos ejecutivos, conciben el manejo de la seguridad de los
ciudadanos: en Colombia los ciudadanos
somos responsables de los delitos que sobre nosotros ejecutan los delincuentes.
Así como lo oye: usted tiene la culpa de que lo secuestren, si visita
determinada zona. O, a usted le robaron el celular porque lo sacó para hablar
en la calle. Y, la peor de todas: a usted la violaron o fue víctima de abuso o
maltrato, porque usaba ropas provocativas.
Esta forma atravesada de concebir la responsabilidad
de la víctima en la conducta delincuencial, está tan entronizada en el análisis
oficial, que el propio Presidente de la República al ser informado del
secuestro del General Papaya, estalló en improperios de carretillero y disparó
un trino que le dio la vuelta al mundo: “bueno y ese “carajo” que hacía en
bermudas, desarmado y sin escoltas dando papaya en los terrenos de Chaverra?”
Al mejor cazador se le va la liebre.
Se le olvidaba al Presidente que nuestros Generales, a pesar de su bravura
proverbial, su voz robótica y estentórea, su indumentaria de pacotilla cinematográfica
y sus formas señoriales y grandilocuentes, son de una ingenuidad de carpintero
bíblico, se enredan en tejemanejes de la vida cotidiana y los pierden los
amores desatinados y tenaces.
@rododiazw
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